jueves, 26 de enero de 2023

TODOS SOMOS ACTORES

Por Roberto Marra

Cuando se habla de “actores”, en primera instancia se entiende que se refiere a quienes ejercen ese noble oficio, base de artes como el teatro y el cine. Pero la palabra también es genéricamente utilizada para mencionar a quienes participan institucionalmente, forman parte del “elenco” de funcionarios estatales, grupos empresariales o sindicales, agrupaciones sociales o políticas. La cuestión es que esa denominación expresa acción, remite a roles, implica responsabilidades determinadas y, al igual que en lo artístico, promueve adhesiones o rechazos, simpatías o desagrados.

Más que nunca, hoy en día se ponen de manifiesto esas “actuaciones” en la política, hasta conformar una especie de “carrera” por el éxito actoral de quienes dedican sus vidas a la que debiera ser la más altruista de las maneras de ejercer la representación de las voluntades de los pueblos. Más bien, bastante apartados de esta lealtad elemental, estos “actores” terminan desempañando papeles que no se condicen con los “libretos” previamente expuestos a la consideración popular.

Claro que sí existen los buenos “actores”, los “Al Pacino” o las “Tita Merello” de la política, los que saben decir lo que piensan y actuar en consecuencia con ello. Pero hay otros “actorzuelos”, los mediáticos, que logran, con sus manejos abyectos de la verdad retorcida, oscurecer las labores extraordinarias de los mejores exponentes del arte politico. Forman parte de un reparto de escasas capacidades histriónicas, pero amplias difusiones a través de centenares de medios que deshonran la función que dicen cumplir.

En esos teatros deformados y oscuros, la degradación moral es exaltada como virtud y la lealtad a los principios, denostada. En esas “películas” clase B se promueven hasta imponerlos en la consideración mayoritaria, a personajes nefastos, retrógrados y de dudosos pasados. Son las “estrellas” de un presente ominoso y diluído en falsas realidades que corroen las voluntades honestas de la ciudadanía, hasta convertirlas en un caldo maloliente y venenoso para sus entendimientos.

Los “actores” de este “teatro”, falaz pero poderoso, hacen añicos la esperanza de un mundo mejor. Se empeñan en romper lo construído bajo la dirección de los grandes líderes, para lo cual no dudan en mentir y falsificar, anular y corromper, ultrajar y difamar. Con sarcasmos mal actuados, muestran todo su desprecio por sus congéneres, descalifican sin conocer (o, lo que peor, conociendo) y desatan las iras y los odios, sin raiz en ninguna causa objetiva, hacia los auténticos “actores”.

Las comedias se entrelazan con los dramas, hasta terminar en una especie de grotesco, pero sin la impronta excelsa de un Armando Discépolo. Una especie de burlesque, donde los roles de mayor predicamente terminan ejercidos por los peores. Una bajeza ética sin prejuicios para la destrucción de la cultura política que supo poner al comando de la Nación a figuras de trascendencia mundial.

En medio de ellos, está el reparto de una enorme cantidad de “pequeños” actores, pusilánimes adaptados a las circunstancias complejas en las que deben actuar, evasores de responsabilidades que no saben como enfrentar. Son el “elenco” que resulta, a veces, necesario sumar para confrontar con determinados poderes, pero que luego asumen roles para los cuales no parecieran dar el pinét. Estos son los que suelen hacer estragos con los esfuerzos de quienes les llamaron para ejercer sus funciones, tirando por la borda la dura historia de lucha, para terminar actuando como los poderosos adueñados del teatro de la vida desean.

Antes que nos bajen el telón de este teatro existencial, o que aparezca en la pantalla el “the end” que nos cierre el cine de la esperanza, debemos intentar convencernos de nuestras capacidades actorales, elevar nuestras voces y subirnos al escenario para interpretar la obra que nos espera desde hace mucho tiempo para ser culminada. Esa en la que algunas veces (muy pocas) empezamos a actuar como pueblo organizado, dirigida por los y las mejores, con puestas en escena valientes y guiones solidarios como ningunos. Y llegar al final de la obra con el triunfo de la dignidad y la justicia, para que se llene de aplausos la platea del futuro.

 

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