sábado, 19 de julio de 2025

LAS PALABRAS VENCERÁN LA INDIFERENCIA

Por Roberto Marra

La indiferencia es la clave para saber si alguien es más o menos humano. La insensibilidad ante la realidad, demuestra la escasa vocación de la persona por ser parte de una sociedad, antes que de una sumatoria de individuos. La neutralidad es otra manera de alejarse de la toma de decisiones. El desinterés pone al descubierto el alma devaluada de quien no se juega por nada. La apatía propone la inacción permanente para callar ante las evidencias. La tibieza es el resultado de una racionalidad vacía de corazón, repleta de desafectos, consustanciada con el desdén, cerrada ante los peores dramas ajenos, una manifestación terminal de la deshumanización.

El problema de la indiferencia es cuando se masifica, cuando sus actores se multiplican y se asumen como portadores de una racionalidad superadora de los instintos solidarios. Le agregamos una buena dosis de desatinos de quienes manejan los sistemas mediáticos, le sumamos los odios pergeñados por los fabricantes de idearios políticos perversos, le ponemos unas gotitas del veneno de la historia falsificada, y obtenemos el horrendo elixir de la miseria consumada. De la material, y de la humana.

No se pueden dejar pasar las desdichas más obscenas de quienes son los más vulnerables de la sociedad. No es posible soportar el peso de los dramas padecidos por poblaciones que son voladas por los aires por los genocidas de estos tiempos. No puede admitirse la pasividad de los ignorantes y la pasión odiadora de los embrutecidos, sin decir nada, sin hacer algo que los supere.

Ante semejante despropósito social, la sangre debe hervirle a quien conserve todavía el espíritu solidario, la voluntad de cambiarlo todo, de dar vuelta la tortilla de la inequidad, de terminar con la inutilidad de los tibios y la falsa pasión de los obsecuentes.

Las palabras deben prevalecer sobre el silencio y las frases deben entrelazarse para construir los sentidos que sensibilicen a quienes todavía conservan algo de racionalidad solidaria, comunicando con entusiasmo lo que “sentipensamos”, como diría Galeano. Ese es el protagonismo que nos demanda la construcción de una sociedad justa, para darle fin a la idolatría hacia los peores. Y a la frialdad de los indiferentes.

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