sábado, 24 de junio de 2023

RENACER DE LAS CENIZAS

Por Roberto Marra

Maniobras, conspiraciones, intrigas, hipocresías, vanidades, obsecuencias, maldades, falsías, engaños, retrocesos, resignaciones, desencantos. De todos estos ingredientes se nutren las concepciones electorales de estas horas. Con actores predecibles e impredecibles, con derrotados y ganadores, con venganzas escondidas en las alforjas de algunos y obsecuencias multiplicadas entre los que se suben a cualquier tren para obtener la prolongación de sus eternos beneficios. Un revoltijo de nombres sin una manifiesta base programática previa, intentando “seducir” a un electorado desencantado y apático, lo que parece la única misión clara derivada de los nombres elegidos.

Un largo proceso de desgaste de la mujer que sintetizó las concepción justicialista de la política por estos tiempos junto a su compañero de vida y luchas, fue el estudiado y muy bien aplicado plan de destrucción de la relación de la sociedad con esa figura fundamental de esta parte inicial del siglo XXI. Los yanquis no actúan sin conspiración, para la cual se valen de figuras políticas locales creadas al efecto, o extraídas, a veces, de la propia fuerza política que desean acabar. Así se fueron sucediendo hechos que fueron carcomiendo la credibilidad popular masiva, imponiendo hechos nunca sucedidos como verdades absolutas, gracias a la que fue y es el motor fundamental de este deterioro cognitivo social: el poder mediático hegemónico.

El peronismo fue, desde sus inicios, atacado de todas las maneras posibles, creando una narrativa insolente y mendaz para intentar destruir la relación apasionada del Pueblo con sus líderes. Falacias e insultos fueron la previa de sus peores actos genocidas, donde sobresalen el bombardeo a Plaza de Mayo y la feroz dictadura iniciada en 1976. No es casualidad (nunca podría serlo) que en todas las manifestaciones de odio, venganza y destrucción estuvieran los mismos actores o sus descendientes o seguidores. Está en el ADN de los que no soportan la idea misma de la existencia de un movimiento popular que sustancie la inclusión y la equidad.

El kirchnerismo, que no es más que la expresión semántica que se dio en usar para expresar el liderazgo del peronismo por estos tiempos, fue el blanco de los ataques de propios y extraños desde la aparición de aquel flaco desprejuiciado y audaz que revolucionó las maneras y despertó la simpatía de millones, por efecto de sus propuestas y sus formas de actuar de cara a la ciudadanía. Su expresión femenina trajo a la política argentina aires renovados, logrando resignificar la política con su firmeza y su potencia discursiva llevada a la práctica con iguales modos.

Muchos de quienes fueron activos partícipes y benificiarios de las políticas aplicadas en los gobiernos de Néstor y Cristina, una vez obtenidos sus usufructos, se fueron sumando al desgaste y hasta el ataque hacia ellos, juntando sus voces negativas con la complicidad mediática y de la embajada coordinadora de todas nuestras desgracias. Algunos, por miserables objetivos politiqueros, por cargos y figuraciones para los cuales no tenían ni tienen capacidades manifiestas. Otros y otras, por el simple placer de convertir sus envidias en satisfacciones incoherentes con sus supuestos postulados.

La cuestión es que, gracias a esas conspiraciones y acciones, sumadas a los que pudieron ser decisiones erróneas y a los retrocesos obligados por tanta estulticia elevada al rango de verdad absoluta entre la ciudadanía, quien representa el valor más alto del significado de la palabra “política” por estos tiempos, la única persona capaz de afrontar con verdadera coherencia la relación entre los deseos populares y las posibilidades de aplicación de planes para hacerlos realidad, es la proscripta por un sistema amañado y nefasto para los intereses nacionales.

Una proscripción empujada por los enemigos del Pueblo, sostenida por un poder judicial corrupto desde sus raíces hasta su cúpula y comandada desde una embajada prolífica en cooptaciones múltiples de todos los pelajes. Un arrinconamiento mediante el uso de la persecución ilegal y del terror personal, con intento de magnicidio incluído. Una desconexión entre semejante lideresa y la ciudadanía provocada para alimentar un odio sin base real, pero sostenido por los pilares mediáticos que supieron carcomer las consciencias hasta la indignidad.

Ahora, frente al desarrollo de los acontecimientos provocados por la herencia maldita de la deuda adquirida por quienes se vuelven a proponer destruir lo que quede de estructura soberana nacional, con la ya innegable ejecución maliciosa de un presidente al que sólo parece haberlo motivado el desprecio por su compañera de fórmula, antes que la resolución de los dramas populares evidentes, las circunstancias imponen otra resignación más en la larga cadena de pérdidas populares.

No es ninguna casualidad, no se trata de simples acontecimientos inconexos entre sí. Es el producto de aquel plan que ha seguido su curso incólume, llevándose por delante lo que podría haber sido el resurgir de una nueva esperanza, para transformarlo en la rendición ante un enemigo que ha introducido el virus de la imposibilidad permanente en las arterias de un Pueblo abatido y empobrecido al extremo.

De aguante en aguante de hechos negativos, la población enfrenta un proceso electoral transformado en una disputa para ver quien es menos confrontativo con el Poder Real. Los candidatos con posibilidades de triunfo, ejercen un temeroso proceder ante los representantes de esas corporaciones que fueron y son siempre los principales beneficiados de cualquier tipo de políticas aplicadas con supuestos fines de desarrollo. El pobrerío... bien, gracias. Los expulsados de la dignidad, peor... y sin gracias.

La paciencia popular es, muchas veces, una medida de la responsabilidad. Pero otras, como ahora, se ha transformado en una abulia incoherente con las necesidades nacionales. Las banderas que supieron flamear en los corazones de las mayorías como impulsoras de una voluntad revolucionaria, se encuentran a media asta, expresando un duelo insoportable por las consecuencias previsibles de lo que puede venir.

Es necesario superar esta etapa maléfica y retrógrada. No cabe otra alternativa que retomar la doctrina como base, elevar el espíritu revolucionario y confrontar con los cobardes y los traidores. Es imprescindible desplazar la condición pauperizante de la razón del “no se puede”, para imponer la de las verdades inconmovibles de un Movimiento que no puede dejarse morir entre las ruinas de las palabrerías cómplices con los enemigos de la Nación. Tal vez haya que “desensillar hasta que aclare”, pero debe empujarse el amanecer, desde ahora mismo, con la presencia de la comunidad organizada en las calles de la rebeldía ante cualquier intento de entrega de soberanía y negación de justicia social.

Y rescatar de la feroz agresión permanente a la mejor de nosotros y nosotras, hacer con su liderazgo la transformación de la desidia en valentía transformadora de los conceptos políticos de gobernanza, hasta convertir la realidad en esperanza concretada. No está permitido abandonar la lucha para quienes creen en la posibilidad de una vida digna para todos. No está en los genes de este Movimiento que fue siempre capaz de una resistencia única. No puede ser el destino de esta fuerza inigualable la resignación por el desencanto o las derrotas. Ahoguemos el dolor de esta etapa de pérdidas relativas, con la construcción, desde el fondo de esta “olla” quemada por el fuego de desvíos y traiciones, de una fuerza insuperable, que rescate los valores permanentes de la doctrina que conquistó el alma de un Pueblo capaz de renacer de las cenizas.

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