Por Roberto Marra
Las herencias, esos legados materiales e inmateriales que se transmiten a las generaciones que suceden a las anteriores, pueden ser asumidas por aquellas de distintas formas. Habrán quienes tomen los recaudos para sostener incólume lo heredado, sin modificar nada, convirtiéndolo en una especie de dogma conservador de “purezas”, tratando de homenajear a quienes les otorgaron el privilegio de ser sus herederos, estancándola en un tiempo que, obviamente, es irreproducible y que, muy probablemente, termine por relegar las verdaderas aspiraciones de los constructores de esas herencias. Por el contrario, estarán aquellos que decidirán olvidar los orígenes de lo heredado, las razones y las emociones que lo generaron, tirando al basurero de la historia ese legado, dilapidando sus probables enseñanzas o desdeñando sus previsiones no comprendidas.