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jueves, 10 de agosto de 2017

EL MITO NECESARIO

Imagen de "El Cronista"
Por Roberto Marra

Los mitos son expresiones culturales de las sociedades, que transforman lo que parecen simples creencias en historias verdaderas. Las explicaciones filosóficas y científicas se fueron encargando de estigmatizar a los mitos populares, cargándolos de un valor peyorativo, tratándolos como si fueran patrañas, creencias extendidas pero falsas.
Sin embargo, no todos los llamados mitos resultan ser falsas expresiones de realidades que no puedan explicarse de otra forma que con elucubraciones sobrenaturales. Los pueblos suelen darse la libertad de tomar hechos o personas como mitos, que les ayudan a sobrellevar sus procesos de construcción social con mayor energía, convirtiendo a esos mitos en escudos contra sus enemigos, en la eterna lucha por un Poder que resulta, siempre, causante de todas sus desgracias.
Los grandes líderes del Mundo han sido convertidos en mitos, por la admiración de sus cualidades y acciones, por sus coherencias entre sus dichos y sus obras. No estamos hablando de semidioses paganos ni de simples ídolos. Son mucho más que eso, al formar parte de los más profundo del sentimiento popular, que pasa por el corazón antes que por sus pensamientos.
Es el caso de nuestro Diego Maradona, tan querido por su Pueblo y tan estigmatizado por el poder mediático, tratando de destruirlo cada vez que de su boca incontenible salen verdades como bombas, que destruyen las falacias que esos mismos medios producen a diario.
Su relación con los más grandes líderes políticos populares de nuestros tiempos, le ha significado el odio absoluto por parte de los poderosos. En cambio, sus dichos son siempre escuchados con atención por los sectores más humildes del Mundo, sabiendo que nunca les ha traicionado e intuyendo que jamás lo hará.
La defensa de la Revolución Bolivariana de Venezuela, su amistad con Chávez, su apoyo al Gobierno de ese País, la ha valido la miserable andanada de ataques personales que él aguanta como lo que es: un auténtico defensor de los más sencillos y, paradojicamente, los más importantes valores, que sabe entender como pocos.
Gambeteando como solo él puede hacerlo, atraviesa cuanta falacia se elabore por el Imperio para destruir los procesos populares de una Latinoamérica, que lo ha convertido en un mito viviente para sostener las banderas que otros abandonan por las sucias monedas del Poder. Ese que tanto le teme al eterno cebollita de Villa Fiorito.

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