Por Roberto Marra
Cuando desde un lugar de preeminencia de poder se sentencia sobre hechos incomprobados, cuando un funcionario de cualquier rango asegura lo imposible y asevera lo nunca sucedido, cuando las páginas cotidianas de los medios escritos se llenan de certezas inventadas para cada ocasión interesada; es cuando la mentira es la verdad. Una verdad manipulada, construida con el cincel mocho de los falsificadores de noticias, que ingresan en las conciencias preparadas durante décadas de ignominias pseudo-periodísticas, aseguradas con el candado enmohecido de los propietarios de la “justicia” revolcada en el fango de tanta mentira organizada.
El Poder real está siempre preparado y listo. Tiene a su infantería de aupados politiqueros al frente de las “conferencias de prensa” amañadas y sentenciadoras. Cuenta con el desapasionamiento de millones de ciudadanos desencantados por quienes prometieron lo que nunca cumplieron. Se vale de la traición de otros que debieron haberse adelantado a mostrar lo que podría suceder, pero prefirieron resguardarse al calorcito de la mediática obscena y sus protecciones mafiosas a los peores de todos los sectores.
Estamos ante la probabilidad inminente del regreso de los peores al poder político nacional y a muchos provinciales. Nos encontramos atados a una incertidumbre prevenible y con posibilidades de haber sido desmontada mucho antes. Vamos desarticulados hacia el matadero de ilusiones de unas elecciones oscurecidas por el trabajo de desgaste permanente de un enemigo que nos trata como tales, y a los cuales se los suele designar sólo como “adversarios”. Nunca volvimos (y mucho menos mejores), porque antes que pudiéramos hacerlo, el director de orquesta desafinó todos los instrumentos, para que nadie pudiese tocar la partitura que el verdadero liderazgo había propuesto.
Ahora caminamos inseguros en medio de las balacera de los Morales, las declaraciones de guerra de las Bullrich y compañía, las amenazas directas de salvajes desprotecciones sociales y ventas al peor postor de nuestras riquezas. Todo en medio de la anomia popular, producida por el desapasionamiento impulsado por tanta tergiversación del mandato originario, salvo en contadas ocasiones, donde la evidencia de los hechos llamaron a manifestarse, aunque de manera esporádica.
No alcanzó un ¡intento de magnicidio! para rebelar a las masas populares como debiera haber ocurrido. La programación judicial cortesana siguió su curso, para regocijo de los poderosos y alivio de los cómplices mediáticos. Las candidaturas oportunistas se lanzaron a corroer el espacio del mayor movimiento popular argentino, apañadas por la lapicera sin tinta de un ejecutivo que no se atreve a ejecutar sin pedirle permiso al Poder.
Estalla Jujuy, se desintegran las inmoralidades de Morales, pero sigue su ruta de improperios verbales y fácticos, porque el gobierno nacional no se atreve a manifestarse como tal e imponer el Derecho frente al latrocinio cambiemita de la provincia de Güemes. La valentía popular es dejada sola ante las balas asesinas del dictadorzuelo sin moral. El arrojo es del Pueblo, como siempre, y la vergüenza es de la dirigencia que no está a la altura de los hechos.
Se agrandan los energúmenos trogloditas neoliberales ante los micrófonos y las pantallas, sabedores de sus recursos comunicacionales y las respuestas deshilachadas de quienes debieran ser los conductores del levantamiento preventido ante la crueldad programada para el futuro inmediato. Se mueven diestros en el arte de la invención conspirativa, logrando adhesiones incluso de sus víctimas.
Frente a ello, prevalece la militancia twittera o whasappera, donde se gritan sordamente las verdades aplastadas por el volúmen inconmensurable de la mafia mediática comandada por Magnetto y sus secuaces. Quienes se atreven a levantar la cabeza de la dignidad, son vapuleados incluso por supuestos “compañeros”, pretendidos líderes inventados en su momento para impedir los avances de los que pudieran resultar revulsivos para el Poder.
No se construye sólo con descripciones de la realidad, pero parece imprescindible realizarlas cuando la inacción prevalece y la duda se acrecienta en las conciencias populares. Con tiempos cortos y necesidades largas, la vida se escabulle entre los dedos de las manos que ruegan por mejores tiempos, donde la vida valga mucho más que las balas de los violadores de nuestros derechos. Estamos ante un abismo mortal, el carro de la ignominia nos conduce hacia él cada vez con mayor velocidad y los frenos no parecen responder.
Hay que volver a poner los pies sobre la tierra, para frenar entre todos los que aún estamos vivos y despiertos este carro de la muerte nacional, para levantar nuestras cabezas y encontrarnos otra vez con el rumbo popular de los tiempos felices de no hace tanto. Todavía se puede reconstruir la esperanza, con la condición de poner al frente a la autenticidad doctrinaria de un liderazgo consciente de lo que se debe hacer. Al menos así, habremos hecho lo mejor posible para no retroceder tanto como se les ocurra a nuestros enemigos, y podremos descansar con las conciencias tranquilas por el deber cumplido, regresando al punto de partida de este sueño popular de casi ochenta años, mojando nuestras “patas” en la fuente de una Plaza redimida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario