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Como la economía es un espacio de disputa de poder donde intervienen
actores sociales con intereses enfrentados, existe una fuerte tensión en los
relatos sobre los acontecimientos según quién sea el emisor. Esas explicaciones
de eventos económicos tendrán más o menos predicamento de acuerdo con el grado
de captación logrado en la atención social y qué tipo de hegemonía discursiva
fue conseguido en los canales de difusión. Se trata de una disputa válida de
relatos económicos desplegados en el debate público. Por caso, la inflación
será entendida por unos como una derivación del aumento de la emisión monetaria
para financiar el gasto público, mientras que para otros será la expresión de
la intensidad de la puja distributiva y alimentada por el mercado cambiario.
Son manifestaciones de posturas políticas diferentes con raíces interpretativas
en corrientes del pensamiento económico opuestas. Es una disputa por la
orientación de la política económica con impactos distintos en los sujetos
económicos. En forma esquemática, unos postulan el ajuste (fiscal y monetario)
para alcanzar el bienestar y otros proponen la expansión (fiscal y monetaria)
para lograr ese mismo objetivo.
En esa legítima pelea política e
ideológica por el sentido, cada relato privilegiará cifras, tendencias o
iniciativas que permitirán fortalecerlo y minimizará o ignorará las que lo
debilitaría. Si la dinámica de esa pelea fuera sólo así, los debates serían de
más fácil comprensión y sería más sencillo precisar cuáles son los objetivos y
efectos de las opciones de política económica. Sin embargo, ese marco de
tensión está siendo contaminado por un penetrante relato ficcional, como si
fuera una narración literaria de lo fantástico, con elementos no naturales,
magia o seres que no existen. Varios eventos económicos están siendo inundados
con relatos ficcionales, pero uno se está destacando del resto: la categoría
default sobre la deuda argentina ha adquirido esos rasgos con más profundidad
en gran parte de los medios y en el elenco de economistas de la city.
Sentencian el default de la deuda
surgida del canje 2005 y 2010 cuando no se cumple ninguna condición de un
default. Elaboran las perspectivas de la economía doméstica incorporando como
un dato central el acontecimiento de un default. Afirman que la estrategia del
Gobierno en el litigio con los fondos buitre, como el envío al Congreso del
proyecto de ley de pago soberano local de la deuda, prolongará el estado de
default. Parten del supuesto falso de la existencia del default, con obvia
intencionalidad política, y de ese modo construyen un relato ficcional, que no
tiene nada que ver con la tensión discursiva de visiones contrapuestas sobre la
realidad económica.
Un acontecimiento inédito como el
bloqueo judicial en el eslabón de pago del banco fiduciario es definido como un
default, cuando no lo es en términos del contrato y tampoco lo es en el aspecto
financiero y económico. Argentina cumplió con sus obligaciones, giró los
dólares al agente pagador y tiene solvencia para cumplir con sus próximos
vencimientos. Estas condiciones no califican para ser definido como default.
Así lo evalúan los propios bonistas del canje que no cobran por culpa del juez
Thomas Griesa. No dirigen sus reclamos al país deudor, sino que han decidido
demandar al Bank of New York Mellon: los fondos de George Soros y Kyle Bass.
Adelantan que aceptarán el pago local: el fondo Fintech de David Martínez
Guzmán. Deciden apelar el fallo ante la Cámara de Nueva York: el grupo Euro
Bondholders. Y el Citibank, como agente pagador, también apeló ante esa cámara.
Ninguno consagró el default de la deuda argentina ni proponen aplicar la
cláusula de “aceleración”. Esta dispone que si existiera incumplimiento en el
pago de un vencimiento podrían reclamar el cobro de la totalidad del capital
del bono.
Pese a la frustración de los
hombres de negocios dedicados a la comercialización de información económica,
algunos de ellos ampliando su radio de actuación de los medios hacia la reciente
audiencia pública en comisiones del Senado, reiterando sus conmovedoras
actuaciones sin explicar por qué sigue sin pasar lo que nunca dejan de decir
que va a pasar, el mercado bursátil no está castigando a la Argentina por el
default. ¿Será que no existe el default deseado? Además de las mencionadas
cuestiones contractuales, financieras y económicas, la evolución de las
cotizaciones de las principales variables financieras y bursátiles refleja que
los inversores evalúan en los hechos, más allá de rechazar la política
económica de CFK, que Argentina no le paga a los fondos buitre porque está
ejerciendo su potestad de nación soberana de no cumplir con una orden judicial
injusta. Y que ratifica su voluntad de pago a los bonistas del canje, que no
cobran por el bloqueo de Griesa.
Es ilustrativo comparar el
comportamiento de las acciones y títulos públicos, como así también del dólar,
en los meses posteriores de un verdadero default, como el de 2002, y el
construido en el relato ficcional, de los últimos dos meses. El compañero de la
sección de Economía Cristian Carrillo acercó las siguientes cifras que permiten
observar la reacción del mercado ante esos dos diferentes acontecimientos
financieros. Para despistados, cuando cualquier país declara el default de su deuda,
las cotizaciones de los activos se derrumban.
- El índice MerVal, que reúne a
las acciones líderes, descendió de 470 a 270 puntos, una caída de 42,6 por
ciento, de enero a junio de 2002. En cambio, desde el 26 de junio de este año,
cuando Argentina depositó los dólares de los bonistas en el Bank of New York
Mellon, desafiando a quienes atemorizaban con la posibilidad del embargo de ese
dinero por parte de Griesa, el MerVal subió de 7820 a 9817 puntos, un alza de
25,5 por ciento.
- La paridad cambiaria pasó de
1,75 a 3,90 pesos por dólar en ese turbulento primer semestre de 2002, alza de
122,9 por ciento. En los últimos dos meses, la cotización oficial avanzó de
8,15 a 8,42 pesos, 3,3 por ciento, y la del denominado blue, subió de 12,05 a
14,05 pesos, 16,6 por ciento. La variación en esa plaza informal es menor si se
calcula desde el máximo alcanzado el 23 de enero pasado, cuando se ubicó en
13,06 pesos. El alza sería entonces de apenas 7,6 por ciento.
- Los activos más sensibles en un
default son los títulos públicos, porque el país que se declara insolvente no
pagará los vencimientos de intereses ni capital de esa deuda, además que el
paso siguiente será el de una reestructuración con una probable quita y
reducción de la tasa de interés. Por ese motivo, las cotizaciones retroceden.
Eso es lo que sucedió en la primera mitad de 2002. Los bonos Brady FRB
descendieron 28,8 por ciento; los Globales 2017, 10,0; los Brady Discount, 7,9;
los Brady Par, 6,0, y los Globales 2027, 2,6 por ciento. Un recorrido opuesto
registraron los bonos en los últimos sesenta días: el Par en dólares subió 23,1
por ciento; el Boden 2015, 21,7; el Bonar 2017; 17,3, y el Descuento, 11,3 por
ciento.
- El movimiento de las acciones
es un indicador de las expectativas de los inversores sobre el futuro de la
economía. En un escenario de default, son malas, porque estiman quebrantos y
recesión. Por ese motivo, en los meses posteriores al default de 2002 los
papeles empresarios en el recinto bursátil bajaron con fuerza: Banco Galicia lo
hizo 76,3 por ciento; Telecom, 68,4; Banco Francés, 53,4; Indupa, 26,9, y
Acindar, 20,0 por ciento. La respuesta de inversores bursátiles a la actual
situación ha sido la opuesta a un escenario de default: subieron las
cotizaciones. Las principales alzas fueron las de Petrobras, avanzando 65,3 por
ciento; Aluar, 35,0; Siderar, 32,2; Banco Macro, 26,0; Banco Francés, 12,9, y
Banco Galicia, 8,4 por ciento.
- Desde el 26 de junio hasta el
cierre de ayer, la acción de YPF subió 26,8 por ciento. Como prueba que los
grandes inversores internacionales no consideran que Argentina está en default,
el financista George Soros informó hace dos semanas que se convirtió en el
cuarto mayor tenedor de acciones de YPF, al adquirir el 3,5 por ciento del
paquete invirtiendo en la operación 450 millones de dólares.
Estas cifras muestran que para el
mercado bursátil no existe el evento de default de la deuda argentina.
El relato ficcional, como en esta
ocasión con el default, está al servicio de modelar las expectativas económicas
y, en última instancia, para consolidar la economía del miedo con la pretensión
de que una mayoría termine defendiendo intereses que no son propios para que el
resultado sea proteger o recuperar privilegios de unos pocos.
*Publicado en Página12
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