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jueves, 14 de noviembre de 2019

ES LA COMUNICACIÓN, ESTÚPIDOS

Por Roberto Marra
Los gobiernos populares se nutren de conceptos humanitarios, basan sus políticas en actitudes democráticas, donde se trata de hacer partícipes a los interesados en la construcción de la justicia social, que resulta ser el eje de las acciones que se emprenden. Se establecen alrededor de paradigmas sociales que aseguren equidad distributiva y sostenibilidad del proceso mediante la inclusión en el mundo productivo de cada vez mayor cantidad de ciudadanos. Los derechos ampliamente atendidos y los deberes firmemente sostenidos, terminan de cerrar el círculo virtuoso que delimita un ámbito de dignidad social y progreso material, indispensables para generar un auténtico desarrollo.
Para lograr semejantes objetivos, los gobiernos populares deben saltar miles de vallas que les interponen las corporaciones más poderosas, centenares de demandas de quienes no quieren perder un milímetro de sus ventajas económicas, decenas de trabas financieras y jurídicas que apuran los dueños de las mayores riquezas concentradas. Solo por intentar construir esa nueva esperanza popular, la furia de los creídos dueños de la Nación se desatará sobre el proceso virtuoso que se esté llevando adelante, con la ventaja de contar con la base primordial de su dominación histórica sobre la sociedad: los medios de comunicación.

El desarrollo exponencial de los sistemas de información, es alimentado por una parafernalia tecnológica cuya extensión alcanza ya a la totalidad de la población, aún de quienes no tienen casi acceso a la alimentación, pero sí al pequeño aparato que resulta el tótem de la actualidad: el teléfono celular, que ya casi ni se utiliza como tal, sino como receptor y emisor de infinitos mensajes, imágenes y videos. Usado como juego o como vehículo de información y formación de las nuevas generaciones crecidas bajo su influjo permanente, esta arma disimulada bajo el paradigma de la comunicación permanente, es la intermediaria en la cual se basa la nueva manera de dominación de los sentidos.
Esas creaciones tecnológicas terminan por establecer la diferencia que hace a la superioridad que puedan tener los enemigos de los gobiernos populares, los cuales, por la profusión y el carácter urgente de las demandas sociales, suelen dejar para un futuro siempre postergado el acercamiento al uso para sí de esa tecnología imprescindible para evitar el fracaso de sus gestiones. Porque las comunicaciones son el ámbito fundamental donde hoy desarrollan las guerras el imperio, desatender semejante hecho palpable y sufrido a cada instante, culmina en la pérdida de todos los esfuerzos realizados por alcanzar las metas de desarrollo inclusivo que se hayan propuesto.
Los golpes de Estado “modernos” son llevados a cabo por medio de estos sofisticados sistemas de comunicación, mediante los cuales se anulan las capacidades racionales de la población, mayoritariamente influenciadas por los mensajes estudiados por centenares de expertos de esos “tanques de pensamientos” que dispone el imperio para cooptar voluntades y anular la influencia de lo real, de lo palpable, de lo realizado y lo visible, que se tira al rincón de los méritos individuales, provocando el desprecio hacia los líderes de los procesos de cambio virtuosos, a quienes se atosigarán con los mismos métodos para convertirlos en los personajes más odiados de la sociedad.
La realidad yace tirada en el camino de la esperanza derrotada, los imbecilizados gritan sus odios prefabricados y atacan con fervor suicida a sus beneficiarios, mientras se friegan las manos los poderosos y sonríen los fondos monetarios y los bancos mundiales. Los organismos supra-nacionales son parte de esas fiestas de las derrotas populares, acicateando la brutalidad de los cipayos de cada nación que fungen de ejecutores de sus propios pueblos. Mientras el tiempo, el implacable acompañante que nunca nos espera, apura el final de otro sueño derribado, y nos anuncia a través de ese mágico aparatito que parece contenerlo todo, que habrá que esperar otra oportunidad, otra vuelta más en la calesita del horror y la miseria eternizada.

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