martes, 30 de septiembre de 2025

UN MUNDO PEOR QUE ENTONCES

Por Roberto Marra

Si la humanidad sobrevive a este tiempo de expectativas termonucleares, dentro de algunas décadas se estudiará, con particular dedicación, a este personaje de malas historietas que actualmente está pretendiendo revelarse como el supremo emperador del Planeta, justo cuando su imperio se está comenzando a desvanecer. Claro que si se lo estudiara a él, debería hacerse también con sus adláteres miserables del sub-mundo político europeo, ridículos personajes auto-investidos de poderes que nunca pudieran ejercer, si no fuera por la falta de conocimiento de la realidad de los habitantes de ese subcontinente pretendidamente creador del fundamento de la cultura.

Aunque su piel y su cabello indiquen lo contrario, el actual supremacista no se sonroja por sus dichos y sus acciones bestiales. Se presenta ahora ante el Mundo como el pacifista que pretende poner fin a “la guerra” en Gaza, mediante una serie de puntos que implican la rendición incondicional de quienes adversan a la entidad sionista genocida, para poner a cargo de ese territorio a un personaje desgastado (pero servil) del sub-imperio británico.

Es como un regreso al pasado ominoso, cuando los entonces (falsos) “vencedores” de la Segunda Guerra Mundial decidieron desplazar a los palestinos de su territorio e inventar una nueva nación para los judíos europeos, con la esperanza de dominación de toda el Asia occidental a través de un “gendarme” propio en esos lares.

Todo es, para el “sentido común” norteamericano, cuestión de negocios. Un poco de gas del Mediterráneo de las costas gazatíes, otro poco de “reconstrucción” de la infraestructura desmantelada a fuerzas de bombas israelíes, un despeje del suelo de decenas de miles de muertos que todavía yacen debajo de los escombros del genocidio para levantar algunas torres para el turismo internacional. Todo planificado para disolver los restos de rebelión que pudiera subsistir, sin la necesidad de seguir bombardeando lo que ya casi arrasado del todo.

Lo peor será escuchar a los “líderes” de todos los países “serios”, expresando sus beneplácitos por “la paz”. Lo repugnante será observar el seguidismo de otros líderes de menor relevancia repetir esos argumentos “pacifistas”, con tal de aparecer en la foto con el energúmeno que se auto-proclama el supremo mundial. Lo asqueante será ver el triunfo del genocida sobre la verdad infernal que sufre y sufrirá de por vida lo que quede del pueblo palestino.

Se apañan entre ellos, se entrelazan sus intereses oscuros, se enredan entre sus finanzas inundadas de sangre martirizada de miles de niños, levantan los restos carneos de las amputaciones sionistas como trofeos, se elogian mutuamente por sus “logros” territoriales, arrasan con la historia y sus testimonios físicos, alzan la voz del triunfo sobre quienes ni siquiera pueden defenderse con palos o piedras de sus toneladas de bombas y su torturas de fuego.

Son lo peor de la historia de esta humanidad decadente y obtusa. Son la resaca de los sueños populares de simples felicidades, anuladas a fuerza de balas. Son el resultado de la inacción de los pueblos del resto del Mundo, que sólo despertó cuando ya todo estaba acabando. Son el resultado, también, de la cerrazón de muchos líderes populares incapaces de hablar a tiempo y con la firmeza que demanda el horror visualizado. Son los ganadores de esta derrota planetaria, fruto podrido de la brutalidad intrínseca de una humanidad que sólo mira la realidad a través de las pantallas guiadas por los algoritmos del imperio.

El asco no terminará, en tanto exista quienes pretendan erigirse como dueños de nuestros destinos. Las semillas de la rebeldía natural de los pueblos germinará otra vez, donde sea, como sea y en las condiciones que sean. La historia no termina cuando el supremacista de turno lo pretenda, ni lo hará nunca, en tanto haya un ser humano capaz de sentir a los otros como a sí mismo. Pero nadie podrá revivir a los miles de muertos y desaparecidos en esa atrocidad perpetrada por quienes se dicen descendientes de otros que sufrieron algo similar hace ochenta años.

El Mundo es, hoy, mucho peor que entonces, cuando ese final anunciaba otra oportunidad para una humanidad que nunca supo o pudo aprovecharla.

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