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Por Andrés Asiain*
En su discurso inaugural de
sesiones del Congreso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner indicó que
en la última década “hemos desendeudado definitivamente a la República
Argentina”. Apoyándose en cifras sobre el descenso de la relación entre deuda y
producción, y señalando que sólo quedaban dos fuertes vencimientos, el de este
año y el de 2017, pudo afirmar: “Ya nunca más gobiernos que tengan que tomar
deuda para pagar deuda, si nos endeudamos que sea para obras de
infraestructura, para proyectos de crecimiento del país, para que puedan
disfrutar los argentinos, pero no para ganancia del sector financiero
internacional”.
Rechazando tales afirmaciones, el “especialista en deuda” Héctor
Giuliano calificó tal afirmación como “una mentira”, encontrando el respaldo de
los grandes multimedios opositores para afirmar que el “discurso K” del
“desendeudamiento es irreal” (Clarín, 2/3/2015). Para rechazar las afirmaciones
de la Presidenta, Giuliano toma la deuda pública total, sumándole la de los que
no ingresaron al canje (asumiendo como propias las cifras que presentan los
fondos buitre y otros demandantes), los cupones pbi, otras colocaciones y todos
los intereses futuros a pagar, llegando a una friolera de más de 300 mil
millones de dólares de deuda, que supera ampliamente la deuda nominal de 2001.
Las incorrecciones del cálculo del “especialista en deuda” son
múltiples, por lo que trataremos de dar cuenta de los principales. Empezando
por el final, sumar los vencimientos de intereses y cupones a pagar en el
futuro como stock de deuda en el presente es algo que no realizaría nadie que
tenga conocimientos mínimos de cálculo financiero. Todos sabemos que no es lo
mismo pagar hoy que en 35 años, hecho que da lugar a la existencia del interés
en materia crediticia. Es por eso que, para dar un “valor actual” a los
vencimientos futuros de los cupones del PBI o intereses, debe traerlos al
presente aplicando una determinada tasa de descuento (la valorización monetaria
del tiempo). Al no hacerlo, Giuliano considera implícitamente que a nuestro
país lo financian a tasa cero, hecho que de ser cierto daría por resuelto de
antemano cualquier problema de deuda, pero que en la ficción de ese analista
sirve para incrementar artificialmente la deuda.
Además de lo cuestionable de tomar posición por los fondos buitre y
otros demandantes al valuar la deuda que no ingreso al canje, el principal
error de Giuliano es considerar la deuda en pesos entre distintos organismos
del sector público, de la misma forma que la deuda en dólares con acreedores
privados u organismos internacionales. La diferencia entre ambas es que la
deuda en pesos en general, y la que se mantiene entre diferentes organismos del
sector público en particular, es siempre refinanciable desde que el Banco
Central fuera nacionalizado por el general Juan Domingo Perón, recuperando el
Estado la capacidad de emitir moneda.
En cambio, la deuda en dólares con organismos financieros o acreedores
privados debe cancelarse en billetes verdes que sólo emite la Reserva Federal
de los Estados Unidos. Es por ello que esa deuda externa puede transformarse en
instrumento de dependencia y empobrecimiento, cuando la incapacidad de pago
obliga a realizar políticas de ajuste y concesiones en materia de política
económica, para acceder a su refinanciamiento. Esa deuda se encuentra cercana
al 16 por ciento del Producto, y aun sumando otras deudas y los reclamos de los
holdouts, es una cifra menor a la de cualquier período anterior desde el
regreso de la democracia. Un desendeudamiento que permite el manejo soberano de
la política económica y debería ser defendido, no por un color partidario sino
por todos los argentinos.
*Publicado en Página12
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