lunes, 18 de mayo de 2020

¿SUBSIDIOS A LOS RICOS?

Imagen de "Veritas Online"
Por Roberto Marra
El mundo de los ricos está compuesto por personas cuya características básicas se constituyen desde el desprecio por quienes no lo son, por el odio hacia quienes, paradójicamente, les fabrican sus fortunas, por la meritocrática pretensión de haberse hechos a sí mismos por obra y gracia de sus esfuerzos personales. Sus egos sobredimensionados se manifiestan cada vez que hablan, pero más que nada, cada vez que actúan, momentos en los cuales aplican todo el rigor de patrones de las vidas ajenas con las que han acumulado sus millones.
El neoliberalismo, esa repugnante y enajenante forma de manejo económico y financiero de las sociedades, ha elevado proporcionalmente las exorbitantes ganancias fraudulentas de los magnates que son sus actores “estrellas”, al tiempo que pauperizado a sus millones de “sirvientes”, convertidos en zombies dispuestos a dejar la vida por “sus dueños”, que eso han pasado a ser los compradores de sus mal pagadas fuerzas de trabajo.
El dinero, en su mil formas de expresión, sigue siendo el fetiche que denunciara aquel famoso y estigmatizado filósofo del siglo XIX, cuya fuente de obtención, para estos auténticos ladrones de almas y cuerpos enajenados, es la explotación exacerbada de los más débiles del sistema que los llena de ese “vil metal”, torturando con pasión perversa a sus modernos esclavos de pagas exiguas y futuros anulados.
Entre esa maraña de miserias materiales y miserias del alma, los pueblos han ido encontrando grietas en los muros de la sinrazón construídos para encerrar la historia. Se han abierto paso hacia mejores vidas, han encontrado líderes que les respondieron a sus demandas y lograron algunos de esos pequeños grandes sueños que se creían perdidos para siempre. A costa de muchas vidas de valientes, sacrificados en nombre de libertades nunca ganadas del todo, comprendieron sus roles decisivos en la gestación de una nueva sociedad, donde la Justicia Social se encaramara en lo más alto del podio del trascendente tríptico de banderas jamás arreadas, pero tantas veces desgarradas.
Después del “huracán” neoliberal arrebatador de esperanzas y asesino de solidaridades, la desesperación logró más que la comprensión y ubicó al frente de la Nación a un gobierno que se corresponde con aquellas esperanzas sociales, para dar paso a una gestión donde primen los valores éticos antes que las malversaciones espúrias de los eternos ricachones, recreando un Estado presente para los de abajo, apoyo insustituíble para sus desarrollos individuales y colectivos, para dar paso a otra etapa liberadora de utopías diferidas.
En ese camino de “redenciones” sociales se atravesó una plaga ¿inesperada?, trastocando planes y deseos, convirtiendo a la sociedad en rehen de tan diminuto como poderoso enemigo. Supieron los actuales dirigentes enfrentar con comprensión y capacidad de respuesta adecuada a las circunstancias que les sobrevinieron. El Estado, ese mastodonte tan vapuleado desde los ricos, pero tan aprovechado por ellos mismos a la hora de acumular sus fortunas prebendarias, se tuvo que hacer cargo de lo que jamás, por incapacidad y desprecio, harían esos personajes que solo saben llenar sus cuentas bancarias y transferir sus caudales a donde nadie les cobre un impuesto.
Pero, nada es perfecto. Y aunque de buenas intenciones está sembrado el camino de los gobiernos populares, algunas de sus semillas suelen nacer torcidas, por efecto de tantos inútiles enquistados en la estructura estatal. La salida del infierno neoliberal está plagada (vaya paradoja actual) de yerros derivados de posturas demasiado complacientes con los poderosos, cuyas patentes de “corsos” de los bienes materiales de la Nación nos avisan de antemano de sus nefastas intenciones, nunca abandonadas.
Otorgarles créditos y subsidios al enemigo, con las falsas disculpas de “dificultades” para enfrentar las supuestas incapacidades de pago de haberes de sus esclavizados trabajadores, es como comprarles las armas con las que nos fusilarán si logran su regreso al poder político. El otro ya lo tienen, y desde siempre. Con ese otro nos vienen matando, de a poco o de a mucho, desde que naciera nuestra historia nacional. Ese no lo abandonarán nunca, en tanto no se les combata con la fuerza que da el conocimiento masivo de las razones del escarnio en que vivimos.
El “combo” malévolo de sus poderíos lo encabezan los multimediáticos procedimientos de capturas de voluntades, liderados por energúmenos que participan del festín de cada gobierno asesino del Pueblo que someten con especial pasión, cada vez que acceden al mando directo del aparato estatal. Sus redes y sus pantallas obnubilan a las mayorías y, aún cuando no lo deseen, también a parte de la dirigencia popular, que termina aplicando tácticas que solo favorecen el debilitamiento de sus capacidades de construcción de la sociedad nueva con la que se comprometieron.
No caben los retrocesos en nombre de la co-habitación con semejantes enemigos, porque atrás solo queda el abismo de la muerte cotidiana de los que solo son carne molida para esos “capangas” de látigos mediáticos. Atrás están los destinos de aplastamiento de todas las expectativas populares, atrás están las banderas postergadas, las ilusiones de millones de abandonados que, con la increíble fé intacta, son los primeros y solidarios reconstructores de los escombros de tanta estulticia, consumada en el hambre real de los que siempre han pagado las rentas de esos oscuros habitantes de la revista Forbes. Con ellos, la Patria solo terminará siendo siempre un lejano recuerdo infantil donde, simplemente, abrevaremos el inútil elixir de la esperanza muerta.

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