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viernes, 4 de agosto de 2017

VIVIENDAS PARA NADIE

Imagen de "RosarioPlus.com"
Por Roberto Marra

Hay cifras que espantan, porque indican no solo retrocesos económicos, sino también la falta absoluta de criterios solidarios para la conformación de sociedades que promuevan la posibilidad del desarrollo de todos los individuos por igual. La igualdad de la que se habla, no es uniformidad social, sino acceso a las herramientas económicas y del conocimiento, que les den a cada individuo la esperanza de desarrollarse con dignidad, de acuerdo a sus aptitudes y deseos.
El tema de la vivienda es uno de esos estigmas que las sociedades actuales no han podido (o no han querido) resolver. El Mundo entero ha ido migrando a las ciudades, sin que ello haya significado más que el traslado de un tipo de pobreza agraria o otra urbana.
El acceso a viviendas dignas y, más que eso, a hábitats decentes, que posean las más elementales infraestructuras de servicios, es un derecho incumplido en todas partes, pero elevado exponencialmente en los grandes conglomerados urbanos.
El tema de las viviendas desocupadas es un extremo que lastima. Y es un fenómeno de carácter mundial, porque es el sistema capitalista dominante el origen de estos descalabros sociales.
Por ejemplo: en París hay 50.000 viviendas vacías y en toda Francia hay 3.000.000, mientras 140.000 personas viven en la calle. En Buenos Aires existen 300.000 viviendas desocupadas, al tiempo que 6.000 personas sobreviven en sus veredas y alrededor de 500.000 lo hacen en villas miserias.
En nuestra Ciudad de Rosario, la del boom inmobiliario, la de las grandes inversiones de orígenes agrarios algunos y “non sanctos” otros, tenemos entre 70.000 y 80.000 viviendas vacías, mientras un millar pernocta bajo las estrellas y 200.000 sobreviven en las paupérrimas condiciones de los llamados “asentamientos” irregulares.
No es imposible resolverlo. Se trata de voluntad y decisión. No es que no haya presupuesto, sino de la orientación que éste posee. No solo es posible. Lo es desde ahora y en plazos menores a los que nos venden los burócratas incapaces, que inhabilitan las esperanzas y anulan los principios solidarios que nunca tuvieron ni tendrán.
Se trata, en definitiva, de elevar a la categoría de seres humanos a los abandonados y desarrapados por un sistema que niega la vida y los sueños de millones con el solo fin de elevar, miserablemente, sus espúrias y banales fortunas.

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