Imagen de "La conspiración de Claudius, de Rembrandt" |
Por
Roberto Marra
Existen
palabras que parecen malditas, que forman parte de un vocabulario que
pareciera prohibido de pronunciar o, al menos, de generar la
inmediata necesidad de disculparse de quien la dice, para no quedar
involucrado en aparentes irresponsabilidades. Esto se da, sobre todo,
entre periodistas y “opinólogos” varios, con el término
“conspiración”, que los pone muy nerviosos para pronunciarlo y
de inmediato disparan la consabida frase de “yo no creo en
conspiraciones”. Pero que las hay, las hay, como las brujas...
Han
conspirado faraones contra sus propios descendientes. Han conspirado
príncipes, consortes y reyes para alcanzar o mantenerse en el poder.
Lo han hecho ministros y presidentes para lograr lo que no podian
hacer por medios lícitos. Lo hicieron y lo hacen los militares para
tener ventajas operativas en las guerras convencionales y de las
otras. Las realizan siempre los especuladores bursátiles para
obtener esas ganancias exorbitantes que asombran cuando se descubren.
Las tienen como sus aliadas permanentes las corporaciones monopólicas
mundiales, como método infalible para aprisionar a la humanidad con
sus baratijas convertidas en “tótems” de una era de lo efímero
y descartable. Lo hacen los dueños de medios hegemónicos, para
sostener sus “ratings” fantasiosos y presumir de audiencias
cautivas en las redes de la malversación periodística. Lo generan
todo el tiempo los propios periodistas que le temen a la palabra que
los define, destrozando la verdad para sostener a los enemigos reales
del Pueblo, al que subsumen en un mundillo de fantasías idiotizantes
y malévolas, convirtiendo la opinión en un mero acto repetitivo de
lo que forma parte indisoluble de sus conspiraciones.
Caen
en esta estigmatización de la palabra “conspiración” hasta los
más connotados “intelectuales” o pensadores de la realidad, de
probadas y sustanciales capacidades analíticas, pero que se unen el
coro de incautos que vociferan el “peligro” de llamar a las cosas
por su nombre. Se suman a esa sucia parafernalia de miserias que
operan desde las sombras del auténtico Poder para evitar que se
descubran las bambalinas y se muestren tal como son de verdad, sucios
expertos en conspirar contra el Planeta entero, si les es posible.
Cada
acontecimiento importante, por su capacidad de daño a las
sociedades, de elevación del poderío y de las amorales fortunas que
lo sustentan, está involucrado indefectiblemente en una
conspiración, tan real como perversa, tan factible de descubrir como
se quiera, pero tan oscura como la capacidad de ocultamiento que
posean sus creadores. Cada hecho que involucre la vida de las
personas en este Mundo pasa por el cedazo de los conciliábulos de
los poderosos, con sus maquinarias manejadas por expertos
comunicacionales que logran hacer ver lo invisible y ocultan lo obvio
con la misma facilidad con la que se convencen a las mayorías de lo
contrario a sus intereses.
Por
ese sucio destino preparado en algún bien escondido “bunker” de
banqueros, financistas, gobernantes imperiales y toda su cohorte de
militares, empresarios, científicos y tecnólogos a sus servicios,
andamos recorriendo estos andurriales planetarios, tratando de
desandar el camino del horror económico y social en que nos
sumergieron. Con esas premisas de recuperar justicias perdidas y
necesidades postergadas, nos movemos para intentar reconvertir lo que
fueran nuestros pequeño orgullos nacionales en esperanzas renovadas.
Allí
también nos esperan sus cabildeos intrigantes, las de esos
trogloditas ideológicos y sus reservas interminables de odios y
estigmatizaciones, levantando muros para evitar sus propios
derrumbes, haciendo añicos la verdad y convenciendo a muchos de sus
propias culpas de ser pobres. Otra vez la supuesta palabra maldita
ejerciendo su rol de falange que derrote los sueños populares,
escondiendo esa realidad palpable de intrigas palaciegas, de la forma
que fuera. Y una vez más, habrá que utilizar la misma receta de
siempre, la de la lucha denodada y continua para alcanzar la victoria
de la Patria, esta vez haciendo el necesario uso del mismo, del
exacto armamento que tanto estigmatizan ellos: la conspiración. Pero
popular.
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