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miércoles, 2 de agosto de 2017

LA SALUD DE ROSARIO

Imagen de "Rosario3.com"
Por Roberto Marra

Mucho se ha habla acerca de la gran inversión en salud que tiene la Ciudad de Rosario. Esta característica de las últimas dos décadas se ha transformado en “caballito de batalla” del gobierno municipal. Y resulta correcto que se pondere positivamente ese porcentaje alto de los presupuestos anuales destinados a un área tan sensible para la vida de las personas.
Sin embargo, los grandes volúmenes de dinero que se aportan no se correspondenden con la eficiencia en su aplicación. Porque el sistema de salud rosarino replica las tendencias que le imprime la distribución injusta de la riqueza entre nuestra población, generada por el modelo de desarrollo económico desigual aplicado.
El proyecto neoliberal es productor de desigualdades que multiplican los daños en forma exponencial. Las últimas medidas han alejado a las familias de los imprescindibles medios que aseguren la prevención sanitaria y el tratamiento de las dolencias derivadas, también, de esas maléficas formas de gobernar.
¿De qué sirve tener Centros de Atención Primaria, sin continuidad horaria, ni presencia de las especialidades más necesarias, ni provisión de medicamentos? ¿Qué sentido tiene, en una Ciudad tan extensa, poseer un solo Centro de Emergencias, con unidades que tardan tanto, que las personas que necesitan de su atención terminan con daños irreversibles o muertas?
¿Como es posible que exista un sistema tan perverso para el otorgamiento de turnos en los efectores municipales o provinciales (que, además, debieran estar coordinados), donde los pacientes deben concurrir a deshoras de la madrugada para obtener un número? ¿Qué impide la informatización completa de todos y cada uno de los centros de salud, interconectados entre sí y con los centros de derivación para diagnósticos y tratamientos?
Es necesario aprovechar el enorme presupuesto del que se dispone, para construir un verdadero Sistema de Salud, menos marketinero y más efectivo, capaz de terminar con una desigualdad tan ofensiva, que subleva. Es imprescindible re-orientar los esfuerzos hacia quienes son los generadores y dueños finales de esos presupuestos, que son los ciudadanos. Es preciso terminar con la encubierta forma discriminativa que, aún sin desearlo, generan estos métodos tan alejados de aquellos nobles y certeros propósitos que el Dr. Carrillo nos legó.

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