domingo, 23 de abril de 2023

HAY QUE ESCRIBIR LA HISTORIA

Por Roberto Marra

La historia la escriben los que ganan”, es una frase muy repetida y con un gran sentido de realismo. La cuestión es que ahora, ni siquiera habiendo llegado a la etapa formal de los lanzamientos de candidaturas (aun cuando muchos ya se están probando los respectivos trajes a medida), hay quienes la dan por ganada y empiezan a establecer el fin del peronismo, o del kirchnerismo, o de cualquier cosa que huela a “nacional y popular”. Ni es la primera vez, ni será la última, porque el nacimiento y la muerte de un movimiento social de la relevancia del creado a instancias de su máximo líder, es el “leiv motiv” más desesperante de los enemigos internos y externos, que tratan de promover lo segundo y tergiversar lo primero, un modo maquiavélico de querer transformar la realidad y la historia como método de lavado cerebral social que evite la continuidad de esa ideología.

Hay que decir todo: desde adentro de este Movimiento también se bombardea, en nombre de intereses personales o derivados de complicidades espurias con el Poder Real, la base doctrinaria que hace a la adhesión masiva originaria y su continuidad histórica. Personajes envueltos en una bandera que no sienten como propia, promueven la derrota ideológica a través de sus egocéntricos lanzamientos como “referentes”, inventos para una población sacudida por la desesperación económica y la intrascendencia de un gobierno que auto-censuró su pertenencia justicialista desde los inicios de su mandato.

Todo está atravesado por el Poder Real y sus medios de comunicación hegemónicos. Todo está aplastado por un discurso negacionista de la historia, propulsor de desprecios y generador de inconsciencia. No existe la referencia en lo real o fáctico, sino en la calumnia elevada a la categoría de certeza. No se admite la contradicción a esas manifestaciones desgarrantes de la ética, porque necesitan un solo sentido, una direccionalidad unificada que mate al “monstruo populista” que les impide poner proa al abismo anti-nacional absoluto.

La creación de personajes más propios de historietas de la década de los '50 que del devenir actual, han convertido a la actividad política en campo propicio para la aventura devoradora de ideologías, una repetición casera y berreta del “fin de la historia” del supuesto filósofo Fukuyama de los '90. Pretenden la desaparición de los conceptos doctrinarios, pero también de la muerte física de quienes la sustentan, como lo demuestra el ¿olvidado? intento de magnicidio de Cristina Fernández, y las múltiples amenazas de represalias mortales de la beoda que se candidatea para ejercer la primera magistratura de la Nación.

La sana intención de frenar el colapso social, genera reacciones válidas y consecuentes con los primigenios postulados del mayor movimiento de masas argentino. La palabra “unidad” está sonando de nuevo fuerte en los actos convocados para re-encaminar a un frente desgastado y maltrecho por un gestión incómoda para las bases militantes, que no encuentran motivaciones más que un futuro que nos eleve otra vez por encima de la mediocridad de la repetición de fórmulas económicas atadas a las horrorosas decisiones del FMI.

La cuestión pasa por qué se ponga por delante: el caballo o el carro. Emerge la necesidad imperiosa de hablar antes de “programa” que de candidatos. Surge lo imprescindible de contar con una base escrita y firmada por todos los sectores componentes de este campo nacional y popular, antes de empezar a lanzar nombres al voleo, que terminen frustrando las esperanzas de las mayorías cuando deban enfrentar a los enemigos declarados de nuestro Pueblo, disfrazados del consabido y desgastado “no se puede”.

La mesa de la política está servida, pero con platos envenenados y bebidas sin espíritus. La traición se esconde detrás de cualquier mirada firme aprendida con algún “coaching” importado. La sinrazón invade las consciencias de los mirones televisivos y los seguidores de la “magia” twittera, convirtiendo el conocimiento en papilla pre-digerida por los gurúes de las pantallas. Los ladrones de ilusiones se gradúan en mentiras programadas, la materia más rendidora para obnubilar los pensamientos de los desprevenidos. Los eternos asesinos de presentes y futuros siguen acumulando poderes económicos y monopolizando la palabra a través de sus perversos columnistas.

Mientras, de este lado, desde el barro que ni siquiera atina a sublevarse como otrora, aplastado por la retórica de la espera permanente y la tergiversación de los mandatos, crece la urgencia de la definición y las respuestas a tanta pobreza y miseria incongruente con la definición de peronismo.

Busca la salida por arriba, mirando a quien una vez le otorgara validez a la retórica discursiva, haciendo honor a la palabra empeñada, deshaciendo la imbricación con los poderes destructivos de la soberanía, respondiendo a las demandas con hechos concretos y futuros promisorios. La Líder tiene en sus manos una carta muy fuerte para jugar en las decisiones que se deben tomar ahora. Pero no puede ser la única, porque sus espaldas no pueden quedar como un refugio salvador, sino como el sostén de un proceso que rescate la doctrina y la eleve al altar de la consideración popular, para hacer añicos la desesperación y la brutalidad, deshaciendo la ignorancia con la rebeldía conducida hacia la victoria con la firmeza del respeto a los sueños de las mayorías.

Es la hora del Pueblo empoderado, de la acción mancomunada y el desprendimiento de los dirigentes. Es el tiempo de la diligencia en la construcción de mensajes transmitidos con la seguridad de basarse en un programa respetado por todos quienes se dicen parte de este movimiento tan diverso, nacido al calor de las luchas por derechos que pueden llegar a ser derogados por sucios decretos de los enemigos, que pretenden hacer desaparecer la doctrina más popular, tal y como hicieron desaparecer a tantos miles de compañeros y compañeras hace más de cuarenta años.

Nos queda poco tiempo, hace falta mucho empeño, se necesita mucha humildad y se requiere la participación masiva. No es un cóctel facil de elaborar, pero es el único que sirve. No es una salida fácil, pero le cabe la definición de imprescindible. Ahora es cuando se tiene que demostrar de que estamos hechos. Y de cuáles son los límites que no permitiremos nunca que se traspasen.

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