La gigante editorial de
publicaciones científicas Elsevier, de origen británico, responsable de Food
and Chemical Toxicology (FCT), The Lancet o Cell Stem Cell,
entre muchas otras, en el año 2009 reconoció que había inventado una revista
médica
completa,
con el único fin de promover los productos de la empresa farmacéutica Merck.
Tenía el aspecto de una revista médica revisada por pares, pero sólo contenía
reimpresión o resúmenes de artículos -la mayoría de las cuales presentaban
datos favorables para los productos de Merck- que parecían operar únicamente
como herramientas de marketing, sin ninguna aclaración del patrocinio de la
compañía farmacéutica. Merck proporcionó los papeles, Elsevier los publicó, y
los médicos los leyeron, sin saber que la "Australasian Journal of Bone
& Medicine" fue simplemente un montaje.
Ante los primeros "informes" mediatizados sobre una nueva
epidemia de Zika, enfermedad transmitida por el mosquito Aedes aegypti y el
incremento de nacimientos en Brasil de niños con microcefalia, médicos de la
Asociación de Salud Colectiva "ABRASCO" produjeron un Informe
Técnico
que ponía entre paréntesis la correlación entre Zika y los casos de
microcefalia. En cambio advertía sobre la posibilidad de que la malformación,
cuya relación con el Zika solo era una hipótesis, pudiera estar en verdad
vinculada a los químicos utilizados para el combate contra el vector, algunos
de ellos mezclados con el agua potable por disposición de las autoridades
sanitarias de ese país.
Médicos de Pueblos Fumigados de Argentina ampliaron el trabajo con
datos estadísticos que excluían certezas sobre la relación zika-microcefalia,
junto a elementos evaluados durantes otras epidemias que desaconsejaban
fumigaciones químicas como solución de utilidad para estas epidemias, en
coincidencia con epidemiólogos argentinos en la misma línea (vg. Sylvia
Fischer, UBA-CONICET).
La reconocida independencia de la industria y los laboratorios de
estos médicos produjo que sus investigaciones fuesen replicadas en todo el
mundo, una mala noticia para el futuro de la nueva campaña que prometía la multiplicación
de ventas asociadas al "combate contra el dengue-zika-chicungunya" y
la consecuente afirmación de la "utilidad pública" de las
fumigaciones químicas.
La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe) envió un
comunicado el 10 de febrero con el título “evitar el dengue, fiebre chikungunya
y zika es posible”. Propuso “tomar medidas de prevención” y ofertó sus
productos: “Existen diversos insecticidas que nos permiten frenar la
proliferación del mosquito y así salvar vidas humanas y MALFORMACIONES”. Entre
los socios de Casafe sobresalen Syngenta, Monsanto, Basf, Bayer, Dow, Dupont,
Nufarm y Rizobacter. Cinco días después, volvió a enviar el comunicado y el 29
de febrero insistió: “En todo el país se están desarrollando tareas de fumigación
y para lograr que el trabajo se realice de manera adecuada y eficaz se
recomienda mantener abiertas las puertas y ventanas de las viviendas para que
entre la ‘nube de pulverización’ (Página12, 10/03/16)
Rápidamente también salió a escena Elsevier "revisando",
"aprobando" y "publicando" a velocidad del rayo el supuesto
vínculo entre Zika y microcefalia en la revista "Cell Stem Cell" (Elsevier)
, que los medios, con mayor celeridad aún, se encargarían de amplificar y
legitimar. El estudio estuvo disponible el 4 de marzo, declara CSC.
Algunos medios como la BBC
e Infobae
lo publicaron el mismo día, Página12
lo hizo al día siguiente. Ninguno dudó en titular la asociación entre Zika y
microcefalia. También pudo escucharse a voceros de la fundación brasileña
FIOCRUZ confirmando la relación. Fiocruz ya dispone para la venta mosquitos de
laboratorio que no transmiten el dengue, según su sitio web que, afirma,
mejoran la [penosa] performance de los mosquitos transgénicos de la
corporación Oxitec.
Equiparar una revista con "la ciencia" puede parecer una
exageración. Pero una publicación "revisada por pares", en la mente
de la mayoría de los científicos es ciencia, afirman Claire Robinson y Jonathan
Latham, en su investigación publicada en Independent
Science
News
del año 2013. Una vez que un estudio se publica en una revista académica
ingresa al canon y se sitúa junto al descubrimiento de las placas tectónicas o
la estructura del ADN. Todas las demás investigaciones, no importa lo
innovadoras o verdaderas que fueren, serán irrelevantes. Si no se publica,
"no existe".
En el mes de octubre de 2012, con la nave central de la legislatura
santafesina desbordada de público como pocas veces, el Dr. Andrés Carrasco nos
explicaba el reciente hallazgo de su colega de la Universidad de Caen, Francia,
Gilles Séralini, publicado un mes antes en Food and Chemical Toxicology
(FCT, Elsevier) que causó una tormenta internacional (Séralini, et al., 2012). Las
ratas de laboratorio alimentadas con maíz transgénico (genéticamente
modificado) tolerante al herbicida Roundup de Monsanto, con y sin pulverización
o simplemente alimentadas con maíz no modificado genéticamente pero fumigado
con Roundup murieron antes que las ratas control alimentadas con maíz
tradicional (no transgénico) y desarrollaron un aumento en el número de
tumores. El estudio fue diseñado para probar la toxicidad y siguió los
mismos protocolos aprobados por la OCDE que Monsanto había utilizado en sus
ensayos, excepto que se prolongó durante dos años, es decir, toda la vida de la
rata, en lugar de los habituales 90 días de los ensayos de Monsanto.
A partir de ese momento se lanzó una campaña pública para desacreditar
el estudio y para que FCT retrajera la publicación. Pocos meses más
tarde, a principios de 2013, la junta editorial de FCT contrató un nuevo
Editor Asociado para Biotecnología, Richard E. Goodman. Goodman era
profesor de la Universidad de Nebraska pero también es un ex empleado de
Monsanto, que trabajó para la compañía entre 1997
y
2004 y publicó artículos sobre la seguridad de los alimentos
modificados genéticamente (Goodman y Leach 2004), además de sus permanentes
vínculos con ILSI, financiada por la industria biotecnológica y química.
Pasando por alto la cultura editorial científica de promoción gradual,
el nombramiento de Goodman para FCT es sorprendente también por el hecho
de que la revista ya tenía experiencia en estudios de seguridad de los
alimentos transgénicos. De los cuatro jefes de redacción, José L. Domingo es
profesor de toxicología y salud ambiental y autor de dos revisiones completas
de los estudios de inocuidad de alimentos transgénicos (Domingo, 2007;
Domingo y Bordonaba,
2011). Ambas revisiones expresaron escepticismo sobre la tesis de que
los transgénicos fueran seguros. En consecuencia, está lejos de estar claro
para qué FCT necesitaba un "editor asociado para
biotecnología", pero está claro por qué Monsanto tendría un interés en
asegurar que el "asunto Séralini" no se repitiera.
El "movimiento" conjunto produjo la retracción de la
publicación de Serallini de FCT en noviembre de 2013, invocando
"ausencia de conclusiones definitivas", por fuera de los cánones del
comité de ética (COPE) según los cuales podrían rectificarse publicaciones
(error evidente, plagio o redundancia o investigación no ética) y recurriendo a
un pretexto espurio, como si la ausencia de "conclusiones definitivas"
no fuera lo que caracteriza a las ciencias fácticas. En cualquier caso, FCT había
publicado documentos sobre ensayos similares que eran menos
"concluyentes" que los de Séralini. La diferencia, por supuesto, era
que sus conclusiones eran favorables a la industria de la biotecnología,
valiéndole a Elsevier campañas mundiales
de repudio, cartas a la editorial y a Elseiver y boicot de colaboración y
adquisición de todos sus productos y publicaciones.
En el año 2015 FCT expulsó a Richard Goodman y degradó al
editor jefe Wallace Hayes. El estudio fue republicado
en el año 2014 pero el objetivo de instalar la duda sobre la investigación de
Séralini y diluir el impacto inicial estaba cumplido.
FCT no es la única revista académica que parece haber sido
capturada por los intereses comerciales. Después de la campaña inicial, que no
pudo conseguir -temporariamente- la retracción del estudio de Séralini, la
revista Transgenic Research publicó una dura crítica (Arjo
et
al,
3013)encabezada por Paul Christou, afirman Robinson y Latham.
CHAPELA Y QUIST
Esta no es la primera vez que Christou ataca hallazgos científicos que
plantean dudas acerca de los cultivos transgénicos. En 2001 Ignacio Chapela y David
Quist, de la Universidad de California en Berkeley, publicaron en la revista
Nature que las variedades de maices mexicanos indígenas se habían
contaminado con genes modificados genéticamente (Quist
y
Chapela
, 2001). Este problema fue, y sigue siendo, muy controvertido ya que México es
centro genético de origen del maíz. En un paralelo exacto con el estudio
Séralini, una campaña en Internet fue emprendida contra Chapela y Quist
exigiendo que la revista retrajera el estudio. Entonces Christou, del mismo
modo que más tarde haría con el estudio de Séralini, atacó la investigación de
Chapela y Quist en un artículo en Transgenic Research. El título lo dice
todo: "No hay evidencia científica creíble presentada para respaldar las
afirmaciones de introgresión de ADN en las variedades locales tradicionales de
maíz en Oaxaca, México" (Christou
, 2002).
En respuesta a la campaña, el editor de Nature Philip Campbell
pidió más datos a Chapela y Quist, que proporcionaron, y organizó otra ronda de
revisión por pares. Sólo un revisor en el grupo final de tres apoyó la
retracción y nadie presentó ningún dato o análisis que contradijera el
principal hallazgo de Chapela y Quist. Sin embargo, Nature afirmó:
"La evidencia disponible no es suficiente para justificar la publicación
del documento original". Algunas investigaciones posteriores, con
diferentes muestras, informaron del hallazgo de genes transgénicos
(introgresión) en variedades criollas de maíz mexicano (Piñeyro-Nelson et al.
2009).
Paul Christou, por el contrario, probablemente no tenía mucha
dificultad para conseguir que cualquiera de sus críticas fueran publicadas en Transgenic
Research. Él es el editor jefe de la revista. Y, como Goodman, está
conectado a Monsanto. Monsanto compró la compañía de semillas transgénicas Agracetus
(ex empleador de Christou) y posee patentes para la producción de cultivos
transgénicos en los que Christou es nombrado como el inventor. Christou no dio
a conocer su conflicto de intereses en su crítica al estudio de Séralini.
EL ASUNTO ERMACOVA
En 2007, la revista académica líder Nature Biotechnology padeció
un ataque extraordinario sobre el trabajo de la científica rusa, Irina Ermakova
(Marshall, 2007). Su investigación de laboratorio había encontrado
disminución de la ganancia de peso, aumento de la mortalidad y disminución de
la fertilidad en ratas alimentadas con soja transgénica tolerante a glifosato
durante varias generaciones (Ermakova, 2006; Ermakova, 2009).
El editor de la revista Nature Biotechnology , Andrew Marshall,
se contactó con Ermakova, invitándola a responder preguntas sobre sus hallazgos,
que ella sólo había presentado en congresos. Él le dijo
que era "una oportunidad de presentar sus propias opiniones y conclusiones
en sus propias palabras". Ermakova estuvo de acuerdo.
El proceso que siguió fue tan engañosa como irregular. El editor envió
a Ermakova una serie de preguntas acerca de su investigación, las que ella
respondió. A su debido tiempo, ella envió un proyecto de lo que pensaba iba a
ser "su" artículo, con su firma como autora. Sin embargo, el artículo
que se publicó finalmente fue muy diferente. La firma de Ermakova había sido
retirada y sustituida por la de Marshall. Cada una de las respuestas de
Ermakova a las preguntas fue seguida por una extensa crítica por cuatro
científicos pro-transgénicos (Marshall, 2007). El proyecto enviado a Ermakova,
revelado como una celada
no había incluido estos comentarios críticos. En consecuencia, se le negó la
oportunidad de dirigirse a ellos en el mismo número de la revista. Y en el
artículo final el editor había conservado las referencias de los críticos pero
eliminó muchas de Ermakova, con el efecto de que sus afirmaciones aparecían
sin
fundamento.
La célebre investigación de Andrés E. Carrasco vio la luz en abril del
año 2009, a través del reputado periodista e investigador Darío Aranda (Página12)
prácticamente en simultáneo con los "aprietes" de la industria
química y biotecnológica denunciados por el mismo Carrasco y del requerimiento
-y presentación- en el "Juicio San Jorge", al que finalmente sirvió
de sustento para prohibir fumigaciones cercanas a la población.
Los resultados revelaron que la exposición de embriones de anfibios
al glifosato producía, entre otras, alteraciones de los mecanismos de la placa
neural evidenciados por una disminución de neuronas primarias que podrían
afectar el normal desarrollo del cerebro, cierre del tubo neural u otras
deficiencias del sistema nervioso, disminución del largo del embrión,
alteración de la zona cefálica con compromiso en la formación del cerebro y
reducción de ojos y alteraciones de los arcos branquiales; disminución de
algunas expresiones asociadas a ciclopía y holoprosencefalia en humanos, así
como defectos en la morfogénesis de los cartílagos craneales con disminución
del tamaño de la cabeza (ojos) y severas alteraciones intestinales.
La investigación, no obstante su repercusión a nivel mundial tanto por
la gravedad de las revelaciones como por el prestigio del jefe de la
investigación sobre los efectos del herbicida más utilizado en todo el mundo y
en Argentina en particular y que motivara la movilización de personeros de la
embajada de EEUU en y con el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad
Agroalimentaria de Argentina) como lo revelaron cables
filtrados
por
Wikileaks,
recién fue publicada el 18 de octubre del año 2010 en "Chemical Research in Toxicology",
disponible en internet recién en agosto, es decir prácticamente año y medio
después.
En contraste Cell Stem Cell, la publicación de la británica
Elsevier, exhibe los antecedentes de su publicación sobre supuestos vínculos
entre Zika y microcefalia: "Recibido el 24 de febrero [de 2016],
aceptado el 29 de febrero, publicado el 4 de marzo", es decir “todo”
en menos de diez días corridos.
Los diferentes criterios utilizados con Carrasco y Séralini pueden
entenderse no solo desde la financiación -la NIH (National Institute of
Health) a cuyo frente Obama designó en 2009 al público defensor de la
industria química y biotecnológica Francis Collins, figura entre los aportantes
a la "urgencia" del estudio de Cell Stem Cell- sino también
desde sus efectos sobre los balances corporativos.
*Asamblea de Pueblos Fumigados - Campaña "Paren de
Fumigarnos"
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