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jueves, 25 de julio de 2019

AHORA, LA REALIDAD

Imagen de "Va con Firma Mendoza"
Por Roberto Marra
La realidad suele caminar al lado nuestro sin que la veamos. Acostumbrados a ver lo que nos indican que veamos, a sentir solo lo que sea parte del armado mediático, elaborado con la precisión de los perversos que transfugan la verdad para encumbrar sus beneficios individuales y sectoriales, repetimos sin pensar los mensajes del Poder, hablamos sobre lo que éste desea, hasta dudamos de nuestras propias convicciones, al recibir las andanadas de falsedades presentadas como certezas absolutas por comunicadores preparados para la estafa cotidiana y el desfalco de una sociedad adormecida con el veneno diario, que transformó a la Nación en una horrenda copia del infierno del Dante.
Personajes que podrían formar parte de algun cuento macabro, rodeados de zombies sin criterios propios, escupen sus mensajes electoralistas preparados para esa sociedad atontada y desesperada a la vez, esos millones de enfermos con el virus de la duda sobre sus propias pertenencias ideológicas. Solo con eso logran instalar palabras que, repetidas hasta la saciedad, burlan la verdad, la hacen añicos, la retuercen y la golpean, hasta convertirla en una papilla fácil de digerir y transformarla en alimento de una imbecilidad acelerada que destruya la posibilidad de la comprensión.
Aparecen en escena los spots televisivos donde se reiteran “testimonios” de “ciudadanos honestos” que nos explican que “ahora” hay pavimentos, veredas, viviendas, plazas, escuelas, jardines de infantes, iluminaciones, seguridad y otras linduras por el estilo, solo visibles por televisión. Después, las entrevistas a funcionarios que replican esos mensajes y les agregan sus improntas clasistas, raciales, que denostan a los “caídos” en la pobreza hablando de “cuestiones de actitud” de quienes sufren los resultados de sus trampas economicistas y sus oscuras maniobras financieras.
Con el latiguillo de la “sarasa”, el minusválido sensorial que habita la Rosada hace gala de su pobre histrionismo, insultando la inteligencia de la mayoría, “sobrándonos” con sus “canchereadas” de ricachón miserable, señalando el asfalto de unos pocos kilómetros de rutas a ninguna parte, como la salvación de la Patria... contratista. “Setenta años” es la expresión repetida por cada uno de ellos, es donde anidaría la culpa originaria de todos los males de la República, esa construcción histórica de principios oligárquicos y certezas absolutistas que impusieron desde un sistema educativo generado para “fabricar” un pensamiento generalizado de desprecios antisociales.
Sigue al costado nuestro caminando la verdad, tapada por las anteojeras de la intolerancia, de la insolidaridad, del desprecio y el odio impuesto desde niños para conformar una sociedad de eternos desiguales, sometidos y abandonados al arbitrio de estos “foquistas” del neoliberalismo, creídos dueños de nuestras conciencias, fabricantes de cuanta destrucción haya sobre la tierra que nacimos, cómplices sin tapujos de los dueños del Planeta, a quienes sirven a cambio de sus fortunas evadidas y lavadas en “paraísos“ construídos a la medidas de sus cataduras de amorales.
Nos roban mucho más que nuestros esfuerzos de sobrevivencias. Nos atracan cada día con sus deshonestidades arrasadoras de los pequeños sueños de simples felicidades. Nos embelesan con sus oropeles tentadores que jamás tocaremos, nos seducen con maniobras elaboradas por expertos comunicacionales, para convencernos de colocar en las urnas el papel que les otorgue la libertad de quitárnosla a nosotros.
Si lo hacemos, si no dejamos de mirar para otro lado, si no intentamos verificar cada una de sus fantasías denigrantes, descubriremos, demasiado tarde, los horrendos resultados de sus designios atroces, el fruto de la brutalidad que nos envolvió hasta hacernos piezas descartables en el tablero de la ficción en la que sobrevivimos.
Estamos obligados a transitar el camino opuesto, a arrancarnos las anteojeras y las vendas de los ojos, a dejar de lado el fantasioso sueño de imitarlos, para mirarnos y comprendernos como iguales, para sentirnos capaces de hacer añicos tanta mentira organizada, para mirar de frente a la realidad, esa vieja compañera, abandonada por dejar de ser lo que nos hacía verdaderos humanos.

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