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Resulta curioso ver cómo conviven en la oposición mediático-política
dos posiciones visiblemente contradictorias: mientras cada iniciativa política
o legal del Gobierno es atacada con ferocidad –la gran mayoría de las veces por
estatista y populista– se sostiene que el Gobierno no tiene ningún proyecto,
que no ha habido cambios en el país y que todo se reduce a la concentración del
poder bajo un decorado retórico que invoca transformaciones inexistentes en la
realidad. Esta pirueta argumentativa ronda una cuestión fundamental para el
juicio sobre el presente y el futuro político argentino. Se trata ni más ni
menos del modo con que entendemos estos últimos once años, el lugar histórico
que tienen y, en última instancia, la naturaleza política de los gobiernos de
los Kirchner.