Imagen de "Noticias Políticas" |
Por
Roberto Marra
Como
nunca, el frio parece atravesar todo por estos tiempos. Las bajas
temperaturas de un invierno particularmente crudo, viene generando
algo más que sensaciones térmicas en los cuerpos. Los aires polares
han logrado poner a la vista lo que siempre ha estado allí, a la
vista de quien tuviera capacidad visual pero, sobre todo, mínimos
valores solidarios, imprescindibles para pretender llamarse humanos.
Pero
no es solo el aire el que está frío. Los pensamientos de quienes
gobiernan se han congelado, han adquirido la dureza del hielo que
rodea sus corazones repletos de odios y desprecios hacia ciertos
sectores de la población, esos a los que consideran absolutamente
prescindentes, salvo para realizar algún miserable acto de
hipócritas actitudes dadivosas para la televisión. Después, cuando
las luces y los micrófonos se apagan, todo vuelve a la oscura
realidad de sus ácidas conciencias.
Lanzados
a una campaña proselitista basada en una larga lista de falsedades
mostradas como hechos reales, se muestran sonrientes ante las cámaras
compradas con prebendas millonarias para cautivar a los
desprevenidos observadores de sus desvaríos publicitarios. Dando por
sentado que sus palabras no pueden ser rebatidas masivamente por sus
enemigos ideológicos, gracias a la apabullante cantidad de medios
repetitivos que disponen, se regodean fríamente con verdades
fabricadas a medida para la ocasión electoral, tocando asfaltos
recién terminados para que imaginemos centenares de kilómetros de
autopistas que jamas harán.
Se
reúnen entre ellos junto a algún vagón ferroviario y hablan de
transportes modernos y eficientes, mientras la crudeza de las tarifas
imposibilita cualquier uso de esos fantasiosos medios de
comunicación, que no les importan si existen o nó, porque lo único
que vale es la imagen instantánea de un suceso frío e inconsecuente
con las necesidades que no comprenden.
Quedamos
helados ante un desfile congelado en un tiempo que añoran, cuando
los golpes estaban a disposición de sus necesidades financieras, con
militares sin valores éticos ni moral sanmartiniana, siempre
dispuestos a proteger a los enemigos del Pueblo, siempre listos para
dañar a una sociedad que ahora los ve pasar ante su virtual
“comandante”, ese gélido personaje desprovisto de sentido común,
vacío de alma, soñando repetir su mandato a costa de acelerar la
muerte temprana de los congelados callejeros.
Lo
volvemos a ver en sus actos de presentación de campaña, acompañado
por un pobre personaje que ofende a la palabra traición, por rebajar
aún más la alevosía de esa condición rastrera. Los vemos a ambos
utilizar el tiempo de sus repugnantes discursos para agraviar a sus
rivales, con la frialdad que le disputa al clima, lanzando balazos
del odio incontenible que lo consume, con el tenaz y pérfido
objetivo de arrastrar a la muerte temprana a los desvalidos
abandonados bajo los puentes y los aleros.
No
son casualidades ni destinos fatales individuales. Son conscientes
maneras de construcción de una sociedad profundamente desigual,
atávicamente referenciada en los ancestros de una oligarquía
congelada en el tiempo, que pretende continuar con sus saqueos, aún
a costa de la muerte cotidiana de miles de hambreados. Peor todavía,
necesitan de esas muertes, que “limpien” sus caminos de horrores
programados, que eliminen a esos indigentes que ensucian sus veredas.
Necesario
es pensar que son los últimos estertores de una historia entumecida
por la indiferencia de esos oscuros actores de un drama al que
estamos obligados a bajarle el telón antes que completen los
horrores de su obra. Imprescindible elevar el espíritu de los que
todavía soñamos un Mundo donde la calidez de los corazones suplante
a la helada condición de los poderosos, para terminar con el
abandono, para inaugurar fábricas, caminos, trenes y viviendas que
hagan posible el regreso al tiempo donde los sueños casi se tocaban,
donde la dignidad era, mucho más que una palabra, la honra
construída con el trabajo. Y el frío, solo una anécdota invernal.
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