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jueves, 12 de marzo de 2020

LA VICTORIA DEL MIEDO

Imagen de "El Financiero"
Por Roberto Marra
El capitalismo tiene sus reglas, pero cuando deja de convenirle, como ironizaba Groucho Marx, tiene otras tantas, listas para realimentar sus procesos de concentración económica y financiera. Por ahí parecen andar ahora los grandes “popes” corporativos planetarios, después de la irrupción oriental del coronavirus, creando un espectáculo recesivo que parece estar dirigido a recomponer sus alicaídas expectativas por evitar el avance de la China que los obnubila por estos tiempos.
Nada de lo que suceda en este Mundo puede ser tomado como casualidad, sobre todo cuando de intereses imperiales se habla. De todo son capaces, incluso de las perversiones menos esperables. De ahí a las sospechas de la creación de ese virus como parte de un plan para someter a China a padecimientos que aletarguen su crecimiento, hay solo el paso de la investigación de lo que han sido capaces a lo largo de la horrorosa historia que el Mundo ha padecido desde su conformación.
Con conspiración o sin ella, el caso es que todo parece estar atravesado por esta “crisis” de sospechosa conveniencia para los pocos que manejan las finanzas planetarias, y el hundimiento de la mayoría de las naciones en un pozo de sombras económicas de la cual saldrán ganadores los de siempre, los acostumbrados a sembrar terror y hambre para mantener sus arcas repletas del fruto del sudor ajeno.
El poder mediático hace su parte, orientando las opiniones hacia el costado del miedo permanente, esa caricatura de la realidad que inventan a cada segundo para atrapar a la población en las redes de la paralización y alimentar odios xenófobos y políticos que reproduzcan y profundicen los ya existentes. Pantallas rojas alertan todo el tiempo sobre las cantidades de enfermos y muertos por esta nueva “peste negra” (o amarilla debiera decirse, a estar por la concepción racista de sus emisores), para mantener exaltados a los televidentes y sembrar el pánico que necesitan para llevarnos al destino que nos han preparado.
Ahora le suman, al miedo virósico, las cifras financieras, con porcentajes de caídas de las bolsas en el Mundo o el infaltable aumento del “riesgo país”, fabricado por sus expertos para trabar la salida de la debacle que antes fabricaron con sus gobiernos fantoches, desesperados por quedarse con todo lo que encuentran a su paso por los Estados. Y la población cae, aterrada, en semejantes embrollos mediáticos, con lo que logran otra pequeña victoria en su obra destructiva de las esperanzas populares.
Con virus o sin ellos, todo parece estar amañado para solaz de los aristócratas y sus fortunas fugadas a esos “paraísos” donde nunca parece tocarles ley alguna. Tanto como las guerras para sus fábricas de armamentos, las sucesivas “pestes” alimentan a los laboratorios que manejan el negocio mundial de los medicamentos, ahora en la búsqueda de una vacuna para la cual, puede sospecharse, ya pudieran poseer su fórmula en alguna caja fuerte que abrirán cuando el miedo alcance para determinar el precio exorbitante que deberemos pagar por ellas para salvarnos.
Al mismo tiempo, se desata una disputa petrolera que hunde el precio de este producto, que parece atravesar cuanto conflicto suceda en el Mundo. Una “tormenta perfecta”, diría el ex-ocupante de la Rosada, afortunadamente ya sin el timón del “barco” nacional en sus manos. Todo se orienta a perjudicar a los países más débiles, seguir poniendo piedras en el camino de sus economías vulnerables y alimentar procesos destituyentes que eliminen a los gobiernos populares y los reemplazen con oligarquías prebendarias, que convierta a cada país en colonia financiera reproductora de las consabidas miserias para sus pueblos.
Más que una pelea entre el nuevo virus y los pobres habitantes de este Planeta en terapia intensiva, debiera plantearse entre éstos y el imperio que sustenta el desatino de convertirnos en conejillos de indias para sus maléficos actos financieros. Además de proponerse encontrar el antídoto para la enfermedad ahora desatada, debiera generarse una lucha sin cuartel contra los malditos fabricantes de todas las mentiras, esos genocidas que sobornan hasta al mismo destino para fabricarse tiempo para robar nuestras riquezas. Cumplen así su sucia tarea en este Mundo, para dejarnos dolores inmensos que jamás pagan, ni ellos ni sus herederos, gracias a la herramienta más eficaz de la que se han valido siempre para dominarnos a sus antojos: el miedo.

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