martes, 9 de junio de 2020

LA SALIVA INÚTIL


Imagen de "Noticias de la Argentina y el Mundo"
Por Roberto Marra

La saliva, ese fluido corporal incoloro que sirve para lubricar la cavidad bucal, es muy importante para facilitar la función del habla, favorecer la limpieza bucal, ayudar a masticar y tragar los alimentos, además de controlar los ácidos al comenzar la digestión. Por todas esas funciones, resulta más que claro que debiéramos cuidar su producción, para lograr una mayor sanidad de nuestra boca. En función de estas definiciones, es que se suele utilizar popularmente una especie de “sentencia”, que nos dice que no hay que gastar demasiada saliva en hablar sobre temas o personas que se nutren, justamente, de nuestros dichos para sostener sus altos grados de imbecilidades.
No hay dudas que si algo es notable en esta sociedad actual, es el alto grado de enajenación de un buen sector de ella, que anda por la vida buscando motivos para defender pareceres que carecen de sustento racional. Por esa ruta del escarnio fácil, de la burla feroz, de la violencia verbal y la saturación de improperios con los que se expresan, se instalan falsas verdades, se elevan al rango de fetiches a determinados personajes, se ridiculizan a otros y se aplasta la realidad bajo el peso brutal de sus marginalidades orales.
Nada les sería tan sencillo, si no contaran con el inestimable apoyo del sistema mediático concentrado. Más aún, es éste quien suele “darle letra” a estos energúmenos con mínima capacidad parlante, como parte de toda una estructura de poder que facilita la continuidad y profundizamiento de la dominación social sobre las mayorías. Son sus bocas sucias las que hacen de altavoces de las elucubraciones sesudamente elaboradas en algún “focus group” imperial o, aquí mismo, en alguna de esas “fundaciones” con nombres libertarios, reducto de lo peor de la oscuridad del pensamiento antinacional.
No hay tema que los intimide, ni valores que los sostengan. Sólo el grito feroz y destemplado hacen de sus vidas el “portento” en el que creen estar, elevan sus egos más allá de lo habitual para un ser humano y estimula sus centros de placer, haciendo daño a sus enemigos ideológicos, profiriendo absurdas definiciones de lo que ni siquiera conocen y reproduciendo el odio que los nutre como único alimento para sus almas ganadas por la perversión de sus mandantes.
Qué hacer con ellos, es la pregunta. Qué estrategia adoptar para disminuir sus estropicios y alentar al resto de la sociedad, la parte más sana de ella, a continuar con la construcción de las esperanzas que le den fuerza para transcurrir sus días en medio de tantas desventajas, esas arteras maniobras elaboradas por los enemigos de sus sueños. No son una simple valla en el camino, ni una banda de inocentes equivocados, ni será demasiado probable dar vuelta sus pensares.
Se trata, antes que nada, de un grupo que debe ser aislado desde nuestras conciencias, elevando el nivel del debate, reduciendo la participación boba de los más pensantes hombres y mujeres del campo popular en sus programejos televisivos, como alimento de fieras que permanecen listas siempre a saltar sobre esas presas colocadas cual gladiador en el Coliseo de las cámaras. Se trata de aplastar sus verborragias inútiles con la eficacia que otorga el ignorarlos, para que continúen reproduciendo sus alaridos bestiales sin la claque que, aun si aplaudirlos, le sirven como bolsa de arena al boxeador, aumentando sus musculaturas influyentes en la sociedad que mira impávida semejantes teatralizaciones de la irrealidad.
No hay que gastar pólvora en chimangos, se dice en el campo. No hay que utilizar saliva en expresar opinión alguna sobre los dichos de semejantes orates sin cerebro. No debemos malgastar energías, tan necesarias para imaginar un nuevo Mundo, que lo soñamos siempre justo y solidario. No podemos terminar sirviendo a los intereses del Poder, haciendo lo que éste quiere que hagamos, solo por responder a tanta inutilidad parlanchina, vacía de contenido real y sostenida en base a la supuesta igualdad ciudadana que tengamos con ellos.
Allá sus desvencijadas opiniones sobre la nada misma. Allá sus miserias elevadas por el temblor de los cobardes y la traición de los especuladores. Allá sus oscuridades gritadas por la falta de razones y la sobra de putrefacción de sus flacos cerebros. Aquí, de este lado de la vida, en el sector popular de la construcción social con justicia y soberanía mental, sólo debe escucharse el dolor de los que nada tienen, de los perdidos en la ruta de un destino fabricado por ese enemigo resbaloso y fatuo, de los eternos marginados por la inequidad económica que nunca terminamos de desarmar. Aquí está nuestra misión, lejos de los griteríos de los imbéciles malgastadores de salivas, que ni siquiera son las suyas.

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