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Hace una semana, en una entrevista que le hice en mi programa de radio
Dejámelo pensar, el académico brasileño Denis de Moraes ampliaba un concepto
que, en rigor, yo había leído en una entrevista publicada en este diario,
firmada por Natalia Aruguete. Era que en lo que concierne a la región, el
neoliberalismo ha sido derrotado en la década pasada en lo político, pero no en
lo cultural. De Moraes es autor, junto a Ignacio Ramonet y Pascual Serrano, de
un libro que publicó Biblos, Medios, poder y contrapoder, que compila ensayos
de los tres. Me interesó esa distinción que formulaba el académico brasileño
porque no siempre se tiene presente que, entre otras, la noción de política que
persiste en el imaginario social azuzada por los poderes económicos es aquella
que “manchaba” en los ’90. Y por otra parte es una distinción que los propios
medios hegemónicos ocultan, para ocultar la preeminencia de su propia hegemonía
cultural.
“En los países en los que todavía
está vigente, el neoliberalismo no para de exhibir rotundos fracasos, pero sin
embargo, incluso en los países en los que ha sido derrotado políticamente, no
lo ha sido en los planos ideológicos y culturales. Allí permanece actuante,
vigoroso, incisivo”, dice De Moraes. De esa idea se desprende que la política
en sí misma –la política que se autodetermina, la que tiene representación
popular– es en la práctica y en más de un sentido un contrapoder que, en lo
cultural, no ha logrado derrotar el corpus hegemónico de ideas que,
desparramadas en el sentido común por enormes dispositivos de difusión, se
funden en las subjetividades de millones de personas.
Los tres autores que firman ese
libro pertenecen a una corriente de intelectuales y académicos latinoamericanos
y europeos que leen tanto la crisis global, la europea y la que empieza a
cercar a América latina en un sentido muy distinto del que fluye sin parar
desde los medios hegemónicos, y esos ensayos, precisamente, permiten entender
por qué hay discursos e ideas que siguen siendo barridas debajo de la alfombra
mediática. Otro nombre fuerte de esa corriente de pensamiento es el español
Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política en la Universidad
Complutense. Fue asesor del gobierno venezolano desde 2005 hasta 2010, pero en
los últimos tiempos Monedero se está ocupando de la crisis española, un síntoma
particular de la crisis europea y global. Su último libro, presentado en
febrero, se llama Curso urgente de política para gente decente. De qué se
trata, lo explica él: “Nos están diciendo que no busquemos alternativas, porque
las alternativas van a ser peores. Nos están diciendo que no toquemos nada,
porque lo vamos a estropear. Nos están diciendo que no escarbemos para buscar
otro tipo de soluciones, porque vamos a romper las que nos dan ellos. Todo eso
construye un hechizo que nos deja sin voluntad. Necesitamos un espejo que nos
alumbre, ángulos a los que no estamos acostumbrados. La única posibilidad de
superar este infierno, esta incertidumbre, es atrevernos a volver a tomar las
riendas de las metas colectivas. Y eso se llama política”.
Monedero allí les habla a
lectores españoles, pero lo que les dice se puede leer también desde este lado
del mar, en lo que a la acepción de la política se refiere. A un año de la
muerte del presidente Hugo Chávez, esta semana, en una entrevista realizada
también para Dejámelo pensar, Monedero define a Chávez como el hombre que le
legó a esta región “aprender a respetarse, a autogobernarse, y a perder el
miedo a que Estados Unidos lo hubiera considerado su patio trasero. El
presidente Chávez le enseñó a América latina a tratar de tú al presidente de
Estados Unidos. Fue recuperar algo de lo perdido hace quinientos años”.
Sobre la crisis que arrecia sobre
Venezuela en estas semanas, dice que si bien hay demandas estructurales y
derivadas del propio modelo chavista que es necesario escuchar, no cabe duda de
que esas demandas están siendo usadas por Estados Unidos para volver sobre la
región por lo que todavía no admite que no es suyo. Lo que sucede en Venezuela
“es una señal clara de que lo que se puso en marcha con Chávez fue una señal
muy poderosa, porque sigue teniendo efectos, y que se concentre tanto odio y
tantas ganas de derrocar al gobierno constitucional indica que Venezuela sigue
siendo un faro que ilumina al resto de la región, y por eso esa concentración
de esfuerzos en ese supuesto, que por otra parte es falso, ese creer que si cae
Venezuela después caerán por efecto dominó otros gobiernos latinoamericanos. Es
que no se entiende que el continente latinoamericano ha cambiado”.
Monedero afirma que la
desestabilización puesta en marcha en Venezuela tiene como telón de fondo el
interés norteamericano en los recursos naturales y la posición geopolítica de
la que algunos gobiernos populares o populistas de la región lo han privado.
“Sin duda que lo que sucede en Venezuela se dirige a la región, y eso lo ha
sabido leer muy pronto Brasil, lo entendió Lula y después lo entendió Dilma
Rousseff. A Estados Unidos lo que le interesa es controlar los recursos, el
petróleo, el gas, y también la biodiversidad, y ahí la Amazonía es un elemento
central. Y Venezuela es una pieza clave porque implica petróleo, pero también
es una puerta al Amazonas y recursos vitales como el agua. Desde hace años se
sabe que quieren esa puerta, es una pieza de su propia geopolítica. Hugo Chávez
fue quien frenó esos planes que ya estaban muy bien diseñados. Si uno mira textos
como el de Zbigniew Brzezinki, el gran asesor de la política exterior
norteamericana, en su libro El gran tablero mundial, ni siquiera consideraba a
América latina como algo exterior a Estados Unidos en materia geopolítica. La
daban como incorporada a los intereses norteamericanos.”
*Publicado en Página12
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