Satanizar
a una persona, una organización, un gobierno o una nación, es la
primera tarea de quienes pretenden establecerlos como elementos de
fácil “digestión” inconsciente para generar desprecios u odios
generalizados, para avanzar con medidas que hagan posible
estigmatizar con éxito a los enemigos de quien sataniza, que nunca
lo hace por amor al prójimo ni altruismo de ningún tipo, sino por
intereses, las más de las veces, espúrios y contradictorios con los
valores éticos más básicos.
Por
allí transitan los señalamientos imperiales sobre nuestros países
latinoamericanos, convertidos en objetos del desenfado del Poder
mundial en búsqueda de la obtención de cuanta materia de valor que
exista en el Planeta, para seguir acumulando riquezas cuya obscenidad
repugna y acentúa el proceso de dominación que lleva centenias sin
poder detenerse.
Esa
tarea repleta de falsedades elevadas al proscenio de la revelación
divina por el imperio y sus cómplices, se complementa con la
autodestrucción interna de cada nación, donde los paradigmas
dominantes son aquellos que coadyuvan a la mantención del dominio y
la profundización de la idiotización generalizada de la población,
método infalible, hasta ahora, para impedir cerrar este largo ciclo
histórico de inequidades vergonzantes y sometimientos odiosos.
Por
ahí andan los ataques sistematizados hacia los gobiernos populares
de la Región, donde han logrado hacer retroceder, por enésima vez,
las virtuosas transformaciones emprendidas en busca de la más
escurridiza de las justicias, la social. Por esos métodos repetidos
pero modificados con la astucia de los perversos que los crean, han
logrado establecer cercos ideológicos a las “aventuras”
libertarias de nuestros países, con los cuales logran ser
acompañados en sus tareas destructivas por los mismos beneficiarios
de aquellas buenas medidas que emergieron desde los gobiernos afines
a los intereses de los pueblos.
Venezuela
es el ejemplo más complejo para el imperio. Una nación atacada
durante veinte años continuados, con intentos de golpes de estado y
el ejercicio del más predilecto de los métodos imperiales como es
el bloqueo económico y financiero, cuyo antecedente cubano expresa
su más profundo desprecio por la vida que tanto dicen defender esos
“adalidades de la democracia”.
Hacia
esa Venezuela chavista y bolivariana, apuntan sus cañones todos los
imbéciles que forman parte de esos gobiernos títeres de los
poderosos del Mundo, utilizando la mentira como el arma más eficaz,
y su difusión masiva como el método de mejor resultado para la
adhesión complaciente de las mayorías que solo ven lo que les dicen
que vean.
Tan
fuerte resulta semejante ejercicio macabro de la “”diplomacia”
del garrote y la prebenda, que hasta los miembros de algunos
gobiernos populares terminan por aceptar participar de ese compendio
de manifestaciones incoherentes con la demócrata manera que
pretenden ejercer sus actos. Comienzan allí su irrevocable camino
hacia la autodestrucción que, más tarde o más temprano, se
convertirá en la tumba de los proyectos soberanos que hayan
pretendido tener en sus orígenes.
Se
da por sentado que el gobierno actual de la República Bolivariana es
antidemocrático, que su elección fue fraudulenta, que ejerce el
poder de forma tiránica o dictatorial, que avasalla las libertades
individuales y somete a las peores injusticias a su pueblo. Sin
escuchar jamás otras voces que las de los obtusos integrantes de ese
compendio de obscenidades prebendarias que se hace denominar
“oposición”, se asegura lo que se desconoce, se señala lo que
nunca se vio, se aceptan como válidas las maniobras destituyentes y
hasta la probable invasión militar. Todo sea para preservar la
“democracia”, entendida solo como la que dictamina el amo
mundial.
Convenir
con el imperio la caracterización antidemocrática de aquel gobierno
bolivariano, es trazar una línea oscura en la construcción de la
Patria Grande que tanto se suele cacarear en los discursos. Aceptar
que con ese gobierno, legítimamente electo por su pueblo, no se
deben tener relaciones amistosas ni comerciar con normalidad, es
profundizar las enormes dificultades que padece nuestra hermana
caribeña. Consentir que se deben injerenciar desde el exterior sus
instituciones, pretender erigirse en árbitro de las contiendas
internas con la estigmatización previa del Presidente Maduro y todo
su gabinete, solo muestra la pobreza intelectual de quienes lo hacen,
incapaces de ver en esas acciones el espejo donde se reproducirán
los mismos métodos cuando desde nuestras naciones nos atrevamos a
emprender caminos que no les resulten convenientes al imperio.
Piñera
asesina y mutila a los ciudadanos chilenos, pero sigue teniendo la
consideración de un “noble” estadista. El Moreno que ofende a su
pueblo ecuatoriano con sus matanzas y toques de queda, parece no
tener que ser señalado como el ofensor de los derechos humanos que
en realidad es. Bolsonaro, con sus desplantes fascistas y sus
malversaciones de las riquezas nacionales, sigue teniendo el trato
preferencial de un dignatario distinguido. Hasta la asesina golpista
de Bolivia, resulta aceptable como par de quienes, al menos, fueron
electos por algún tipo de sistema democrático.
Solo
aquel gobierno bolivariano parece que debe ser sometido a la voluntad
de los dueños del Mundo. El imperio que demuele naciones enteras en
busca del petróleo que tanto lo seduce, el continente europeo que
pretendió siempre ser la guía moral del Planeta, el origen de la
civilización, el centro del Universo humanitario, ese mismo que deja
morir en el Mediterráneo a los oscuros miembros de las naciones que
antes sojuzgó y avasalló sin piedad, ellos son quienes ahora
pretenden obligar a una de nuestras hermanas sudamericanas a
someterse a sus deseos, impedirle su desarrollo autónomo y terminar
con la esperanza nacida con el Chávez que se les atravesó en su
camino.
Ahora
es cuando se ven las garras de los valientes. Ahora es cuando se
demuestra si se tiene el coraje para el desafío de ser libres de
verdad. Ahora es cuando los pueblos deben empujar a sus gobernantes a
definirse, a tomar por las astas a este toro brutal del imperio que
no pretende quedarse solo con Venezuela, sino con todo el Continente.
Ahora es cuando la vida postergada por centenias reclama la acción
inteligente pero audaz, que termine para siempre con los paradigmas
inventados desde ese norte que estamos obligados a ponerlo bien abajo
en el mapa de la dignidad que no podemos seguir perdiendo.
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