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sábado, 28 de enero de 2023

TIEMPO DE MEDIOCRES

Por Roberto Marra

Por extraño que pueda parecer, por estos tiempos la mediocridad tiene muy buena prensa. Quienes se demuestran anodinos, banales o insípidos, suelen ser mostrados como importantes. Los mezquinos, los ruines o avaros, se les menciona como espléndidos y dadivosos. Los grises personajes de tristes incapacidades, aparecen reflejados en las crónicas maniqueas de los “grandes” medios como brillantes y destacados. En fin, que los insignificantes parecen haber ganado la batalla por la consideración popular, y las sociedades se hunden un poco más cada día en las miserias desatadas por esos ramplones expuestos como elegantes y selectos “señores” (y “señoras”) de la vida pública.

Todos los ámbitos son propicios para las presencias de estos personajes, aunque el de la política pareciera ser el lugar donde encuentran mayor cobijo, a estar por la enorme cantidad de imbéciles con ínfulas de estadistas que en ella pululan. Cada quien tendrá en su mente alguno de ellos, recordará sus mohines de pretencioso exponente de la “preclaridad”, soportará sus discursos cotidianos donde emiten, además de guturales sonidos de desprecio antisocial, irracionales propuestas de contenido facistoide y negacionismo de la realidad y la historia que la generó.

Uno trata de entender las razones de las adhesiones a semejantes esperpentos, pero se tropieza con la imposible utilización de la razón para tal cometido. No pudiera haber contenido razonable alguno para seguir los planteos enfermizos de semejantes brutos con iniciativa, pero hay muchos y muchas que sí lo creen. Y allí van, detrás de la pesadilla mostrada como dulce sueño, para servir de infantería de ese loco ejército de mediocres, al asalto de un poder que nunca tendrán, pero desde el cual se los alimenta para impedir que los pueblos tengan la oportunidad de encontrar, a través de auténticos y consumados líderes, el camino a la liberación y la justicia social.

Todo resulta un poco más incoherente todavía, cuando se observa el accionar de quienes ejercen el máximo nivel de autoridad en el Poder Judicial. Allí se “estacionan” ciertas personas de supremas mediocridades, sirviendo de muro de contención de cualquier atisbo de justicia real. Son, paradójicamente, quienes impiden lo que, se supone, es su función esencial. Forman parte de la élite dentro de semejante revoltijo de mezquindades, listos para escarmentar a quienes se atrevan a oponerse a la voluntad del Poder Real que los subsume. Son, además, la máxima expresión del desprecio por la ley, a la que someten a sus grises resoluciones, para demostrar, por si alguna duda cabía, que sus brutalidades no le van en zaga a sus perversiones.

Es un tiempo demandante de eximios conductores, pero también de que vuelva a sonar la maravillosa música de la palabra del Pueblo. Es hora de trascendentes y honrados líderes, acompañados por el incomparable esfuerzo de los millones de buena gente que nunca deja de soñar con la felicidad que se merece sólo por serlo. Es el previo paso hacia la verdad obscenamente cercenada, para dar vuelta la página de la oscura era de la falsía premeditada, para acabar con los vulgares apropiadores de lo que no les pertenece, para encender la llama del futuro retorcido por los mediocres y expulsarlos del paraíso que se inventaron a costa de la miseria mayoritaria. Sólo hace falta que no nos dejemos robar el breve tiempo que nos queda, para construir la gloria que todavía nos debemos.

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