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“No
está. No existe. Ni vivo ni muerto”. Esa fue la perversa
respuesta del monstruo Videla hace cuatro décadas sobre el destino
de quienes él y sus cómplices hacían desaparecer. Como una
letanía, esa frase regresa al presente, sin ser pronunciada, pero
sostenida con los hechos por sus descendientes ideológicos, hoy en
el gobierno.