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martes, 24 de marzo de 2020

ENTRE LUCES Y SOMBRAS

Imagen de "Infolítica"
Por Roberto Marra
En épocas de padecimientos y desastres naturales, de sometimientos y catástrofes sociales, de misteriosas plagas y miedos exacerbados, la realidad se suele teñir con claros y oscuros, tapándola con un velo de falsedades para multiplicar el beneficio miserable de algunos pocos, ansiosos por elevar sus poderes en base al dolor de millones, creyéndose casi dioses de un “olimpo” desvencijado y sin épica alguna.
En busca de ganancias avaras y “estrellatos” de poca vida, aparecen esos pequeños personajes alimentados a brutalidades, a sembrar sus egoísmos en una sociedad asustada que busca escapar de las encerronas de lo incomprensible, del desasosiego de enfermedades sin salidas a la vista. Salen a la luz intenciones escondidas detrás de las obsecuencias que les permitieron arribar a sus objetivos, con la astucia propia de los necios con capacidad de mando.
Son los claros y los oscuros imposibles de evitar en una sociedad construida en base paradigmas meritocráticos, donde la peor pandemia es la ignorancia, un mal para el cual la humanidad no ha logrado tomar la decisión generalizada de eliminarla. Son las luces y las sombras de un proceso de siglos de acumulación de avaricias materiales y miserias humanas que lograron el surgimiento de personas con el alma adormecida, insolidaria y sometedora de los más débiles, que lo son por la acción de los pocos que manejan los asuntos que, en realidad, nos competen a todos.
Ahora, pandemia y estúpidos con poder mediante, los límites de semejantes oprobios sociales se dejan ver con más claridad que de costumbre, convirtiendo en certeza las sospechas de la escasa capacidad algunos de quienes se pretenden dirigentes sin tener cualidades que les otorguen semejantes títulos honoríficos, ni calidad humana que les permita conceder algún tipo de razón a la muestra de sus bajezas morales.
Casi como en una estudiantina, estos personajes de poca monta y exagerada exposición mediática para sus antecedentes reales, se muestran casi exultantes en medio de lo que debiera ser un momento de constricción al trabajo y el esfuerzo solidario que sus cargos de funcionarios le demandan. Aparecen en “selfies” con sus sonrisas insultantes de la realidad, mostrando los dientes de la ruindad que los alimenta, olvidando el temor ante lo desconocido de los ciudadanos que alimentan sus bolsillos y elevan sus “prestigios” hasta donde jamás podrían estar por capacidades propias.
Pretenden mostrar logros y obtener alabanzas fáciles de sus seguidores de Facebook o Instagram, tal vez tan frágiles de conciencia como ellos, los pusilánimes expositores de miserias prebendarias elevados a la categoría de conductores de espacios donde la virtud principal debiera ser el honor de servir a los demás, antes que ese muestrario de fotos propias de “vedettes” del subdesarrollo mental.
Como en la arquitectura, lo que define todo es el juego de las luces y las sombras, el balance justo entre unas y otras, para encontrar el punto justo donde la armonía se manifieste con el esplendor que a todos seduzcan. Ese logro hace la diferencia entre lo perdurable y lo efímero, entre lo que hace historia y lo que se desdibuja como historieta.
Tal como en esa misteriosa mezcla del arte con la ciencia, en la cotidianeidad de quienes se pretenden dirigentes, debe lograrse ese balance luminoso que evite la sobre-exposición con objetivos espúrios y, por el contrario, multiplique el valor de las palabras y los hechos verdaderos, esos que construyan la solidaridad real, sin falsas imágenes de sonrientes funcionarios alabándose a sí mismos, ni adláteres de tan escasa capacidad neuronal como ellos, que no les permita distinguir más que sus pobres objetivos de grandezas sin destino.
Semejantes actos despiadados de esos pequeños seres intrascendentes para la historia, pero profundamente dañinos para el presente necesitado de auténticos funcionarios íntegros y responsables, tienen en la actualidad la contraparte de dirigentes nacionales valientes, de genuinas raigambres populares, que han tomado sus funciones como lo que son, un servicio a la Nación que les brindó el honor de conducir su destino, justo en tiempos tiranos, donde a la avalancha de deudas impagables se le ha sumado una peste que desdibuja los límites sociales y avanza hasta donde la insolidaridad lo permite.
En ese espejo nacional de capacidad y decisiones sometidas al valor del raciocinio, dejando de lado cualquier intención de figuración ni vedetismo, debieran mirarse aquellos a los que las cámaras parecen seducirlos más que sus deberes. Peras al olmo, al fin, será un pedido que de seguro caerá en saco roto, para terminar con otra “selfie” de esos incapaces, mostrando el nulo logro de una gestión vacía de dirección y repleta de desprecio por los angustiados ciudadanos perseguidos por el virus... de la desesperanza.

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