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viernes, 22 de octubre de 2021

EL VERDADERO DEBATE

Imagen de "La Nación"
 Por Roberto Marra

Hay algo que nadie que pretenda representar los intereses de un sector político o social, basado en una doctrina específica, a través de un proyecto en particular, puede soslayar: quienes se manifiesten como enemigos de esa doctrina y defiendan intereses opuestos, intentarán impedir que se concreten. Lo harán de cualquier manera, mediante las herramientas más diversas, dejando de lado cualquier prurito ético de lado. Recurrirán a la mentira como arma, al odio como sistema, al ataque artero como base de la defenestración de quienes se erijan en líderes de aquellos intereses que les molestan.

Para muestra, basta el botón de nuestra histórica experiencia nacional (aunque no exclusiva). Sobran demostraciones actuales de la insolencia, la hipocresía, la procacidad y la falacia con la que se nutren los enemigos del Pueblo. Son el “alimento” cotidiano que se brinda desde las pantallas de la desvergüenza mediática a los millones de ¿incautos? espectadores. Son el “nutriente” básico para la idiotización masiva de la población, la generación de miedos, la propagación de expectativas perversamente negativas.

Sin embargo, por enésima y estúpida vez, ante la proximidad de unas elecciones, se reproducen esas puestas en escena de los llamados “debates”. Ordenados o no por alguna ley, estas representaciones de la irrealidad, esas manifestaciones de la inconsistencia política, son generados como simples “reality shows”, donde los “ganadores” ya han sido dispuestos por el medio al que concurren a ¿debatir?. Y son observadas por millones de ciudadanos, ávidos de conocer pensamientos, ideas, proyectos, propuestas o simplemente, ver como se derrota a quien desprecie de antemano. El odio, recordemos, ya ha sido sembrado mucho antes, y ha germinado en demasiados cerebros desnutridos de razones.

Ahí van, como vacas al matadero, los representantes de las ideas nacionales y populares (por ponerle un nombre inclusivo), dispuestos a dar la cara. Cara que será repetidamente “abofeteada” por los conductores de tamañas obscenidades televisivas. Tal vez intenten dar a conocer sus propuestas, pero todo se aplastará con la catarata de insultos a la razón de los y las energúmenos y energúmenas que oficiarán de “oposición”, una manera de posicionarse de quienes sólo pretenden retomar las riendas del Estado para reproducir sus prebendarias maneras de existir.

Al igual de los que sucede a diario en los pocos programas que intentan defender (mejor o peor) los intereses populares, en esos “debates” pasarán de largo los proyectos, se olvidarán en los papeles que llevan como “machetes” los candidatos y candidatas, culminando todo en un vocinglerío inentendible de agravios y respuestas, en una muestra ardorosa de las ridiculeces de quienes nada pueden proponer, salvo la desgracia de la ciudadanía y la destrucción de la Nación.

Nada importa. Todo está previsto y concatenado a lo que ordene el hegemón mediático, enemigo absoluto de lo popular, feroz adversario de la justicia social, comprador evidente de las voluntades de la otra justicia, la de los tribunales donde se la niega. Es la anti-política funcionando a pleno, dando cátedra de imbecilidad, poniendo a freir las pocas neuronas que queden vivas después de tantas horas de brutalidad televisiva diaria y tantos “trolls” de las redes infectadas.

Son el moderno “circo romano”, presentado como “ejercicio de la libertad de expresión”, vulgarismo repetitivo de los armadores de estas fantasías pseudo-democrátricas. Cabe entonces una sola manera de enfrentarlos: negándolos, vaciándolos de la presencia de sus pretendidas víctimas, para que terminen solos, tragando sus propios venenos, enfrentados con sus incapacidades verbales y cognitivas, haciendo una inútil catarsis de sus odios irreconciliables con la sociedad, aniquilados por sus miserables concepciones de la realidad, negadoras absoluta de los intereses populares.

Y construir otro debate, el mejor y más importante, el que debe darse a diario, el que hace posible lo imposible, al entablarlo con los protagonistas y destinatarios de las ideas convertidas en proyectos. Un debate en la calle, a cielo y corazón abierto, con el alma dispuesta a escuchar a los postergados de siempre y derrumbar los muros de las mentiras cotidianas, andando por el camino seguro de la unidad popular.

 

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