viernes, 5 de agosto de 2022

LAS CRISIS Y LAS SALIDAS

Por Roberto Marra

La llegada de Massa al cargo de ministro de economía, producción y agricultura, produjo una ola de reposicionamientos entre los integrantes del Frente de Todos. El carácter de “superhéroe” con el que comenzó a ser tratado, sólo puede comprenderse por la magnitud de la crisis a la que fue acarreada la economía y la sociedad en estos dos años y medio de la presidencia de Alberto Fernández y su estrella (ahora apagada), Martín Guzmán. Crisis que se puede considerar alimentada por las inacabables especulaciones financieras del Poder Real, los ataques de su “grupo de tareas” mediático hegemónico y las ineptitudes y/o “desvios” de los objetivos pre-electorales del 2019.

Producido el desembarco “massista” al (pomposamente) denominado “superministerio”, comenzaron los realineamientos internos, especulando con el que pudiera ser el “éxito” de su gestión, con esa condición acomodaticia que muchos políticos (y no sólo) nunca dejan de tener ante los probables movimientos que les provean de una cuotita de poder futuro. Pero también resaltan los apoyos de los auténticos dirigentes, incluso el de la propia líder del FDT, que fuera quien lo convocara iniciáticamente a Massa para ser parte del mismo junto a Alberto Fernández. Algo que no extraña, dado el nivel de la crisis padecida, la de entonces, y la de ahora.

Pero, como siempre, conviene antes de mirar la foto, observar la película que nos trajo hasta aquí. Aunque no sea novedad, la cuestión de los procesos políticos que pretenden representar los intereses nacionales y populares, son rodeados desde el principio de sus elaboraciónes previas y durante sus gestiones en el gobierno, por un muy pensado procedimiento de “ahogamiento” de sus políticas públicas destinadas a generar una mayor equidad distributiva de las riquezas generadas en el País.

La cuestión es que esa actitud de los poderes fácticos antipopulares son ampliamente conocidas por todos y todas quienes participan de la actividad política. La experiencia nacional y de todos los países de nuestra región, hacen imposible la “sorpresa” ante esos ataques a la actividad productiva, a la moneda nacional, a las posibilidades de crecimiento soberano y a las intenciones de independencia de los organismos de créditos como el FMI o el Banco Mundial. Y si se conocen, se reconocen sus poderíos para someter a sus arbitrios las economías nacionales, con el claro objetivo de apoderarse de las riquezas generadas con el sacrificio de nuestros pueblos.

Por eso es incomprensible que no puedan ser previstas esas amenazas y sus actos depredatorios, desarrollando y aplicando medidas que les hagan más difíciles tales propósitos avasallantes de nuestra soberanía. Salvo que lo declamado en las campañas electorales no se correspondan con los auténticos motivos de sus presencias en los cargos que la esperanza popular les otorgara. O que sus aptitudes no sean las pretendidas.

El derrotero degenerativo de la voluntad popular, no parece provenir de simples errores. Más bien parece tratarse de una conspiración que el Poder Real sabe aplicar, y tiene con qué. Al asumir un gobierno popular, rodeado de las dificultades previas a las que nos acarrearon esos mismos poderosos y sus gobiernos afines, las nuevas autoridades pueden tomar un camino de confrontación con esos actores, o especular con la “seducción” hacia ellos, esto último, un indudable fracaso anticipado. Mientras tanto, la mediática provocadora de odios e inconsciencia sobre la realidad por parte de la mayoría de la población, habrá de rodear, en colaboración con el otro factor de destrucción interno, el poder judicial, al gobierno que intente corresponderse con sus promesas de justicia social.

Este “combo” fáctico, logra casi siempre, máxime cuando el gobernante asume una posición pusilánime ante semejante enemigo, los resultados que necesita para condicionar “la salida” de la crisis que van fabricando a medida que transcurren los meses y los sectores populares no ven ninguno de los objetivos inclusivos hechos realidad. Acorralado por esa situación prefabricada a medida de los intereses de los dueños de la economía, un gobierno en debilidad extrema termina aceptando las imposiciones que se les presentan como “única” solución al descalabro armado con tanta pasión antinacional.

El círculo de la derrota eterna ha dado otro giro, y nos ha depositado por enésima vez en las manos del mismo “diablo” neoliberal. La ciudadanía es otra vez conducida hacia la resignación del “no se puede”, la falta de una conveniente “correlación de fuerzas”, u otras sandeces que sólo manifiestan la cobardía ante un enemigo al que le conocemos todas y cada una de sus “mañas”, y sin embargo no podemos derrotar. Desmovilizados y agotados por la parafernalia comunicacional, la militancia se repliega a la resignación, mientras los auténticos líderes no encuentran más que persecusión y martirios judiciales por haberse atrevido alguna vez a enfrentar a ese oponente tan poderoso, que ha sido capaz de anular hasta los horizontes soñados tantas veces.

Tal vez (sólo tal vez), los nuevos integrantes del gobierno logren algunos de sus objetivos. Ante las circunstancias apabullantes de las cifras de inflaciones por las nubes y salarios por el subsuelo, será mirado como un triunfo, elevará la consideración popular sobre el ministro en cuestión, y puede que lo convierta en otra nueva esperanza. La advertencia de su pasado y el tono de sus medidas actuales, no permiten augurar demasiado acercamiento al ideario frustrado de una Patria más justa en lo social. Más bien se atisba mucho menos independiente en lo económico y muy alejada de la soberanía imprescindible en lo político.

No son momentos para abandonar la lucha ni para socavar los espacios unitarios, pero sí para renovarlos y prepararlos para una nueva etapa, que la refunde sobre las bases abandonadas de las banderas populares. Son tiempos de señalar con claridad los potenciales peligros de la aplicación de tales o cuales medidas, para marcar la senda que se pretende volver a recorrer. Es el momento para darle a los corazones otra oportunidad de sentir aquello que perdimos por este tiempo detrás de las zanahorias de los enemigos, para volver a intentar la construcción organizada de una nueva sociedad, sin miedo a las presiones, ni rencores con los errados, pero firmes como nunca ante los declarados enemigos de nuestro Pueblo avasallado.

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