Las elecciones en Córdoba me han dado pié para reflexionar en lo absurdo de obstinarse en mantener, una plataforma ideológica inauténtica, o híbrida e inútil, en tiempos de liberación. El delasotismo camina quizá, por una cuerda de equilibrista medio floja, de tanto cuidarse de no parecer o sentir pudor en involucrarse, siquiera un mínimo, con la transformación que impulsa la Casa Rosada.
De la Sota tiene pudor, y hace equilibrio innecesariamente, porque creo que José Manuel ha logrado la proeza de no ser peornista, de peor, ya que de forma categórica uno puede estar seguro que él nunca fue Herminioísta, Chichecabezonista, o Vernetiano, es algo mejor que eso, ni fue Momoísta –con perdón a Alonso Aragón rey perpetuo de nuestros carnavales-. No, de la Sota no tiene el perfil del destructor de patria. Pero sí tiene el brioso celo de no dar una sola señal de agradecimiento y reconocimiento al kirchnerismo, como lo hizo Schiaretti, que al menos por haber sabido venerar a una viuda sagrada en los momentos precisos, en tiempos de incuestionable bonanza cordobesa, se convirtió casi en un hidalgo caballero.
De la Sota es un caudillo típicamente duro, y para él es un riesgo desproporcionado, y un lujo que no quiere darse, dar honras al dueño de este prestigio y consolidación de su provincia, el Gobierno Nacional de las políticas macro y las políticas micro, aquel que le insufló vida al país. José Manuel es ortodoxo. Eso sería mucho riesgo para él. Y especula pero es bien sabido que se verá obligado a cambiar el discurso.
De la Sota debiera pensar, que si el diario Clarín mucho lo necesita y lo ambiciona, para que sea soldado suyo, y si Clarín trabaja desde los primeros setenta para beneficio exclusivo propio, y en contra del país, e incluso ha hecho morir a mucha gente, y lo puso, como parte mandante de un régimen, preso al mismo José Manuel, al que se torturó, eso, con precisión, es lo que debería avergonzar a de la Sota; de eso debería sentir pudor, de sentirse ambicionado y necesitado por Clarín para que sea de su amistad y funcionalidad. Si un peronista está disputado por la corporación antiperonista por antonomasia, eso, y no otra cosa debería hacer sentir pudor al gallego.
Es barato, o califica de barato a un hombre, el no sentir adhesión espontánea, ante la etapa política de supresión de todos los tutelajes. Considérese aquí, el valor de ser libres. No es aun fácil de mensurar, el impulso que a una nación le puede dar la supresión de todas las dominaciones que han venido cayendo, y siguen cayendo. Lula habló de dos líderes mujeres que pueden llegar a modificar el mundo desde el G20. Yo agrego que la posibilidad que tienen de modificarlo está concebida a partir de antes ser capaces de volcar la pretérita dominación, constituyéndose en los socios sin anclajes doctrinarios de lógica perversa. Si se ha logrado que el pacto interior nuestro establezca, que los recursos autóctonos sólo se aprovechen para la soberanía propia, quebrándose como se quebró, el antiguo pacto de dependencia o “estatuto legal del coloniaje”, que imposibilitaba integrar a los excluidos para sumarlos al banquete, de modo gradual, lento pero sostenido, remontándonos con eso a tener una sociedad a la altura de nuestros recursos ilimitados, es porque cambió la Era. Hablamos de recursos como la posesión de un alto status en lo científico-tecnológico, en múltiples categorías, y materias primas de toda especie. Lo que acontece pues, es asomar a la sociedad de las naciones sin el lastre estructural que tienen los más grandes, por estar comprometidos en guerras –decadencia, erosión de la confianza popular, modelo obsoleto-, y también un asunto muy gravoso, como es lo difícil de desactivar un entramado financiero de aspecto incontrolable. Nosotros no tenemos ese problema.
José Manuel de la Sota debe decidirse a ser parte de una cultura política con mucho futuro, al menos desde una mínima adhesión. Sino, le queda ser inauténtico, algo que ya nadie entiende; cómo entender el ser tibios y equilibrista sin red. Ser o no ser, esa es la cuestión.
*Integrante del Centro de Estudios Populares (CEP)
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