Por
Roberto Marra
Es
proverbial una de las características más difundidas de la sociedad
argentina, como esa actitud que por estos lares denominamos
“canchera” o “sobradora”, ese intento de mostrar superioridad
frente a los eventuales interlocutores en cuanta discusión se
produzca. Propio de quienes padecen algún grado de inseguridad en sí
mismos, necesitados de asumir una autosuficiencia solo sostenible con
la degradación de los otros, ese rasgo psicosocial produce
resultados dramáticamente perniciosos para la sociedad en su
conjunto, que la atraviesan e implosionan, derrumbando las
posibilidades de construcción de fortalezas populares que terminen
con los eternos vaivenes que nos han envuelto a lo largo de la
historia.
Los
enemigos del Pueblo conocen muy bien estos perfiles sociales, de los
cuales se aprovechan (hoy día más, que nunca) con todo tipo de
maniobras propagandísticas, donde se acentúan las denostaciones
hacia sus rivales ideológicos, agregando disvalores a los ya
expresados por los insoportables “sobradores”, que sienten así
un respaldo a sus ridículas posturas, que terminan pagando con sus
votos para la continuidad de las desgracias que, paradójicamente,
los incluyen.
Las
redes sociales, con toda su carga simbólica de masividad ilimitada,
provee de una herramienta más a estos “cachorros” de perversos,
con el agregado inmoral del anonimato o el enmascaramiento.
Multiplicados por millones, esos mensajes defenestrantes y odiosos se
expanden hasta calar hondo en las maltrechas conciencias de los
“sobrados”, que terminan dudando de sus propias convicciones,
producto de la metralla permanente de semejantes desprecios públicos
a los que son sometidos.
En
la actual etapa electoral que estamos transcurriendo, se notan,
incluso en ciertos actores de la oposición, algunos de estos
sentimientos temerosos de despertar a los “cancheros” de sus
letargos acomodados a las circunstancias macristas que los alcanza
como a cualquiera. Pero estos personajes negadores de las verdades no
se fijarán en los modos de quienes les relaten la realidad, sino en
la posibilidad de encontrar los resquicios oportunos para que sus
diatribas produzcan el daño que llene sus almas del placer del odio
consumado en el pírrico éxito de sus palabreríos sin fundamento.
Pareciera
que ya no hay tiempo para las medias tintas. Que ya no se pueden
seguir los libretos dictados por el temor a estos provocadores que
solo destruyen la unidad que demanda el drama que se vive. Que llegó
el tiempo de pasar por arriba las “canchereadas” de los inútiles
actores que comandan esta horrenda devastación, pero también de sus
maltrechos seguidores, que habrán de terminar sus días de
“sobradores” chocando contra el muro de sus soberbias sin
sustento, arrastrados por la corriente de un río de verdades que,
tarde o temprano, los convertirá, por fin, en Pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario