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jueves, 24 de agosto de 2017

LA NEGACIÓN DE LA HUMANIDAD

Imagen de "TecnoBitt"
Por Roberto Marra

Está claro que en todo el Mundo hay una evidente división entre humanos de primera y de segunda. Los partícipes de la primera clase son los poderosos dueños de las grandes corporaciones económicas y financieras, los propietarios de los complejos industriales y comerciales multinacionales, a los que se suma una cohorte variopinta de millonarios locales, junto a la necesaria “raza” burocrática que les es imprescindible para el manejo y control de las administraciones estatales.
Después están los integrantes del sector de la humanidad considerada “de segunda” por los privilegiados anteriores, donde participan los trabajadores en general, los hacedores de riquezas que no disfrutan, los necesarios pero descartables seres humanos porque, al decir de los dueños del Mundo, son demasiados. Por eso suelen ser dejados librados a su suerte millones de ellos, en genocidios encubiertos con el ocultamiento de la herramienta más eficaz del Poder: las comunicaciones.
Por supuesto, dentro de quienes trabajan existen sectores desesperados por pertenecer a la primera clase, por lo cual adoptan poses de una aristocracia que no poseen y exageran sus desprecios hacia los pobres e indigentes. Su felicidad consiste en parecerse a sus envidiados amos, a quienes secundan con pasión en sus acciones perversas. Son, al decir de Jauretche, el “medio pelo”, ni chicha ni limonada, mestizos económicos en una sociedad donde solo sobreviven a costa de empujones a los más débiles.
Utilizando el odio como catalizador de sus miserias morales, arremeten furiosos contra quienes les posibilitaron antes el aumento de su bienestar. Entierran en un olvido insostenible sus pasados de segunda clase, para intentar llegar a la cima de poderes que sueñan, vanamente, al alcance de sus manos. Interrumpen procesos sociales virtuosos en nombre de ideales ajenos y falaces, inoculados por quienes serán siempre sus mandamases, que sabrán usar sus servicios hasta el próximo descarte.
El Poder no tiene otro límite que el que el resto de la humanidad le otorga, fruto del miedo que ellos insuflan con sus armas más terribles: desempleo, abandono y exclusión. Son los extorsivos métodos de los poderosos y los motivos para no intentar cambiar nada. Y mientras niegan la realidad que los rodea, los humanos “de segunda” miran asombrados como miles de hombres, mujeres y niños se ahogan en los mares de las migraciones sin destino, buscando solo ser considerados, simplemente, humanos.

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