Por extraño que pueda parecer, por estos tiempos la mediocridad tiene muy buena prensa. Quienes se demuestran anodinos, banales o insípidos, suelen ser mostrados como importantes. Los mezquinos, los ruines o avaros, se les menciona como espléndidos y dadivosos. Los grises personajes de tristes incapacidades, aparecen reflejados en las crónicas maniqueas de los “grandes” medios como brillantes y destacados. En fin, que los insignificantes parecen haber ganado la batalla por la consideración popular, y las sociedades se hunden un poco más cada día en las miserias desatadas por esos ramplones expuestos como elegantes y selectos “señores” (y “señoras”) de la vida pública.