Por
Roberto Marra
Se
suele decir con frecuencia aquellos de que “el árbol no nos tape
el bosque”, axioma que pretende destacar la importancia de lo que
dejamos de lado por la mirada corta sobre la realidad. Puede que esto
mismo se pueda expresar con respecto a la pandemia virósica desatada
recientemente, la cual ha generado una serie de derivaciones en los
ámbitos financieros y económicos que están produciendo un
reacomodamiento mundial del propio sistema capitalista, una
re-adaptación a las circunstancias. No obstante, esto no les impide
a los grandes “popes” de las corporaciones de alcance planetario
continuar con sus acumulaciones de fortunas y, todavía peor,
vislumbrar que éstas irán en aumento, por ser ellos los dueños del
manejo discrecional del aparato científico, medicinal y
armamentístico, tres patas de un sistema que les ha permitido
establecer las reglas y desconocerlas cuando les conviene.
Si
el gobierno logra saltar esa “valla” de medrosos o traidores,
todavía le queda reconvertir el esfuerzo negador de la realidad de
gran parte de la población, generada a través de los “mentimedios”
que, invariablemente, dependen o son parte misma del Poder Real.
Falta resolver la manera de llegar a influir sobre las conciencias
colectivas sin contar con un aparato comunicacional tan enorme y
aceitado como poseen los enemigos del Pueblo. Ese “cuello de
botella” podría salvarlo la propia ciudadanía con militancia,
pero no es ésta la más desarrollada de las virtudes comunes,
atrofiada por efecto de la estigmatización mediática de esa noble
participación popular en la construcción de ideología y voluntad
transformadora de la realidad.
En
ese “cóctel” de dificultades se debe abrir paso el actual
gobierno nacional, haciendo equilibrio en una cuerda que se afloja y
se estira al ritmo de los humores financieros internacionales y,
ahora, de una enfermedad que obnubila los sentidos mayoritarios. La
inocencia no forma parte de la especulación de los que deciden lo
que pasa en en Mundo, por lo cual es dable esperar mayores “aprietes”
imperiales y una profundización de las medidas que restrinja todavía
más a la ya enferma economía nacional.
Parece
que todo está dado para dar un paso decisivo. La cuestión es hacia
donde. La evaluación de las ventajas y desventajas de uno u otro
camino (político, económico, social), no puede ser solo realizado
por los propios representantes que, aunque electos para ello, no
podrían jamás tomar decisiones certeras sin la participación
protagónica y conciente del Pueblo. En medio de postergaciones
temporales por el famoso virus oriental (que pudiera ser no tan
oriental), es tiempo de reflexionar profunda y colectivamente, juntar
capacidad de análisis sin la intimidación de los opinólogos
miserables de las pantallas, hacer papilla los comentarios mordaces
de los inútiles trogloditas de las redes y enfrentar lo que se viene
adoptando la actitud valiente que merece este tiempo de cambio.
Cambiar,
esa palabra que se robaron por cuatro años unos oscuros personajes
de pesadilla para liquidar la Patria, debe ser nuevamente empoderada
por el mismo protagonista de todos los grandes momentos históricos
de nuestra Nación. Deberá asumirse ese cambio, ahora verdadero,
como el primer escalón hacia la auténtica liberación, un ideal
postergado que deberá convertirse en realidad para ser lo que nunca
nos dejaron terminar de ser, por haber introducido en la sociedad el
peor, el más mortal y desarrollado de los virus: el odio
antipopular.
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