Imagen de "Va con Firma" |
Por
Roberto Marra
Aquello
que solo es aparente, que no es real, se denomina virtual, una
palabra que tiene, paradójicamente, otro significado, como es el de
algo que se considera que va a suceder inminentemente. Ambas
acepciones forman parte del sistema comunicacional que nos abastece
de noticias, intentando conformar una realidad que, dependiendo de
las intencionalidades del emisor, puede ser auténtica o simulada.
La
paradoja continúa con el logro de obtener la transformación de esa
virtualidad en un suceso de inmediata existencia, con lo cual el
resultado de la maniobra de los poderosos logra su fin principal,
como es el de la complicidad de sus sojuzgados en las perfidias que
acostumbra realizar para elevar sus dominios casi absolutos.
Noticias
virtuales recorren y se multiplican en las voces de los energúmenos
que ofician de “comunicadores” que, con caras de seriedades que
no poseen, nos transmiten esos fantasmales sucesos y materialidades.
Pantallas reproductoras de hechos virtuales nos impulsan a nuestra
degradación moral, amén del empobrecimiento neuronal que alimenta
la incomprensión y exacerba las pulsiones más degradantes, que
están siempre allí, listas para estallar ante la menor incitación.
Lo
imaginario dominará nuestras conciencias para convertirnos en
idiotas útiles al servicio de los magnates que solo miran como
aumentan sus cuentas bancarias en los paraísos fiscales. La
esperanza la transforman en palabra muerta, asesinada por la
virtualidad del oprobio concebido justamente para anularla,
impidiendo cualquier tipo de pensamiento liberador. Las utopías se
estigmatizan y denigran, haciendo añicos las prospectivas del
desarrollo virtuoso de la sociedad.
La
mentira se eleva al pedestal de “lo natural”, aplastando
sublevaciones antes de que sucedan, colocando piedras sobre piedras
en el alto muro de la inconciencia. Los aparatos judiciales forman
parte de este entramado perverso y constipante de la lógica rebeldía
que debiera estallar frente a tanto desatino. Los burócratas se
adueñan de las administraciones, construyendo sus propias
virtualidades, trastocando el sentido de sus labores, trazando una
línea imaginaria entre sus actos y los hechos necesitados por la
población.
A
veces, hasta colocan en los gobiernos a dirigentes virtuales, a
través de sus sistemas virtuales de convencimiento de la irrealidad.
Millones de impávidos asistentes a esa teatralización de la
existencia, se someten a sus imbecilidades, se atan al destino
abismal de sus proyectos y se autoconducen a sus propias muertes
civiles (cuando no, reales).
Cuando
las inverosímiles acciones de tales antipolíticos estallan en mil
pedazos la economía, aparecen nuevamente las esperanzas, alimentan
con votos la renovada ilusión y logran revertir el camino al
inminente cadalso social. Pero allí estarán, otra vez, listos para
inventar una nueva virtualidad, los mismos de siempre, los bestiales
hijos de la historia mal contada de una Nación que pareciera nunca
terminar de nacer.
Vendrán
nuevamente a elevar sus muros de patrañas, para impedir que asomemos
la cabeza y ver que otra vida es posible y que lo natural no es la
pobreza degradante junto a las enajenantes riquezas de unos pocos.
Estarán listos para crear nuevas virtualidades coherentes con sus
ambiciones repugnantes, para sujetar las riendas del gobierno recién
nacido, para amañarlo con sus prebendas y extorsiones.
El
tiempo de lo virtual debe finalizar. La bíblica razón de que la
verdad nos hará libre, nunca ha sido tan evidente como en la
actualidad. Los nudos de la ignorancia y los enredos de la brutalidad
deben ser desatados, para soltar las energías liberadoras de los
pueblos, para sostener de nuevo las banderas enlodadas por el Poder
asesino de cuerpos y almas. La conciencia será el motor de semejante
logro, cuando germine en la sociedad la semilla dejada allí por los
grandes hombres y mujeres que supieron saltar por encima de sus
propios tiempos, poniendo sus valores al servicio de una Patria que
hoy hasta parece, también, virtual.
Hacer
renacer tales simientes es el paso imprscindible a seguir, haciendo
lo que parece imposible, construyendo y sabiendo comunicar una
realidad palpable, sensible a los sueños de las mayorías, atada al
carro invencible de la verdad construída con la sumatoria de
millones de verdades. Y dejando de lado, alguna vez para siempre, a
las programadas fábulas de la virtualidad. Eso ya será, un virtual
triunfo.
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