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jueves, 30 de abril de 2020

PERIODISMO ¿INGENUO?

Imagen de "Todo Comunica"
Por Roberto Marra
La ingenuidad, la inocencia en la percepción de las posibles malicias que se puedan esconder en los actos de las personas cuyas personalidades y relaciones de poder sugieren que se pudiera sospechar la posibilidad de la existencia de segundas intenciones en sus dichos o acciones, suele formar parte de las características (aparentes o reales) manifestadas por quienes realizan análisis de la realidad, ya sean periodistas o analistas en general.
La comunicación de las noticias, el desmenuzamiento de ellas para encontrar las razones de los hechos, están siempre atravesadas por las subjetividades de cada comunicador, sostenidas por el andamiaje ideológico que los define. Sus relaciones con el Poder, la falta de ellas o la contradicción con él, ya genera toda una delimitación de la sinceridad de sus dichos y elaboraciones periodísticas. Relaciones que no suelen estar claramente expuestas ante el público receptor y, a veces muy por el contrario, específicamente ocultas para sostener una aparente equidistancia ideológica de todos los sectores sociales, económicos y políticos involucrados en sus notas o análisis.

No existen solo “los buenos y los malos” en la actividad comunicacional. Hay quienes manifiestan determinados criterios y elaboran sus explicaciones de la realidad de manera que dejan ver sus posiciones favorables a las mayorías populares y sus representantes legítimos. Sin embargo, suelen dejar un costado por donde parecieran asegurarse una salvaguarda de sus actividades, como salida ante los eventuales cambios de “aires políticos”. Es allí cuando la aparente ingenuidad aparece para distraer al público, con reflexiones que dejan de lado parte de la realidad para no manifestarla por completo y evitar colocar en posiciones complejas a determinadas figuras o poderes involucrados en los casos que estén comunicando.
La “inocencia” en la conceptualización de los hechos que se transmiten no pueden considerarse con facilidad como real, porque estaríamos frente a un individuo que ejercería semejante profesión sin el conocimiento completo de la sociedad y el Mundo donde vive y trabaja. Sin descartar del todo esa posible característica candorosa frente a los hechos reales, resulta muy poco probable que tal cosa sea posible, a estar por la seguridad que siempre manifiestan estos comunicadores al elaborar sus cotidianas opiniones.
Aparecen por allí, lo quieran o nó sus autores, algunas pistas que hacen visible, para quienes buscan un poquito más adentro de cada noticia para conocer “la verdad” más auténtica posible, las genuinas formas de pensar del opinador en cuestión, que se dejan ver cuando ejercen determinadas defensas de específicos personajes políticos que no responden a las que, hasta ese momento, parecían ser sus ideas más manifiestas. La insistencia en el ejercicio permanente de la exaltación de virtudes de esas particulares figuras, revelan que algo hay por detrás de semejante andamiaje elogioso de quienes no son otra cosa que claros representantes de los intereses del Poder Real.
Puede que esas actitudes formen parte de una estrategia comunicacional que intente generar mayor adhesión de un más amplio espectro social a sus programas. Lo cual no resulta muy halagüeño de sus supuestas virtudes ciudadanas, al basar sus actos en especulaciones donde la dignidad periodística es dejada de lado y las razones para ello resulten derivadas de probables “favores” de los involucrados en sus mensajes periodísticos.
Nada importaría de todo esto si solo los involucrara a ellos, los periodistas en cuestión. Pero sus actos, además de estar reñidos con la ética profesional, producen sentidos en sus seguidores, generan credibilidades que se frustrarán luego, cuando la verdad estalle con el triunfo de los mentados personajes que tanto hubieran halagado estos comunicadores, produciendo daños irreparables en el desarrollo histórico virtuoso de nuestra sociedad.
Esa deformación de la realidad para ocultar determinadas características de sus “defendidos” y exaltar virtudes de escasa probabilidad en ellos, convierten a toda la trayectoria de quienes lo hacen, en polvo, destruyendo la credibilidad y el respeto que pudieran haberse ganado hasta entonces. Imposible conocer si sus verdaderas intenciones son unas u otras, en vista de sus permanentes equilibrios en la cuerda floja de la interpretación de la verdad. Difícil saber, aunque si intuir, cuales pudieran ser sus futuras posiciones ideológicas ante las cambios que las eventualidades sociales y políticas generen. Pero seguro que los encontraremos en algún programa televisivo o radial, haciendo análisis con sus habituales posturas pretendidamente equidistantes, para tratar de convencernos de realidades tergiversadas por aquellos que terminan siendo (o lo han sido siempre), lo digan o nó, sus “mecenas”, los auténticos patrones ideológicos que apañan sus “ingenuidades”.

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