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La DAIA cuestionó recientemente
al ex integrante de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni por comparar el
Holocausto (Shoá) que sufrieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial
con el “genocidio por goteo” que sufren los sectores populares en América
latina desde hace siglos. La declaración de la organización hebrea, quien se
autoinstituye como “representante político de la comunidad judía argentina”
–prerrogativa como mínimo inconsulta– calificó de inaceptables las expresiones
del jurista, al considerarlas una forma de “banalización” de la Shoá.
La acusación realizada por la DAIA merecería la indiferencia –sobre
todo por el nivel de ignorancia que incluye– si no tuviera varias implicancias
necesarias de esclarecer: por un lado, el hecho de que Zaffaroni es el más
importante académico que ha trabajado aspectos ligados a la discriminación en
nuestro país, y quien más ha aportado a la enseñanza y la difusión de la
problemática de la Shoá. Sus escritos sobre los campos de exterminio no sólo
son leídos en los claustros académicos argentinos y latinoamericanos, sino que
han formado a miles de estudiantes de grado y posgrado con contenidos de
criminología crítica, ligados a fenómenos de genocidio y crímenes contra la
humanidad. Su cátedra de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires fue el
primer lugar en la Argentina donde la temática tuvo un estatus de investigación
sistemática y donde sus discípulos edificaron los seminarios donde únicamente
se enseña historia de la Shoá.
Publicado en Página12
En segundo término, el cuestionamiento de la DAIA aparece como
asombroso cuando el propio Zaffaroni ha sido el prologuista de los anuarios que
esa institución ha dedicado a relevar la judeofobia y otras formas de
discriminación en la Argentina y ha sido, reiteradamente, orador central de los
actos de rememoración del Holocausto por ser uno de los más importantes
conocedores del tema. En la declaración del último fin de semana –amplificada
morbosamente por el diario Clarín– se consigna: “Las expresiones de Zaffaroni
son inaceptables. La Shoá no debe compararse con ninguna otra situación. Hay
infinidad de calificativos para graficar situaciones como para usar uno tan
caro a la sensibilidad de la comunidad judía toda”. Esta sola apreciación
exigiría que los dirigentes de la DAIA realicen un seminario intensivo de
capacitación sobre la temática: en su inducción deberían leer como bibliografía
obligatoria los textos de quien es el máximo referente actual de la Shoá a
nivel mundial, el investigador Yehuda Bauer: “Obviamente, el Holocausto fue un
genocidio y, por lo tanto, no sólo puede, sino que debe ser comparado con otros
eventos genocidas de similar naturaleza o calidad. El paralelo principal entre
éste y otros genocidios es el hecho del asesinato en masa, que es bastante
obvio. Otro, principal y paralelo se encuentra en el sufrimiento de las
víctimas, que es siempre el mismo. No hay gradaciones de sufrimiento, y no hay
mejores asesinatos o torturas o violaciones que otros. El sufrimiento de las
víctimas es siempre el mismo, y desde ese punto de vista no hay diferencia
entre judíos, polacos, roma (“gitanos”), rusos, darfurianos, tutsis o cualquier
otra persona (1).
Mientras Zaffaroni advierte que en América latina la discriminación,
el desprecio y la inferiorización siguen generando marginalización –y los
medios la amplían al construir “enemigos peligrosos”–, la DAIA mira su
desteñido ombligo haciendo oídos sordos a la vulnerabilidad que la
discriminación produce. Mientras Zaffaroni nos señala el genocidio neocolonial
que se expresa –también– en los 43 normalistas de Ayotzinapa, la
“representación política” repudia a quien se alarma por esta sangría. Y al
mismo tiempo enmudece frente a quienes se encargan día a día de instalar la
idea de que “los pibes pobres son chorros”, cosificando a quienes tienen ya
bastante con vivir en condiciones de vulnerabilidad.
El mapa de la discriminación en Argentina, publicado por el Inadi, nos
muestra que los grupos más desvalorizados a nivel social son los bolivianos,
paraguayos, pueblos originarios, las mujeres y los discapacitados. Quizá sería
hora de que la DAIA pusiera atención en esos colectivos que son “los judíos de
nuestra época”. La llamada de atención realizada por Zaffaroni debiera ser
tomada en cuenta por la DAIA para indagar acerca de la difusión, reproducción,
ampliación o indiferencia que producen los megáfonos virtuales en relación con
una problemática que produce trescientos femicidios anuales, miles de pibes
asesinados por su sola condición de “morochos” –como el caso Arruga– y
múltiples formas del sufrimiento social por “portación de cara”, obesidad u
orientación sexual no hegemónica.
Además de la ignorancia evidenciada por las declaraciones de la
institución de la calle Pasteur, es indudable la presencia de una raigambre
ideológica: la DAIA viene –velozmente, en caída casi libre– transformándose en
vocera de los sectores opositores al gobierno nacional. Abandona, de esta
manera, la misión por la que fue fundada en 1935, cuando el rol central estaba
constituido en “la lucha contra el fascismo, la judeofobia y toda forma de
discriminación”. Las declaraciones de sus actuales dirigentes debieran estar
orientadas a condenar al racismo que todavía sufren los colectivos marginados,
repudiar el desprecio que sufren los bolivianos cuando son considerados
“bolitas” o enfrentar la habitual asociación entre musulmanes y terrorismo, con
la que se humilla a mil trescientos millones de islámicos en los canales de TV,
el cine o los juegos de PlayStation.
La tergiversación de la misión original de la DAIA es lo que le
permite al vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolf, solicitar que Zaffaroni
“recapacite y exprese a la brevedad la correspondiente retractación a estas
desafortunadas e inoportunas declaraciones”. Quizá, frente al desaguisado –que
mixtura ignorancia y embanderamiento opositor–, podrían invitar a Raúl Eugenio
Zaffaroni para que ofreciera una conferencia acerca de qué es, qué fue la Shoá
y cuáles son sus correlatos y herencias contemporáneas. En esa oportunidad
tendrían la gran posibilidad de aprender algo acerca de la lógica de los campos
de exterminio y –sobre todo– de pedirle disculpas.
* Sociólogo. Ex director ejecutivo de la DAIA.
1. Yehuda Bauer, Holocausto y Genocidio Hoy, Museo del Holocausto,
Buenos Aires, 2009, página 20.Publicado en Página12
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