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¿Cómo
puede definirse la agenda pública? En pocas palabras: aquello de lo que
se habla en lo cotidiano y que, por distintos caminos, es relevante
para la vida de las personas en una sociedad. ¿Quién determina los temas
de la agenda? No hay una sola respuesta para esa pregunta, pero se
puede afirmar que el sistema de medios de comunicación tiene gran
incidencia en su establecimiento. Suele decirse que los medios no
ejercen tanta influencia en torno de qué pensar respecto de esto o
aquello, pero sí en relación con cuáles son los temas acerca de los que
se debe hablar. Esto es fijar agenda.
Por eso, vale señalar que el armado de las agendas públicas es
también un escenario de lucha política, en tanto y en cuanto es el
resultado de una negociación simbólica que concluye con la determinación
de aquello que noticiosamente resulta relevante para la sociedad. En
este proceso intervienen medios, periodistas y audiencias. Son
negociaciones que constituyen formas de ejercicio del poder y que
facilitan o condicionan la participación ciudadana, la libertad de
pensar y decidir de las personas, en definitiva, el derecho a la
comunicación.
Un ejemplo bien reciente ocurrió con las participaciones de los
presidentes latinoamericanos en la asamblea general de Naciones Unidas.
Cristina Fernández, pero también Evo Morales y Dilma Rousseff, para
mencionar tan sólo algunos, en sus discursos ante el foro mundial
fijaron posiciones, plantearon debates, instalaron temas que, en la gran
mayoría de los casos, fueron ignorados por los medios de comunicación
que reportan a los centros de poder. En Argentina y en el mundo. Es una
buena muestra acerca de cómo la omisión también es una manera de incidir
en la agenda pública y de hacer política. También la forma de referirse
a los acontecimientos. Si el presidente Obama habla por teléfono con su
par iraní es “un avance hacia el diálogo y el entendimiento”. Si el
gobierno argentino da un paso para encontrar instancias de diálogo con
Irán, en cambio, está “cediendo ante un Estado terrorista”.
En un libro reciente (Calidad informativa, La Crujía) la
investigadora Lila Luchessi asegura que “el periodismo ya no representa
un lugar de autoridad, sino de organización de un saber que se comparte.
Compartir, como tarea, es una de las características centrales de este
momento”. Construir la agenda pública es parte de esa tarea de
compartir. Pero para que sea respetuosa del derecho a la comunicación,
tal agenda tiene que ser completa en temas y en actores. Tiene que
representar la pluralidad de cuestiones y enfoques y la diversidad de
los actores presentes en el escenario. Es una forma de atenerse a la
verdad informativa entendida como la realización del derecho de todo
individuo y de todo colectivo social a una información veraz.
¿Qué es una información veraz alejada de toda presunta e inexistente
objetividad? Aquella que, siendo completa y oportuna, permita a cada
persona, a cada comunidad, a la sociedad, la construcción de un sentido
particular acerca de los hechos, las situaciones y los temas, para poder
acceder a puntos de vista propios que sean la base, luego, de
decisiones personales.
Para ello, los periodistas tenemos que volver a las fuentes
primarias, relegando a un segundo plano al muy consultado pero poco
referido Dr. Google. Volver a las fuentes es ubicar en el primer plano a
los actores sociales como protagonistas y constructores de la agenda
pública, facilitar que se oigan sus voces, no sólo acerca de los temas
considerados por los medios como importantes, sino haciéndolos
participar de la construcción de tal agenda para insertar allí sus
propios temas, aquellos que los actores de base consideran relevantes.
Volver a las fuentes es también prestar atención a los actores en el
territorio haciendo un esfuerzo de inteligibilidad acerca de la verdad
relativa de cada uno de ellos en su contexto. Hacerlo es aportar a la
construcción social, al derecho a la comunicación y a la libertad de
decisión de los sujetos y de los actores sociales.
Tener incidencia en la construcción de la agenda pública es hoy en
día, también, una forma de participación ciudadana en la política, y los
periodistas, en general los comunicadores sociales, tenemos que asumir
el rol de garantes de este derecho poniendo nuestras capacidades
científicas, políticas y técnicas, al servicio de esta tarea que es
construcción de ciudadanía en democracia. Es una tarea fundamental para
los que hacemos comunicación con sentido ético, profesional y con la
pretensión de aportar al desarrollo de las sociedades en las que estamos
viviendo.
Porque, sin duda, la agenda pública es un escenario político, de debate ciudadano y de ejercicio de derechos.
*Publicado en Página12
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