Una tentación que empezó hace 200 años
Carlos María de Alvear |
Por Mario Oporto*
Bicentenarios. En el verano porteño de 1813, se reunía –por fin– la Asamblea General. La convocatoria a un Congreso con los representantes de las provincias había sido uno de los ejes de la tensión política en los dos años posteriores a la Revolución de Mayo. La Asamblea era el resultado de los sucesos de octubre de 1812, de la actividad de la Logia Lautaro y de la Sociedad Patriótica –como organización de "superficie"– y del remplazo del Triunvirato "rivadaviano". En la calurosa Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII (como sería conocida), inauguraba solemnemente sus sesiones con la presidencia del joven Carlos María de Alvear. Dos años más tarde, en enero de 1815, Alvear, tras haberse enfrentado dentro de la Logia con San Martín y decidido a destruir a Artigas, era nombrado Director Supremo. Nacía el "alvearismo".
En la historia política de la Argentina se conoce como "alvearismo" a
ese desvío ideológico, y quizás moral, que nace en el interior de los
proyectos populares y se desliza hacia lo que podemos llamar una salida
liberal. Alvear tenía 23 años en enero de 1813. Había nacido en octubre
de 1789, en Santo Ángel Guardián de las Misiones, en actual territorio
del Brasil. Era hijo del noble español Diego de Alvear y de María "Pepa"
Balbastro, miembro de la aristocracia porteña. Ese primer Alvear de la
historia argentina sobrevivió junto a su padre cuando, en 1804, la nave
en la que viajaba frente a la costa portuguesa fue atacada por barcos
ingleses. En el episodio, murieron su madre y sus seis hermanos.Carlos María no estuvo en Buenos Aires durante la Revolución de Mayo,
pero se lo recuerda junto a San Martín en el barco en el que regresaron
desde España, en marzo de 1812. La amistad con San Martín –a quien
introdujo en la sociedad porteña– tuvo sus enfrentamientos en el
interior de la Logia, a la que ambos pertenecían. Las diferencias, como
siempre, las zanjó el poder. Desde la presidencia de la Asamblea
primero, rechazando a los diputados artiguistas, y como Director Supremo
después, declarando la guerra al federalismo (iniciaba la guerra que
"terminará Mitre"), el "alvearismo" desvía los sueños fundantes de
independencia y revolución americana. Será el ala claudicante del ideal
sanmartiniano.Uno de los hijos que tuvo con María del Carmen Sáenz de la Quintanilla
fue Torcuato Antonio, nacido en Montevideo en 1822 y quien continúa la
saga de la familia. Fue, por decisión del presidente Roca, el primer
intendente de la Ciudad de Buenos Aires, entre 1883 y 1887, por lo que
resultó su primer gobernante en tanto ciudad federal. De su gestión se
recuerdan, por un lado, los aspectos modernos, basados en la
construcción de grandes edificios públicos y, por el otro, el desdén por
miles de inmigrantes, confinados en los conventillos, un tipo de
arquitectura que proliferó mucho más que aquella otra inspirada en las
luces de París. Casado con Elvira Pacheco y Reynoso –hija del general
federal Ángel Pacheco–, fue padre del tercer caso de alvearismo, el más
importante y conocido –que da nombre a los que lo preceden y a los que
lo han sucedido–. Su hijo Marcelo Torcuato de Alvear, más conocido como
Marcelo "T".
Perteneciente a la oligarquía porteña, a diferencia de sus antepasados,
Marcelo T. de Alvear experimentó la tentación de relacionarse con los
sectores populares. Su participación en el radicalismo, la expresión del
movimiento nacional surgido en 1890 para responder a la hegemonía del
Partido Conservador, lo relacionó con grupos que no fueron aquellos con
los que naturalmente se vinculaban los jóvenes de su clase. Pero esa
condición celebrada, la del aristócrata que es capaz de "pertenecer" de
algún modo a los sectores populares, se desvaneció cuando sucedió a
Hipólito Yrigoyen en la presidencia de la Nación, en 1922.
Entonces, Marcelo "T" olvidó los compromisos con las bases sociales del partido que lo había llevado a la Casa Rosada y revirtió su simpatía por el pueblo radical. Nombró ministro de Marina a Manuel Domecq García, ex presidente de la Liga Patriótica Argentina que reprimió las huelgas de 1919, durante el gobierno de Yrigoyen; mientras que su ministro de Guerra fue Agustín P. Justo, quien pocos años más tarde sería protagonista del primer golpe de Estado del país, en 1930 y, más tarde, presidente entre 1932 y 1938, los años de la restauración conservadora.
La costumbre de "alvearizar" las fuerzas políticas populares, como vemos, no es nueva. La han sufrido San Martín e Yrigoyen, entre muchos otros, desde la Asamblea del Año XIII, hace 200 años. Sin ir muy lejos, ¿cuántos intentos de alvearización ha tenido el peronismo?, ¿cuántos alveares hemos visto acechar el proyecto nacional y popular desde el 17 de octubre de 1945?
Independientemente de los nombres que recorran nuestra memoria, la "alvearización" es una categoría política que, con el pretexto de modernizar la sociedad (por no decir "civilizarla") se desliga de los compromisos asumidos con los sectores populares y de la disputa con los grupos de poder económico y social. Prefiere pertenecer a ellos.
La tentación "alvearista" siempre está. Los intereses que la alientan; el discurso "republicano", "antipersonalista" y liberal que la pregona; los sectores privilegiados que esperan recuperar terreno perdido y disminuir conquistas; los adversarios que gestionan defecciones y rupturas en los proyectos nacionales y populares; también siempre están.
Entonces, Marcelo "T" olvidó los compromisos con las bases sociales del partido que lo había llevado a la Casa Rosada y revirtió su simpatía por el pueblo radical. Nombró ministro de Marina a Manuel Domecq García, ex presidente de la Liga Patriótica Argentina que reprimió las huelgas de 1919, durante el gobierno de Yrigoyen; mientras que su ministro de Guerra fue Agustín P. Justo, quien pocos años más tarde sería protagonista del primer golpe de Estado del país, en 1930 y, más tarde, presidente entre 1932 y 1938, los años de la restauración conservadora.
La costumbre de "alvearizar" las fuerzas políticas populares, como vemos, no es nueva. La han sufrido San Martín e Yrigoyen, entre muchos otros, desde la Asamblea del Año XIII, hace 200 años. Sin ir muy lejos, ¿cuántos intentos de alvearización ha tenido el peronismo?, ¿cuántos alveares hemos visto acechar el proyecto nacional y popular desde el 17 de octubre de 1945?
Independientemente de los nombres que recorran nuestra memoria, la "alvearización" es una categoría política que, con el pretexto de modernizar la sociedad (por no decir "civilizarla") se desliga de los compromisos asumidos con los sectores populares y de la disputa con los grupos de poder económico y social. Prefiere pertenecer a ellos.
La tentación "alvearista" siempre está. Los intereses que la alientan; el discurso "republicano", "antipersonalista" y liberal que la pregona; los sectores privilegiados que esperan recuperar terreno perdido y disminuir conquistas; los adversarios que gestionan defecciones y rupturas en los proyectos nacionales y populares; también siempre están.
*Publicado en Tiempo Argentino
buen artículo!
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