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Estamos presos.
Todos estamos presos en una cárcel mediática, donde los carceleros nos torturan
a diario con diatribas y falsedades, pero titulando con rimbombancia, sobre
cada acción del Gobierno nacional. Defensores de la “libertad de expresión”, se
golpean el pecho por los humoristas franceses, y manipulando frases sueltas,
pretenden equiparar al Gobierno Nacional con los asesinos de París. Con los de
las balas a los humoristas, no con los otros grandes asesinos de traje y
corbata que con la máxima hipocresía que alguien pueda imaginar, con sus falsas
caras de compungidos “patriotas”, se reúnen para repudiar el golpe comando (eso
sí, a un costadito de la manifestación, por las dudas).
Porque para estos denostadores permanentes, líderes de la “prensa
libre” local, los gobernantes europeos y yanquis son los ejemplos a seguir. Es
lo que se reclama cada día por sus escribas en las peroratas de dudoso carácter
periodístico, más bien un amontonamiento de odios y mentiras, dichas siempre
desde las alturas de sus “prestigiosas plumas”. Justamente, plumas como las de
sus amados “buitres”, a quienes defienden con descaro en sus ataques contra el
País.
Como defienden con fruición a un Poder Judicial en permanente
embestida contra los otros legítimos poderes del Estado, ahora por el tema de
los nombramientos de fiscales por la Procuradora Gils Carbó. Es repugnante leer
y escuchar las alegrías que se manifiestan en cada “comunicador” por las zancadillas
que estos “juececillos” le meten a la legal, constitucional y legítima labor de
quienes asumen sus cargos para servir con honestidad al Pueblo que los
sustenta.
Pero si de constitucional se trata, es imposible que estén de acuerdo
los Magnetos, los Mitre y sus acólitos menores. Jamás la tuvieron en cuenta en
sus búsquedas de poder, logrado con sangre y sufrimientos indecibles de varias
generaciones. Poder que comparten con las corporaciones económicas y
financieras con las que generan los males de los que después culpan a los
Gobiernos por sus irresoluciones. Han sido y son siempre los mismos los que
detentaron el dominio sobre nuestros destinos, personales y como sociedad. Son
los que nos mataron en nombre de la libertad. Son los que nos hundieron en la
miseria en búsqueda del supuesto derrame
de bienestar que jamás llegó.
Ese bienestar, el que nos negaron durante toda nuestra existencia como
Nación, es lo que no soportan que se esté construyendo desde hace más de una
década, encima en la mayoría de los países de nuestra América. Es
imprescindible razonar, rememorar, analizar el origen, las situaciones que
padecíamos y compararlo con la actualidad. Sin mentirse a sí mismos por
mantener un odio ridículo hacia la ideología que sostienen los gobernantes que
hicieron el camino hasta ahora, en la búsqueda de la equidad y la justicia
social.
No podemos olvidar cual es la razón esgrimida por los denostadores
seriales: la corrupción. La construcción de un imaginario de corrupción
generalizada en el Gobierno Nacional es uno de los logros fundamentales del
poder mediático. Ha obtenido un
importante éxito entre el medio pelo argentino, y aún entre quienes sólo
aspiran a serlo. Por fuera de que jamás han logrado mostrar una prueba absoluta
de tales corrupciones, lo que importa es lo que queda en las mentes de los
argentinos, siempre proclives a buscar agujas en pajares ajenos, una cultura
denostante que ha calado muy hondo en nuestros intelectos.
Ahora estamos empezando a transitar un año donde las decisiones serán cruciales.
Donde lo que se resuelva será determinante de un futuro que es necesario que no
se detenga por el caprichoso deseo de los poderosos. No es necesario dar
nombres para reconocer a los enemigos del Pueblo. Están a la vista cada día.
Pero el problema es que los espejitos de colores todavía subyugan a muchos
compatriotas. Los centenares de años que nos distancian de la llegada de Colón,
aún no han logrado evitar que se caiga reiteradamente en el deslumbramiento que
producen los poderosos, puestos a cooptar nuestras cabezas.
Pensar es una acción más que saludable en estos casos. En todos los
casos, claro. Pero en los momentos críticos, donde nuestras propias vidas están
en juego, no podemos darnos el lujo de dejarnos llevar de las narices por un
grupo de casi payasescos politiqueros que nos ofrecen futuros maravillosos,
siempre y cuando corramos a los gobernantes actuales y sus ideas de justicia
social. Lo importante es controlar la inflación, dicen. Lo importante es bajar
el gasto público, dicen. Lo importante es integrarnos al mundo, dicen.
La cuestión pasa por las explicaciones que jamás dan, porque no pueden
darla. De hacerlo, se caerían sus caretas de asadores con camisas de manga
larga, o sus inauguraciones de bicisendas, o sus designaciones de jefes
corruptos para dirigir la policía. En realidad, no les interesa la inflación
(de la cual son los generadores sus jefes, los dueños del Poder Real). El
“gasto público” son nuestros salarios, compañeros y amigos. Son nuestros
beneficios sociales, la salud, la educación, nuestro esparcimiento, la
posibilidad de crecer y de mejorar, individual y colectivamente. Y el mundo al
que se quieren integrar es el del poder financiero internacional, del que son
sus socios menores, para que vuelvan a dominar nuestra existencia en forma
absoluta, y robarse nuestro petróleo y nuestras aguas.
Es el momento de los números. Es importante tratar de encontrar datos
que nos permitan comparar. Es un trabajo sencillo: 2003 versus 2015. ¿Que a
usted no le fue bien? ¿Qué no avanzó como hubiera querido? ¿Qué su empresa
tiene inconvenientes para gestionar un crédito o para importar una máquina?
Claro que es posible. Pero ¿Quiénes son los responsables reales de esas
situaciones? ¿No tendrán nada que ver los centenares de millones de dólares que
se fugaron los mismos que se rasgan las vestiduras por la “falta de libertad”
para viajar al exterior? ¿No tendrán nada que ver los mismos bancos donde a
usted le niegan un crédito, pero lavan dinero del narcotráfico y lo llevan
clandestinamente a Suiza?
Hemos llegado muy lejos desde el 2003. Tan lejos como nadie hubiera
imaginado. Se ha reconstruido una Nación desde las mismas cenizas. Lo más
interesante que esto no lo dicen sólo quienes defienden el Proyecto actual. Lo
sostienen los propios industriales, los comerciantes, los productores
agropecuarios. No con sus palabras, claro. Eso jamás lo harían. Pero lo
demuestran sus calidades de vida, sus casi opulencias en comparación con el
2003. Lo demuestran los mismos que, con sus bocas llenas y sus autos nuevos,
denuestan al Gobierno Nacional porque ¡no pueden comprar muchos más dólares! Y
los jubilados, que no paran de quejarse por sus salarios (que no son los
ideales, que necesitan crecer), pero que parecen haber adquirido un alzhéimer
generalizado respecto a sus situaciones paupérrimas de 150 pesos por mes
durante ¡diez años seguidos!
¿Quién dice que está todo bien? ¿Quién habla de felicidad absoluta?
¿Quién puede negar lo que falta solucionar? ¿Quién es capaz de olvidar los
bolsones de pobreza que subsisten? Pero: ¿cómo lo piensan subsanar? ¿Con menos
gasto público, con menos salarios, con jubilaciones privadas, con alianzas
“estratégicas” con el poder financiero internacional y los buitres? ¿Querrán
hacerlo con el petróleo, la aerolínea de bandera, el agua y los trenes, en
manos privadas? Los que se golpean el pecho por las muertes en Paris ¿querrán
quitarles la asignación universal a los “negros de mierda” como en Europa
quieren quitarles derechos a los musulmanes?
Pensar. Es todo lo que se necesita. Pensar. Para tomar conciencia de
cada medida o Ley que nos ha ido otorgando derechos en estos últimos años. Para
decidir con patriotismo (sí, patriotismo, eso que hace diez años nos parecía
absolutamente falso) el destino que estamos conminados a construir. Para
terminar para siempre con el poder omnímodo de
los medios poderosos, de sus dueños y de sus sostenedores
internacionales. Para terminar con la “justicia ilegítima” de un Poder que no
se resignará jamás a perder sus privilegios, que solo nosotros, el Pueblo,
podremos quitarles. Para dar vuelta, por fin, la página del odio irracional
hacia quienes, con más aciertos que errores, vinieron a intentar cambiar
nuestras vidas para darles una razón para ser vividas.
*Arquitecto
Secretario de la Asociación Desarrollo & Equidad
Te voy a entablar demanda por haber copiado lo que fui manifestando en muchos blogs del palo durante los últimos 4 años. Además de ser absolutamente verídico, casi indiscutible lo que exponés, me permito agregar la valiosísima característica de LA MEMORIA. No sólo Memoria, Verdad y Justicia sino MEMORIA, a secas. Maravilloso atributo que empleado consecuentemente puede evitarnos volver a incurrir en los errores que, por ignorancia, candidez o desinterés, hicieron que nuestro país haya andado malamente, a los tumbos durante casi 50 años, terminando con las ruedas para arriba en un 2001-2002 en los cuales se habían esfumado tanto el presente como el futuro.
ResponderEliminarAbrazo
Bienvenida tu demanda, Tilo, porque siempre algo de lo que cada compañero escribe queda en nuestra memoria, la de quienes sentimos la necesidad de resguardar lo logrado y desmontar las mentiras. Si, es a la MEMORIA a la que apelo fundamentalmente, básico modo de evitar las conductas equivocadas (para ser benévolos) de una parte de la sociedad argentina. Gracias por tus aportes, siempre valiosísimos. Abrazo compañero.
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