Pagar, devaluar, endeudar, condonar, son los verbos más utilizados por los gobiernos que no se atreven a observar los mandatos recibidos al asumir sus funciones. Consensuar, sería el otro, para generar el método que favorezca a los enemigos de un Pueblo al que, se supone, vino a servir el gobernante en cuestión. Aceptar cuanto reclamo emerja de las grandes corporaciones, es la medida del sometimiento, la tara que establece el máximo padecimiento popular aunado al proceso de enriquecimiento obsceno de las grandes empresas y sus propietarios.
Por ahí anda este oscuro “reconocimiento” a las empresas distribuidoras de energía eléctrica, con esa voluminosa condonación de una deuda por la que nunca se les reclamó demasiado. Por ese andarivel de una corrupción encubierta detras de la “necesidad” de obedecer las imposiciones del FMI, transita esta nueva estafa material y moral a la Nación. Una auténtica burla a los ciudadanos de a pie, esos que soportaron los vergonzosos aumentos tarifarios del macrismo, que nunca fueron revisados para que algo de justicia social se colara por algún rincón de este gobierno acobardado.
El cuento del “atraso tarifario” ha sido el caballito de batalla destinado a proteger los intereses de las compañías antes que los de sus clientes, los últimos orejones de un tarro donde todos meten la mano para servirse, menos los que pagan cada mes las exorbitantes cifras que terminan, siempre, en un corte de luz, una baja de presión en el gas o un hilo de agua saliendo de la canilla.
Con niveles de ganancias que superan el ¡400 por ciento!, estas empresas, a las que no les interesa un ápice el País, ni su gente, ni su desarrollo, no sólo llenan sus arcas y las fugan al exterior, sino que se dan el lujo de no invertir nada de lo establecido en los originarios contratos de concesión. La impunidad al más alto nivel, la burla y el cinismo en su máxima expresión, la miserabilidad más repugnante al servicio del apoderamiento de las riquezas del Estado.
Claro que nada supera la impotencia de sentirse estafados por quienes discursean peronismo y firman gorilismos. Se es o no se es, se actúa en función de la ideología que se dice sostener, o se denuncian los impedimentos para hacerlo con la vehemencia que la población espera de sus gobernantes. “No se puede” no es una frase digna de un estadista. “No me da la correlación de fuerzas” no es una disculpa atinada ante la barbarie neoliberal y sus manejos mediáticos y judiciales.
“No son tiempos de aventuras revolucionarias”, seguramente nos dirán. Pero los períodos temporales donde reina el neoliberalismo, implican la perdida de vidas, por el atraso en el desarrollo, la desnutrición, el abandono, la pobreza y la miseria, para terminar en ese proceso antinatural y antihumano del padecimiento del hambre en un territorio tan fértil.
El tiempo del sometimiento comienza a acabar cuando emergen las decisiones valientes de los gobiernos nacidos desde las entrañas de su Pueblo. A partir de allí, condonarles deudas a los traficantes del hambre y el subdesarrollo ya no será una opción. Favorecer a los eternos mandamases campestres, engreídos por sus fortunas que chorrean sangre, no puede seguir siendo una política de Estado. Entregar pautas publicitarias a los mentimedios del horror periodístico, no debe ser la manera de relacionarse con los poderosos. Aceptar las órdenes de los organismos internacionales, no puede convertirse en la única política económica y financiera de una Nación.
La soberanía es la base de una República de verdad. El protagonismo popular su reaseguro. La Justicia Social su horizonte y su razón de ser. Plantarse ante los enemigos de la Patria, sean quienes sean y se disfrazen de lo que quieran, es la forma coherente con los postulados doctrinarios que la mayoría reclama y necesita. Expulsar del Estado a los traidores y obsecuentes, la brava actitud que nos demuestre el valor de los que deciden. Y participar, la imprescindible actitud de una ciudadanía que no puede ni debe dejar que le sigan robando la vida y la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario