miércoles, 9 de octubre de 2024

SECRETOS ¿INÚTILES?

Por Roberto Marra

En el ambiente político, está muy difundido el “secretismo”, un modo de mantener en reserva entre un pequeño número de integrantes de una agrupación, específicas acciones o determinaciones llevadas a cabo por alguno o todos esos participantes. Los líderes suelen tomar decisiones que prefieren sólo comunicar a sus más estrechos colaboradores, pero no hacerlas públicas, como modo de proteger la efectividad de sus acciones.

La reserva en cuestión puede ser considerada necesaria por los líderes, también por la existencia de opositores internos o pensando en sostener una táctica que favorezca la supremacía de sus ideas por sobre las de otros integrantes del espacio político que integren. Pero esos enigmáticos manejos de la información, tienen el correlato de la escasa participación del colectivo, que hace a la lógica de una organización política.

Un sistema movimientista o partidario cuyos directivos cifren sus posible éxitos en la ignorancia de sus propios actos por la mayoría de sus integrantes, parte de una posición que puede hacer pensar a esa mayoría que algo de lo que ocultan puede que no responda a la ideología o doctrina que les hizo formar parte de esa organización. Las dudas podrán ser aprovechadas por los adversarios internos de los eventuales conductores, imponiendo relatos acerca de lo que podría esconder el sigilo con el que se manejen desde la conducción.

Todo puede terminar en una especie de “campo minado” preparado por los opositores circunstanciales, que haga que cada paso dado sea arteramente dañado con el único objetivo de terminar con la prevalencia del sector que ejerza el liderazgo, para pasarlo a sus manos. Claro que todo ese proceso opositor, estará sostenido en su propio secretismo, para culminar, si tuvieran éxito, en otra ronda de misterios para los seguidores o militantes, que serán así cada vez más masa y menos pueblo.

Todos sabemos que hay informaciones cuyo conocimiento masivo puede generar reacciones complejas y ser aprovechadas por los verdaderos enemigos de los pueblos. La cuestión es hasta qué punto ese secreto debe sostenerse, antes que su ignorancia genere el alejamiento de la confianza en el liderazgo por parte de los integrantes del colectivo.

¿No sería la transparencia de los actos dirigenciales una manera de eliminar sospechas y pruritos? ¿No mejoraría el protagonismo de los participantes en esa agrupación política, que conocieran mucho más de lo que habitualmente se les comunica? ¿No incentivaría la participación el enterarse de manera directa y llana de los criterios diversos de todos los integrantes de la fuerza partidaria o movimientista, para poder resolver con criterio democrático real y sencillo lo que deba resolverse? ¿No haría la vida interna partidaria mucho más estable y honesta? ¿No sería un modo de batallar con mayores probabilidades de triunfo ante los enemigos que cuentan siempre con el poderoso medio de la provocación de la desunión para desperdigar los esfuerzos y acabar con quienes pueden terminar con sus dominaciones? ¿No sería un modo práctico de vencer la mentira programada de los medios masivos de comunicación hegemónicos respecto a lo que piensan los dirigentes que ellos adversan?

Tal vez sea una inocencia utópica la de pretender alejar el secreto como modo invariable de construir poder dentro de una organización política. Pero no significa que sea desacertado intentarlo de otra manera. El enemigo del Pueblo vive ocultando, mintiendo, encubriendo, callando y escondiendo. Los resultados están a la vista de la historia y del presente. Tal vez sea hora de mostrar en detalle, sin tapujos ni medias tintas, lo que cada uno piensa y pretenda, como modo de servir, con prístina lealtad, a los intereses mayoritarios de un Pueblo que sólo reclama la imprescindible dignidad de la Justicia Social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario