Por Roberto Marra
La realidad está construída por la sumatoria de miradas que sobre ella se realizan. El problema, para su comprensión, es que de esas múltiples visiones siempre hay una que resulta “ganadora”, invariablemente la que posee el mayor poder de comunicación hacia la sociedad. Entonces, cuando ésta reclama soluciones y medidas para determinados temas que la atraviesan, de alguna manera las respuestas políticas terminarán por beneficiar a quienes imponen sus puntos de vistas por la prepotencia de sus posiciones dominantes y la extorsión mediática que sirve para acallar las voces disidentes.
Esto no podía dejar de suceder en la cuestión de los humedales y la pretendida ley que diversas organizaciones ambientalistas impulsaron para su protección. Ahí están navegando durante años en el Congreso Nacional una serie de proyectos sobre el tema que, invariablemente, culminan cada año cajoneadas para una próxima oportunidad.
Se trata, en realidad, de una especie de teatralización de intenciones que no se tienen, acompañadas por el miedo a las corporaciones del Poder Real y sus amenazas de “sanciones” a los legisladores que se atrevieran a aprobarla y a la sociedad que vislumbra la necesidad, pero no ejerce la capacidad coercitiva que posee por su condición de “poder original” sobre eso mismos timoratos diputados y senadores.
Después vienen las ridículas explicaciones para la tribuna, que ya ni los mira ni los escucha, cansada de ser el “último orejón del tarro” en la toma de decisiones. Llegan los relames de los ganadores permanentes en esta disputa histórica de un poder que perdimos hace demasiado tiempo. Vienen las caras de “seriedad” de los gobernadores, que sólo miran el resultado del debe y el haber de sus economías, dedicadas a alimentar antes a las grandes corporaciones extractivistas, que a su pueblo miserabilizado por esa ambición obscena de las empresas mono u oligopólicas que acumulan divisas y desprecios antisociales.
Por su lado, los “atribulados” diputados y senadores, harán un festival de lamentos, explicarán sus cobardías con supuestas “estrategias” parlamentarias y escaparán por la tangente de una democracia de papel mojado, pronta a deshacerse sin presentar lucha ante el Poder que la desaparece cada día más. Aquellos que alimentaron (y siguen haciéndolo) el ataque artero a la Vice-Presidenta, muestran sus garras afiladas para atrapar a una sociedad martirizada por una economía atada al carro vencedor del FMI, lista para quedarse con el próximo resultado electoral, cuyo posterior ejercicio ya anuncian despiadado.
La falta de audacia, de valentía, de agallas, hacen al resultado de cada una de las pretensiones políticas perdidosas. La pusilanimidad ante el enemigo declarado del Pueblo y sus reclamos, se han transformado en política de Estado. La complicidad se muestra así, palmariamente manifiesta, salvo que se ejerza el escaso márgen de maniobra del pequeño porcentaje de poder que la acción gubernamental posee.
No se trata de temas menores, ni de un vano ejercicio de utópicas audacias. Está la vida de nuestro territorio en disputa con esos malvados dueños de casi todo, que maniobran despiadadamente contra las instituciones del Estado y contra la población, a la que arrinconan contra la pared de la pobreza extrema. Es la soberanía lo que se nos quita con cada batalla perdida ante estos trogloditas campestres. Es el saldo oprobioso de una historia que no pudimos (o no supimos) nunca dar vuelta del todo. Y será la pala del enterrador imperial para nuestros sueños de Patria, si no nos atrevemos a ser una Nación sin padrinos ni patrones, alzándonos a tiempo para arrasar con tanto desprecio por la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario