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El mensaje que fluye desde las
usinas económicas tradicionales apunta sobre el “exceso de demanda” para
explicar lo que suponen “desequilibrios” económicos. El aumento del gasto
público, la emisión monetaria, la expansión de la inversión pública, las
mejoras salariales, el alza de las jubilaciones y de los planes de ampliación
de derechos sociales y económicos serían las causas de una economía estancada.
El fomento de la demanda estaría inhibiendo a la oferta, o sea a la inversión
privada y, por lo tanto, provocando presiones inflacionarias, tensiones en el
mercado laboral y caída de la actividad. El incremento a las jubilaciones
anunciado ayer no contribuiría entonces a la estabilidad y al crecimiento, sino
que estaría alimentando los desequilibrios económicos. De una u otra forma, con
más o menos énfasis, los promotores del ajuste, ortodoxos y heterodoxos
conservadores, cargan sobre la demanda agregada planteando la hoja de ruta para
la economía 2016. La secuencia propuesta, con matices aunque con el mismo
objetivo, sería una política cambiaria más activa porque “está atrasado el tipo
de cambio”, lo que implicaría un ritmo de devaluación más acelerado, combinada
con una estrategia fiscal que denominan “responsable” para eliminar el déficit
público controlando el ritmo de expansión del gasto público.