viernes, 8 de enero de 2021

EL OSCURO SENTIDO COMÚN CAMPESTRE

Por Roberto Marra

La generación de los llamados “sentidos comunes”, son el resultado de años de acumulación de afirmaciones sobre algún tema, de reafirmaciones que provocan certezas sobre lo que se trate, de abandono de la duda como elemento que incite a la investigación sobre el asunto en cuestión. Es la fijación de un absoluto en las conciencias, con tal firmeza, que impide siquiera la más mínima oposición a lo presentado como definitivo, casi un designio divino al que no podremos rechazar, so pena de convertirnos en “sacrílegos” del dogma petrificado.

Utilizando esos “sentidos comunes”, los poderosos logran instalar en las mayorías, pensamientos que no se compadecen con los intereses y las necesidades que ellas requieran solventar. Valiéndose de las herramientas que cada momento de la evolución histórica y tecnológica les provea, logran establecer “convicciones” que conviertan a esas masas de hombres y mujeres en un ejército propagandístico de aquello que, paradójicamente, sirve para destruir las posibilidades de su propio desarrollo virtuoso.

En nuestra Nación, los terratenientes, nacidos por obra y gracia de la consumación más obscena del robo de las tierras a sus dueños originarios, con la ayuda de la “intelectualidad” amoral que les proveyó de discursos y teorías para sus proyección histórica, fueron después estableciendo esos “sentidos comunes” que perduran hasta nuestros días. Producto de semejante enajenación material y espiritual, las generaciones de argentinos fuimos creciendo aleccionados por un sistema educativo erigido para sostener esa estructura económica y social que permitió la sucesión de una y otra caterva de ladrones al frente de las instituciones del Estado, con el único objetivo de impedir cualquier modificación, por pequeña que fuera, de aquellas premisas establecidas.

La desesperación que les provocara la irrupción del peronismo, con toda su carga de justicia social a cuestas, con sus nuevas premisas industrialistas, con los controles a las obscenas ganancias a las que se habían acostumbrado y logrado el aval de la población a través de aquel “sentido común” originario, fue el caldo de cultivo que derivaron en genocidios y proscripciones con olor, también, a “sentido común”.

Eso que se estableció como “el campo” (otro “sentido común” malversado) fue presionando a cada gobierno que se fue sucediendo, con el único fin de mantener y acrecentar sus privilegios. Algunos gobernantes temerosos fueron cediendo ante sus “sugerencias” y demandas, otros fueron directos partícipes del festín latifundista, pero uno en particular, el establecido entre 2003 y 2015, les resultó imposible de soportar, por la significancia de sus políticas distributivas y la manifiesta intencionalidad de generar un desarrollo que fuera más allá de criar vacas y sembrar soja para satisfacer a unos pocos miles de ladrones de tierras.

Nada les importó el haber sido quienes más ganaron durante esa “década ganada” por las mayorías populares. Impulsaron un golpe de Estado, combatieron cada una de las políticas generadoras de inclusión y trabajo digno y lograron, con la inestimable y cómplice actividad mediática y judicial, desalojar a ese gobierno y colocar al frente de la Nación a su pelele neoliberal. Después de haber provocado el endeudamento más grande del Planeta, de destruir gran parte de la industria y el comercio pyme, de arrastrar tras de ellos a unos cuantos “dubitativos” integrantes del movimiento nacional y popular, fueron desalojados de la Casa de Gobierno, pero no del Poder Real.

Así es que ahora, cuando a los padecimientos de la tierra arrasada que dejaron sus ceos, se le sumó una pandemia que vino a culminar lo que pareciera ser una obra maestra del terror, vuelven a la carga los mismos provocadores históricos de todas nuestras desgracias, para sembrar nuevamente sus “sentidos comunes” campestres, repletos de repugnantes mentiras, pero sostenidas con pasión no sólo por sus integrantes, sino por muchas de sus víctimas, creidas partícipes de los beneficios que nunca llegarán a gozar.

Si se logran frenar algunos de sus ataques, será por ceder ante sus demandas, que crecen exponencialmnete con cada pizca de temor que se les tenga, con cada paso dado hacia el destino que ellos han construido en dos siglos. Si no se les enfrenta con valor y firmeza, volverán por más y más de sus prebendarias maneras de enriquecimiento. De dejarles hacer a sus modos, la posibilidad de lograr cualquier avance social en beneficio de quienes más postergados están por efecto de esas exigencias, se reducirá siempre a la dádiva de una comida diaria y no al imprescindible desarrollo nacional que involucre a la totalidad de los ciudadanos y sus descendencias.

El cáncer campestre sigue carcomiendo las riquezas creadas por millones. Sus miradas elitistas y oligárquicas continúan cortando el camino hacia la dignidad mayoritaria. Sus extorsiones no cesan de generar retrasos y cercenar derechos, ayudados por el poderío comunicacional que les asegura la instalación de falsas verdades y la cobardía que algunos no pueden esconder. La hora de retomar el sendero de la verdadera Justicia, la social, no se puede seguir retrasando para satisfacer a estos provocadores asesinos de la historia y genocidas de los pueblos. Ahora es cuando crear nuestros propios “sentidos comunes”, que nos devuelvan las convicciones perdidas y recuperar, por fin, esa Patria que nos robaron esos malditos estancieros.

 

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