miércoles, 13 de septiembre de 2023

ESCUCHAR-NOS

Por Roberto Marra

Cuando se abren los mensajes de whatsapp, o se miran los posteos de “X”, o se observan las publicaciones de facebook, o se entra en las páginas web de todos los diarios de mayor predicamento, o se enciende la televisión, o se escucha la radio, lo primero que se encontrará por estos tiempos, y desde hace demasiado, es la imagen y las expresiones del engendro anti-social, anti-democrático y anti-argentino de la gran peluca. Una especie de “adoración” al que parece el personaje más mencionado por propios y extraños, elegido como ejemplo de lo bueno o de lo malo, pero elegido. Un monumento al desprecio por la realidad, la dignidad, la justicia, la solidaridad, transformado en eje de discusiones baladíes sobre expectativas electorales y estudios de comportamientos sociales.

La más clara manifestación de la incapacidad de atreverse a enfrentar al enemigo mortal del Pueblo, el titiritero poderoso y corporativizado que arrasa con las finanzas públicas y promueve el descalabro económico de las mayorías, se traduce en el payasesco relato de falsas actitudes “demócratas”, otorgándole la palabra a ese discapacitado sensorial, todo el tiempo. Y cuando no es él, la discusión sobre él o sus símiles abarcan largas tertulias de supuestos “especialistas” en marketing, politiqueros venidos a comentaristas y periodistas que parecen haber olvidado su básica misión de informar, para convertirse en “showmans” de la decadencia.

Comunicar es traducir la realidad desde una posición ideológica determinada. Cuando la pretensión es la “ecuanimidad”, la posición “intermedia”, el resultado es, como mínimo, la desinformación; y las más de las veces, la propaganda gratuita a los intereses de los poderosos. Las caretas caen unas tras otras en este mundillo periodístico, azotado por una mediocridad apabullante, negando lo evidente y protegiéndose en la falsa “libertad de expresión”, caballito de batalla elemental de todos quienes pretendan ser tenidos en cuenta por la prensa hegemónica, la mayor corruptora de esa supuesta “libertad”.

Pero ahí están la imágenes y los balbuceos insultantes de quienes se creen líderes, apabullando la racionalidad, aplastando los últimos resquicios de humanismo, alterando las pasiones hasta dirigirlas al desprecio y el odio. Todo el tiempo, en todos los lugares, con todos los protagonistas, la viralización de los actos degradantes de estos personajes se convierte en alimento parasitado de millones de idiotizados, que aceptan con placer la brutalidad que emiten esos monstruos, que terminan admirando sin comprender por qué.

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