Imagen Rosario12 |
Para los malas lenguas que
dicen que nuestro querido presidente no lee libros va la prueba de que al menos
hojeó "El Príncipe" de don Maquiavelo: "Hay tres modos de
conservar un Estado que, antes de ser adquirido, estaba acostumbrado a regirse
por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero, destruirlo, después,
radicarse en él; por último, dejarlo regir por sus leyes, obligarlo a pagar un
tributo y establecer un gobierno compuesto por un corto número de personas,
para que se encargue de velar por la conquista". O sea, destruir, ocupar,
saquear y gobernar con un "equipo".
Pero ese cambio al que nos han sometido tiene sus ventajas, y eso es
gracias a nuestro querido y torpe presidente, que se nos fisura la costilla de
tanto trabajar. Porque lo que hizo, sin anestesia, fue tirar de la manta y
dejar al desnudo ciertos mecanismos de un país que, como en el teatro, estaban
vedados a la chusma. Que la tirada de manta esté a punto de dejarnos en bolas y
a los gritos, es un daño colateral del que el neoliberalismo hará películas
heroicas para que seamos felices con la tristeza de todos y todas. Pero la
tirada de manta nos demuestra más claramente quiénes somos, nos da la
oportunidad de entendernos como civilización y nos permite avizorar futuros y
prepararnos para los latigazos.
La primera ventaja es que ahora sabemos que por mucho que se
promocione la derecha moderna a la europea, ¿viste?, acá no aceptamos modas
foráneas y sacamos a relucir una derecha bien nacional, berreta y rencorosa. Se
diría que volvieron a subirse a los caballos para hacer otra Campaña del
Desierto y matar a la negrada/indiada que quedaba, en este caso nosotros. Y
mientras el escarmiento toma forma (aunque demore un siglo), se llenarán los
bolsillos y saquearán todo a su paso. Maquiavelo Dixit. Porque para ellos
siempre es un asunto de plata. No se confundan, la ideología les sirve si lleva
a la plata. Si para hacer plata debieran ser maoístas, lo serían. Pero es más
fácil juntarla con pala participando del club de los garcas, de los
depredadores, de la Sociedad Rural, de los golpistas.
Al tirar de la manta nuestro querido presidente nos demostró que
nuestra derecha es bien burra. No tiene ni talento para destruir. Destruyen con
topadoras, nunca selectivamente. Incluso destruyen a los que lo votaron, tiran
al bulto, sin pensar. Así destruyeron la temporada de Mar del Plata, que los
votó en masa. Ni aprendieron de su mentor mayor, el Turco que lo reparió, que
sin alharaca se fumó a los militares de antipasto, a las sindicatos de plato
central, y a los radicales de postre. Un día alguien preguntó por ellos y ya no
estaban. Estaban, pero hechos estampita, inofensivos. Los que nos gobiernan
tienen tal inercia a la hora de destruir que son capaces de romper el puente
que están cruzando porque lo hizo el enemigo. Y quizá es lo que están haciendo.
Son tan burros que piensan que apagando la luz que ilumina al símbolo
el símbolo desaparece. Son como los chicos que se tapan los ojos y creen que
todo desaparece, incluso ellos. Piensan que evitando a Evita en los billetes
desaparecerá y olvidan que estaba prohibida pero no desapareció. Piensan que
intentando meter presa a CFK van a lograr que se esfume, y olvidan que metieron
preso a Perón y lo que lograron fue volverlo realidad y mito al unísono. Creen
que metiendo presa a Milagro Sala van a lograr que desaparezca la indiada que
ella nuclea, que sobrevivió a media docena de genocidios y a esta altura hay
que declararla más resistente que las cucarachas. Pero los de esta derecha no
saben estas cosas porque no leen libros. O leen los libros que escriben ellos
mismos para darse la razón.
Pero debemos estar agradecidos a que nuestro querido presidente haya
tirado de la manta. Así conocimos a los cómplices de la destrucción que ni
siquiera cobran por el favor (y después se enojan si uno los llama idiotas
útiles). Muchos combatían al kirchnerismo por detalles que podían haber sido
negociados, corregidos, olvidados, reformulados, y ahora se hacen los
escandalizados (gente de izquierda, premios Nóbel, progres truchos, socialismo
falso). No son de derecha, pero trabajaron para la derecha. Ahora lloran, pero
es tarde. Algunos empiezan a tomar distancia, y lo hacen apelando a todo su
arsenal politicoide e intelectualoide, como la Sarlo, que dice que no dijo lo
que dijo cuando lo decía. En el barrio diríamos que a esta no hay Kamasutra que
le venga bien.Si alguna vez necesita de ellos, pídales ayuda sin pagarles el
favor, que si es para hacer daño, lo van a ayudar. No los llame idiotas útiles.
No les gusta. Y de eso se encarga la historia.
Quizá la gran ventajas de que nuestro querido y algo vago presidente
tirara de la manta es que logró que nos sumáramos a la ola de los indignados,
ola que dejamos pasar porque no la habíamos inventado nosotros. Es que mientras
los niños pijos indignados poblaban las plazas del primer mundo porque le
habían enjabonado el palo que los llevaba directo al bienestar, acá estábamos
construyendo algo y de distraídos no les dimos bola. Acá, con sus buenas, con
sus malas, con sus errores, construíamos: los pibes a las nuevas universidades,
los científicos a los satélites, los derechos humanos ponían blanco sobre
negro.
Ahora no, ahora destruimos. Y gracias a la tirada de manta, dejamos la
pachorra de lado y nos volvimos indignados, nos sumamos a las plazas y
esperamos revancha. Si el estado ya no es el otro, ahora las plazas llenas de
gente son el otro. El desocupado, el perseguido, el estigmatizado, la grasa
militante. Nuestra indignación, que descubrimos gracias a la tirada de manta de
nuestro presidente, es peligrosa porque no tiene fecha de caducidad. Está
basada en que nos sacaron del país donde se construía para llevarnos al país
donde se destruye. Está basada también (y esto lo digo con algo de pena) en que
nuestro querido presidente no despierta nuestro respeto, no le creemos nada, y
a veces, como diría Don Segundo Sombra, nos "parece medio pavote,
¿no?".
Indignados gauchos, canejo. Ese es el invento argentino que
exportaremos al mundo para que lo usen para derrocar reyes y gobiernos
esperpénticos. La tirada de manta (y todo resolvido gracias al festibal de
alegría) le demostrará al mundo de una vez por todas que el neoliberalismo
asesina trabajos, sueños, proyectos. En otros países no lo saben porque las
derechas modernas de ellos te empoman más dulcemente y con vaselina importada
(que para ellos es nacional, y que ahora, gracias a la apertura, ¡podremos
comprar acá!). Y si los argentinos tenemos que ser conejitos de indias, y donar
nuestro futuro para que otros sean felices, que así sea. Vamos a exportar
crisis para que el mundo aprenda y se vuelva a indignar. Vamos a mandar miles
de desocupados a romper la paz de la civilización capitalista donde los pobres
aprendieron morir sin hacer ruido para no despertar al patrón.
Indignados gauchos, carajo. Originales porque además de ser indignados
tendrán en sus venas resabios de las dos grandes revoluciones sociales que
fuimos capaces de generar sin ayudas bolcheviques ni maoístas: "que se
vayan todos", y "caceroleros". Así es como, además de estar
indignados, pediremos, como nuestros ilustres antecedentes, que el Indec no
macanee, que el presidente cuando viaje se aloje en una choza y no en un hotel
de miles de dólares, que si no se puede decir "bad information" menos
se puede decir "hemos resolvido", que el presidente diga cómo
multiplicó su fortuna, que aclare por qué se enriquecen sus amigos empresarios
con contratos del Estado, que los procesados que tiene el gobierno (llenan la
cancha de River) vayan presos, que cada suicidado sea considerado asesinado,
que no alimente a su perro con la plata de los argentinos y que no queremos
vivir en un país crispado, la de un presidente que ante la primera pregunta
incómoda, se levanta y se va; puro arsenal tomado de la revolución de las
cacerolas, que ahora que tienen tanto para decir, han callado para mirar la
telenovela.
La tirada de manta es tan importante en la vida de este país, que
estoy pensando en escribir un libro. O una enciclopedia. La lista es larga,
pero vayan ejemplos: sirvió para ratificar que aunque dos candidatos se
parezcan, nunca serán lo mismo porque dos personas no pueden sentir el mismo
exacto odio ni la misma exacta vergüenza. Sirvió también para desacreditar ese
viejo dicho donde se escudan los que votan y se arrepienten: "los
políticos son todos iguales". No es así. Nadie destruye como este equipo
que nos gobierna, un improvisado grupo de amigos de asados de countries que
para formar gobierno tuvieron que pedirle a cada sponsor un gerente, y que
maneja el país como si se tratase de la Play Station donde los autitos chocan
pero apenas el humo desaparece vuelven a rugir.
Y hay más. Tirar de la manta (ah, un mes en el gobierno, y mirá todo
lo que te debemos, querido presidente golfista), resignificó la palabra grieta.
Y confirmó, como si de un gran agrimensor se tratase, sus límites. De una lado,
una mitad, del otro, el resto. Y los que sienten, se creen, piensan, sospechan
o dicen que no están de ninguno de los dos lados, es porque están dentro de la
grieta, quizá asfixiados, quizá muertos o a punto. La grieta te ahogará si se
cierra, si se inunda. O te volverás invisible ante el pueblo que ha tomado
posición. Todo gracias a que nuestro querido y algo rencoroso presidente leyera
a medias a Maquiavelo y tirara de la manta. Por eso te digo, querido
presidentemío, tirame la manta.
*Publicado en Rosario12
No hay comentarios:
Publicar un comentario