jueves, 17 de septiembre de 2020

MUCHEDUMBRES VIRTUALES

Imagen de "CNN en español"


Por Roberto Marra

Desde el comienzo de la gestión del actual gobierno nacional (y antes, durante los gobiernos del estigmatizado “kirchnerismo”), se ha podido ver que, regularmente, se realizan manifestaciones de grupos de personas “opositoras”, que tienen algunas características que los definen con claridad: son pequeñas cantidades de individuos, pertenecen a clases sociales medias, menosprecian a los sectores más empobrecidos de la sociedad, odian con fervor cualquier intento de generar justicia social (y por lo tanto al peronismo como su expresión política), actúan como si hubiesen perdido la razón o los sentidos y poseen un discurso unificado provisto por la “jauría” mediática que pareciera ser la conductora virtual de esos actos.

La instalación de esos grupos de alienados como representantes de “la decencia”, “la defensa de la democracia”, “el republicanismo”, son tareas a cargo de los medios de comunicación oligopólicos, soportes y socios de los poderosos grupos económicos dominantes, los dueños de los privilegios más obscenos, los históricos asesinos de la realidad y de quienes se atreven a manifestarla.

Desde esos “púlpitos” del “honor”, levantiscos personajes que parecieran extraídos de una historieta de terror, insuflan a los creídos integrantes de eso que han dado en llamar “la gente”, de odios y desprecios absolutos, miserables manifestaciones de ruindades hacia otras personas a las que se estigmatizan y degradan como seres humanos. La historia se hace polvo en la boca de esos “periodistas”, sustituyendo los hechos por discursos que alientan la aparición de los más bajos instintos en sus lectores, oyentes y televidentes.

A mayor complejidad de la situación social, más impulso a las aberraciones verbales. Nada los detiene en su camino de fabricación y profundización del odio de clase, ni siquiera una pandemia. Y ahí los vemos a los brutos comunicadores de desprecios, entrenando con denuedo a sus rebaños de idotas útiles, partícipes embelesados de cuanto acto con pretensión de destituyente se pueda generar. Las mil y una repeticiones de las imágenes y frases denigrantes, de ridículos individuos envueltos en una bandera que denigran con cada letra que pronuncian o de los gritos destemplados de “señoras gordas” del porteñismo avasallador del sentido de Nación, parecieran demostrar, irrefutablemente, la masividad de esos encuentros de delirantes. Pero se trata sólo una ilusión óptica o, más bien, discursiva.

La verdad, esa compleja construcción derivada de la observación y el análisis de los hechos, tamizados por la ideología que sustenta quien la intente descubrir, no se verá reflejada en esas imágenes y esos sonidos casi guturales de los manifestantes del horror clasista. Simples griteríos tomados como expresiones del “pueblo” (que así se pretende catalogar a esos energúmenos), son la base para preparar la destitución de un gobierno, paradójicamente, popular. Vulgares expresiones antes reservadas a los “barrabravas” futboleros, suenan ahora, para el periodismo vendepatria, como sinfonías en boca de las pulcras y elegantes damas de la elite porteña y de otras ciudades imitadoras.

Son muchedumbres virtuales, reuniones de escasa participación real pero muy elevado ego. Son la resaca de una borrachera de poder que vendió mil veces al País que pretenden sólo para ellos. Son el asco más profundo de la historia deformada por sus falsos recopiladores de verdades a media. Son la “berreta” condición de la maldad de sus desgañitadas gargantas y los centemares de parlantes y pantallas que certifican sus apariencias de multitudes. Son la proliferación de la mentira como herramienta de manipulación social, introductora de dudas imposibles sobre las necesidades más auténticas. Son el enemigo a combatir con las armas de la consciencia, sí, pero con instrumentos equivalentes a los que ellos poseen, poniendo el Estado al servicio del auténtico Pueblo, dejando de lado los falsos pruritos y los miedos inconsistentes al “qué dirán” los poderosos y sus mensajeros mediáticos.

Es tiempo ya de usar todo el “arsenal” de verdades, de expandirlas con la construcción de una red de medios propios, de utilizar esa “cadena nacional” tan vilipendiada por los fabricantes de sentidos únicos para sus exclusivos beneficios a través de su propia “cadena nacional del odio”. Es hora de combatir sus animadversiónes con una avalancha de certezas, de hacer pedazos la soberbia de los aprendices de oligarcas y sus pequeñas marchas de “gente como uno”. Y volver a ser muchedumbre real, cuando los tiempos pandémicos amengüen sus ataques, para demostrar que la Justicia Social no es sólo un par de palabras huecas, sino la más clara identificación de los sueños que nos pretenden robar, desde siempre, esos patéticos “cacerolazos” del desprecio antipopular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario