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Como lo auguraba todo
pronóstico sensato, el hecho que impactó al país durante el verano va cediendo
terreno y, con una potencia que de a poco será indetenible, el escenario
electoral comienza a prevalecer. Por peso propio y porque es un cuadro
enmarañado, complejo, de vaticinio más difícil todavía.
La paulatina esfumación del caso Nisman, más allá de los rebotes que
pueda tener por vía judicial o a través de algunas declaraciones, no va en
perjuicio de su gravedad institucional. Es, sólo, la consecuencia de varios
factores que son concurrentes. Primero la conmoción, después el aprovechamiento
político, más tarde las revelaciones y contradicciones demostrativas de que se
juegan en el tema intereses de todo tipo. Y finalmente, el simple decurso de
las cosas debido a que, por más grave que sea el episodio, no es posible que un
eje monotemático persista como tal. Con la economía en relativa tranquilidad
–ni los fallos de Griesa provocan ya mayor escozor– y los plazos electorales
apurando definiciones, era obvio que ganarían lugar, por ahora, más los nombres
de candidatos que las propuestas en danza. Un primer atractivo ante las PASO
fue la conformación de listas en Capital, en el espacio kirchnerista y en el
macrismo. Lo demás, producido hacía rato el estallido de Fauna gracias a los
servicios de Elisa Carrió y la ambigüedad de sus coreutas, no interesó
especialmente a nadie. En el Frente para la Victoria quedó una oferta amplia
sin mayores posibilidades para choques ideológicos, sino de antecedentes y
capacidad de gestión. En el PRO tampoco se prevén grandes discusiones políticas
ni muchísimo menos, pero la interna entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela
Michetti pinta para choques personales subidos de tono porque la ex vicejefa
porteña corre con despecho luego de que su rival fuese ungido como caballo del
comisario. Michetti se presenta alerta frente a las andanzas del aparato
macrista y hasta se permitió cuestionar a Larreta por el uso de recursos
oficiales en la campaña. Quién lo hubiera dicho: gente tan republicana de la
nueva política haciendo lo mismo que los choripaneros kirchneristas...
Aunque acerca de las grandes definiciones todo esté todavía entre las
gateras y los primeros metros, es muy probable que la descripción anterior
quede invertida. Sin prisa y sin pausa, a nivel nacional, la escena asoma no
polarizada pero sí tendiente a consolidarse entre quien vaya a ser el candidato
del FpV y Mauricio Macri. Salvo para los medios que lo entronizaron y que aún
le reservan gran despliegue, más algunas encuestas, Massa parece en caída
¿libre? Cuesta creer que haya comprado el buzón de una prensa favorable, que lo
inventó, en reemplazo de la construcción política, inmensa, requerida para
tener aspiraciones presidenciales firmes. Sea por eso; porque no supo o no pudo
traccionar a punteros y caudillos del PJ disconformes con Casa Rosada si es que
con eso bastara; porque su actuación parlamentaria fue lamentable (es una forma
de decir, al haber brillado por su ausencia), o por lo que quiera agregarse,
Massa llegó al extremo de no tener casi candidato en Capital y no dispone de
personalidades de fuste en prácticamente ningún distrito, como no fuere él
mismo en la provincia de Buenos Aires. El radicalismo concluyó su convención
nacional, habiendo optado nominalmente por desaparecer detrás de Macri. ¿Acaso
puede pensarse que esa decisión será respetada por la totalidad, o incluso la
mayoría, de los votantes radicales? Raúl Alfonsín sabía decir que “si la
sociedad se derechiza, la UCR tendrá que prepararse para perder elecciones pero
no para girar a la derecha”. Es altamente factible que lo tendrá en cuenta el
sector de los radicales “de siempre” no adscripto a la lógica binaria, cínica,
de republicanismo versus populismo. Pero es cierto que no va quedando otra
opción, con chances reales, que la enunciada hace unas líneas. El desafío es
qué discurso con cuál confiabilidad dicho por quién. En el caso de Macri está
demasiado claro. En el del kirchnerismo no, por fuera de la fortaleza de
Cristina y de que ella continuará siendo la conductora del espacio sea quien
fuere el postulante formal. En algún momento que se acerca, deberá ponérsele
nombre a que su único heredero es el proyecto. Y eso ocurrirá entre las
convicciones ideológicas y el pragmatismo.
La semana pasada se cumplieron siete años de la Resolución 125, que
desató la acción destituyente más robusta desde el surgimiento del kirchnerismo.
Es un aniversario que invita a, por lo menos, dos consideraciones de estricta
actualidad. Una es económica y la otra política, para usar el convencionalismo
que separa dos esferas inseparables. Respecto de la primera, el colega David
Cufré escribió en este diario, el jueves, una breve y contundente columna en la
que comienza refiriendo las declaraciones del presidente de la Federación
Agraria, quien acaba de renovar su reclamo para que el Estado implemente
retenciones segmentadas, protectoras de los pequeños productores. “Hay que
diferenciar entre los grandes pools de siembra y los chacareros”, dijo Omar
Príncipe. Se recuerda, claro, que la Federación Agraria fue la fuerza de choque
de la Sociedad Rural contra el Gobierno, cuando éste pulseó contra una de las
facciones más poderosas del establishment. Ahora, mientras Eduardo Buzzi en
Santa Fe y Alfredo De Angelis en Entre Ríos se mantienen firmes a la derecha,
entre Massa y el PRO, un sector de la FA que retomó su control admite el error
de hace siete años y reivindica el Grito de Alcorta de 1912. “Si la Federación
Agraria hubiera acompañado (la segmentación de retenciones), Príncipe no
estaría pidiendo ahora lo que su entidad rechazó hace siete años. El Estado,
además, habría acumulado en ese período recursos importantes, aportados en una
inmensa mayoría por los grandes productores, que facilitarían la ayuda a los
más chicos en este momento.” Como también lo dijo el productor Luis Livolti,
del Movimiento Campesino Liberación, otro de los que fue “recuperado” para la
línea histórica de la FA es Pedro Peretti, ex director de la entidad, quien
ahora reconoce que “la organización gremial que nació para defender a pequeños
y medianos productores terminó transformada en un partido político de orientación
agraria, cuyo objetivo central era desgastar y sacar a este Gobierno”. Cufré se
pregunta si, acaso, la proximidad de las elecciones presidenciales habrá
influido para que un sector de la dirigencia del campo ensaye algo parecido a
una autocrítica. El interrogante se refuerza al comprobarse que la medida de
fuerza de estos días, impulsada por la Sociedad Rural, CRA y Coninagro en medio
de una cosecha record, no tuvo prácticamente efecto alguno, con lo cual quedó
demostrado que los productores le dieron la espalda al seguir trabajando
normalmente.
En cuanto a la consideración política, cabe acordarse de que la
derrota gubernamental parida por la 125 fue interpretada como el comienzo del
fin kirchnerista. Esa impresión se redobló un año después, con la caída electoral.
Sucedió todo lo contrario. Francisco de Narváez había emergido de esos comicios
como una suerte de cuco imparable contra las pretensiones oficialistas y
terminó siendo un bluff que ni siquiera apareció por su banca, cual anticipo de
en qué devino el “huracán” Sergio Massa previsto en 2013. Al margen de nombres
propios, si eso es posible, lo cierto es que aquel vigor de gauchocracia y
gorilismo clasemediero urbano acabó como helado al sol, al revelarse que sólo
los vectorizaba el apetito insaciable por sus ingresos y el odio visceral
contra el kirchnerismo. El huracán fue Cristina 2011, tras que el Gobierno
mostrara un ímpetu de reacción enorme mediante medidas y gestos cuyo
significado fue, siempre, la profundización del modelo. Jamás su retroceso. Lo
más probable es que esa situación hubiera de repetirse hoy si viviera Kirchner
o Cristina pudiera ser candidata presidencial (¿o a un cargo parlamentario por
la provincia de Buenos Aires, tal vez?). Lo contrafáctico del argumento no
anula su validez, porque lo ratificado es que hay un piso de apoyo popular,
mucho más grande que el de cualquier fuerza o candidato opositor, gracias a las
conquistas de estos doce años. La amenaza de que eso pueda interrumpirse está,
antes, en el arco de conservadores que asoman como postulantes del FpV, y no en
el esperpento de una oposición que expone a ricachones menemistas, figuritas
mediáticas, militantes del denuncismo y un partido histórico, tan roto como
doblado, que no puede ofertar algún candidato a presidente capaz de evitar
papelones y ya convertido en una liga desperdigada de referentes pueblerinos y
provinciales, colgados del mejor postor de la derecha peronista o a secas. ¿Es
este último conjunto de personajes sueltos, aunado a la prédica de los medios
opositores y algunas porciones del establishment, lo que pone en riesgo la
fortaleza kirchnerista? ¿O lo es la probabilidad de que figuras aguachentas
rompan el legado del proyecto, modelo o energía que le permitieron a la
Argentina salir de su infierno?
Por muy personalista que retumbe, pero también por constatación del
valor indelegable de los liderazgos, Cristina tiene la palabra.
*Publicado en
Página12
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