martes, 12 de enero de 2021

AGENDAS COMUNICACIONALES

Imagen de "El cohete a la luna"
Por Roberto Marra

Una agenda es mucho más que un libro de tapas negras donde se anotan las citas diarias. En realidad, se le ha denominado así al contenido de esas páginas fechadas, como indicativo de las prioridades que manifiestan quienes redactan esa agenda. De esa manera, los distintos “actores” de la vida económica, financiera, social y política, exponen públicamente sus objetivos y generan determinadas expectativas en quienes receptan su contenido, siempre y cuando comprendan a cabalidad lo expresado.

Que se entienda de una u otra manera la manifestación de las agendas públicas de cada uno de quienes las expongan, es el meollo de la cuestión, lo que determina el predominio de uno u otro rumbo social. De ahí la importancia que fueron adquiriendo, para el Poder Real, el dominio de los medios de comunicación y, con ello, del “relato” que haga atender prioritariamente lo expresado en sus agendas, antes que lo manifestado en las del gobierno al que pretendan influenciar o combatir.

Cuando un gobierno de origen y carácter auténticamente popular accede al poder político, elabora (o debiera elaborar) su propia “agenda”, la que, por lógica, tendrá que corresponderse con los objetivos y las metas que hicieron que la ciudadanía los eligiera por mayoría. Pero mucho antes ya que asuman las nuevas autoridades, los poderosos de siempre tienen ajustados sus mensajes para la agenda que necesita para mantener y acrecentar sus poderíos. La cantidad y la distribución territorial de “su” aparato mediático, les posibilitará influir sobre la población, de manera de disminuir o directamente anular lo que el gobierno en cuestión pudiera hacer con su propia agenda de trabajo.

Sabido es que el poder acumulado por ese pequeño porcentaje de la vida económica y financiera, resulta mucho más que el pequeño porcentaje que puede manejar el poder político. Eso sólo debiera ser suficiente estímulo para pensar en alejarse de lo determinado en las páginas de las agendas mediatizadas del Poder. Pero los gobernantes son, antes que eso, individuos de carne, hueso y... psiquis. Sobre todo en esto último, es que la maquinaria del horror comunicacional actúa, tanto en quienes tienen responsabilidades de conducir el Estado, como en los ciudadanos que los votaron.

Muy pocos personajes políticos han sido capaces de sustraerse de semejantes “apretadas” del Poder. Escasos y escasas en la historia han sido tan valientes como para enfrentar a estos enemigos del Pueblo disfrazados de demócratas defensores de derechos que conculcan a cada minuto. Confrontar a los poderosos no da réditos políticos, “sólo” otorga reconocimiento popular de los más despiertos de la sociedad, de quienes menos aceptan los mensajes sesgados y tergiversados de ese enemigo que se hace pasar por “socio” en un mar de desgracias inventado para combatir a los y las líderes que les pudieran impedir dar rienda suelta a su festín de enriquecimientos ilícitos.

La cuestión pasa, en este caso, por el predominio comunicacional. Quien posea mayor cantidad, calidad y distribución de medios en el territorio nacional, hace la diferencia en cuanto a marcar y decidir la agenda política. Por temor a perder influencia electoral en algunos sectores eternamente dubitativos de la sociedad, o por sostener un relato demasiado “amigable” con los poderosos para intentar frenar sus exigencias, el caso es que algunos gobiernos caen en las vías muertas de las agendas diseñadas por sus enemigos declarados, y terminan enredados en la misma telaraña de la que se proponía escapar para abrir nuevas esperanzass populares.

El uso del aparato mediático estatal ha sido estigmatizado por los enemigos del Pueblo. Esa fue una de las principales metas que lograron establecer en la mentalidad mayoritaria. Hasta los propios perjudicados por semejante irracionalidad comunicacional, levantan la voz irritada en defensa de la “libertad de expresión”, falsa descripción de la realidad mediática concentrada que apabulla las conciencias y anula la disputa ideológica. Traficando “constitucionalismos” y “legalidades”, periodistas inescrupulosos, comunicadores sin moral y politiqueros prebendarios, transitan las pantallas, las páginas y los parlantes que deciden lo que se piensa y lo que se dice.

Ante semejante desvarío irracional, no hay otra salida que romper esa estructura de dominación con una comunicación absolutamente enfrentada en lo ideológico y rotundamente alejada de las agendas del Poder Real. Un gobierno popular no puede soslayar el significado de postergar la construcción de una fuerza mediática capaz de sostener su palabra, de hacerla crecer y multiplicar, de marcar con cantidad y calidad el espectro comunicacional hasta hacerlo tan fuerte como el de los cipayos y sus mandantes de embajada.

Acabar con las ridículas afirmaciones en contra del uso de la Cadena Nacional como herramienta fundamental para comunicar la agenda que el Pueblo está esperando y votó, es un deber, más que una opción. Desarrollar la Televisión Pública y la Radio Nacional con todas sus emisoras federales, es un paso imprescindible para oponerse con claridad a los que se creen dueños de la palabra. Pero deberá hacerse con los y las más capaces, con los y las mejores exponentes de cada rubro que sirvan para elevar la consideración de quienes receptan esos mensajes. Terminar con la ocupación de cargos de conducción de esos ámbitos, por “figurones” sin ideología ni capacidad intelectual suficiente para comprender la importancia del rol que deben ejercer, es el primordial cambio de rumbo que podrá generar mejores prestaciones y un desarrollo eficaz y eficiente de esos medios fundamentales.

Se debe enfrentar al Poder Real desde todos los flancos, antes que desde esos mismos lugares nos encierren con sus “apretadores” profesionales. Esperar “buena voluntad” de los asesinos de la verdad, es un infantilismo. Los eternos ganadores, en nuestro País y en el Mundo, no ceden nunca sus privilegios. No hay otra manera que enfrentarlos con la misma dureza que ellos lo hacen contra el Pueblo del que extraen su poder económico. Y no existe manera más eficaz, para lograrlo, que convocar a todos y todas a ser protagonistas de una gesta comunicacional capaz de derrotarlos en su propio terreno, espejando sus falsedades con nuestras verdades, escribiendo con tinta indeleble las páginas de la historia que necesitamos, empujándolos al basurero de la memoria, cerrando para siempre sus oscuras agendas del odio y la traición.

 

1 comentario:

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