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Al igual que lo sucedido con las revelaciones sobre el ZunZuneo –la red
social que EEUU, sin permiso del gobierno cubano, montó en la isla para
fomentar discusiones políticas y que llegó a tener cerca de 40 mil usuarios-,
una nueva operación descubierta por la agencia norteamericana Associated Press
(AP) apuntaba a introducir posibles líderes entre la juventud cubana que
pudieran fomentar y aglutinar sectores disidentes.
Los encargados de activar tal
empresa eran jóvenes provenientes de distintos países latinoamericanos –puntalmente
de Perú, Venezuela y Costa Rica- que arribaban a Cuba con la tarea de
insertarse en ámbitos universitarios o de la sociedad civil, bajo el ropaje de
colaborar con programas de salud (como campañas contra el VIH) y con distintas
iniciativas cívicas. Este programa, tal lo describen las revelaciones
formuladas por AP, se inició a los pocos meses de que la administración Obama
comenzara sus funciones, con lo que marcó fuertes contradicciones con lo
expresado por él respecto a una supuesta intención de “recomponer relaciones”
entre ambos países.
La organización gubernamental que
propició y dio marco a la iniciativa injerencista no es otra que la Usaid, la
agencia de cooperación internacional que opera en el mundo entero como fachada
para el espionaje y las prácticas encubiertas de la potencia norteamericana, y
que tiene una amplia presencia en el continente americano.
Ante la contundencia de las
pruebas presentadas, el gobierno estadounidense no tuvo más remedio que
admitirlas y encuadrar el asunto –a la manera de apresuradas justificaciones-
como una política “normal” del país para “fomentar la libertad y la democracia”
en el mundo entero.
Lo cierto es que un nuevo
capítulo se suma a esa extensa historia de obsesión que EEUU tiene con la mayor
de las Antillas, que articuló a lo largo de las últimas cinco décadas todo tipo
de infructuosas operaciones desestabilizadoras, incluído el bloqueo económico y
comercial más extenso del mundo, aún vigente.
Algunas de las razones de la
compulsión son evidentes: lastimar como sea a un país que decidió mantenerse
ajeno a la órbita capitalista capitaneada por el gigante del Norte y que fue
capaz de sostener esa decisión aún en los escenarios más adversos. Todo ello
-para colmo- a sólo 200 kilómetros de las costas estadounidenses. En efecto, la
revolución cubana sigue emergiendo como pesadilla en el imaginario de gran
parte de la dirigencia política norteamericana, situación que se refuerza
además con la creciente presión ejercida por la población de cubanos exiliados
en Miami para atacar al gobierno isleño.
En términos más generales, si
bien es cierto que las recientes revelaciones confirman que Cuba en particular
y América Latina y el Caribe en general siguen siendo un área de influencia
prioritaria para el país comandado actualmente por Obama –situación que, por lo
demás, matiza los juicios apresurados que sostienen una supuesta relajación de
EEUU en la región-, no menos real es que la intervención generó una resistencia
cada vez mayor en los últimos años, al calor del surgimiento de procesos
políticos que han levantado como bandera la defensa de un rumbo soberano
respecto a los designios del Norte.
Este cuestionamiento creciente de
la supremacía estadounidense fue incluso reconocido hace unos meses por el
propio jefe del Comando Sur, el general John Kelly, en referencia a la decisión
de Ecuador de expulsar a 20 agregados militares norteamericanos por considerar
que “sobraban” en la embajada de dicho país en Quito.
Un actor fundamental de las
transformaciones geopolíticas mencionadas fue, claro está, Venezuela, país que
desde hace algunos años se encuentra en tensión creciente con la nación
norteamericana y a la cual logró disputarle parte de su histórica influencia en
la región caribeña mediante los proyectos del ALBA y Petrocaribe. Bolivia y
Ecuador, por su parte, también tensaron su relación con EEUU en los últimos
años, dos países, por ejemplo, en los que la Usaid dejó de funcionar. Por otra
parte, las revelaciones del espionaje sufrido por Dilma Rousseff también
resistieron los vínculos de la potencia del Norte con Brasil.
Finalmente, el surgimiento y
consolidación de iniciativas de integración regional sin la participación
estadounidense –como la Unasur o la Celac-, tanto como el arribo de nuevas
potencias a esta parte del mundo que están provocando una creciente
diversificación de las relaciones exteriores latinoamericanas -tal el caso de
China y Rusia- terminan de configurar un cuadro de progresivo resquebrajamiento
de la hegemonía norteamericana en la región.
De todas maneras, se sabe, en
tanto aún detenta el rol de principal potencia mundial, EEUU no resignará
fácilmente su posición dominante en el continente. Muchos son los instrumentos
de los que dispone para ello: desde una reedición del ALCA bajo la órbita de la
Alianza del Pacífico hasta la puesta en práctica de operaciones nonc sanctas
para desestabilizar gobiernos “desobedientes”. Como recientemente, una vez más,
intentó en Cuba.
*Publicado en Nodal.am
La unica mala costumbre, mas bien una deformacion mental conocida como servilismo, es postular que una red social virtual necesita de la aprobacion de un gobernante o de alguien de el Estado para funcionar.
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